Lo primero que debo decir es que realicé la carrera de Derecho en las universidades Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) y Autónoma de Santo Domingo (UASD). En esta última también cursé una maestría en Derecho y Relaciones Internacionales.  Durante aquel tiempo de estudios del grado (tres años y medio en la UNPHU, más año y medio en la UASD), además, otros dos años (en la UASD) de la maestría, tuve la oportunidad de conocer a numerosos connotados juristas que, en adición al ejercicio profesional o de la judicatura, se dedicaban a la docencia universitaria.

De todos aquellos maestros de la abogacía, algunos resultaron ser inolvidables para mí.  Unos por la brillantez y claridad de sus cátedras.  Otros por el dominio extraordinario de la materia.  Otros por su gran poder de comunicación o por la facilidad con que entablaban diálogos con los estudiantes después de terminar las clases que impartían.

Como un gesto de recordación y reconocimiento a los referidos docentes, quiero mencionarlos por sus nombres y citar brevemente sus cualidades más relevantes.

En la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña me impresionaron positivamente:

Manuel Bergés Chupani, en materia de Derecho Civil, por sus bastos conocimientos, además por su constante simpatía.

Bernardo Fernández Pichardo, quien fue poseedor de una gran capacidad de enseñanza de los principios generales del Derecho, aunque era muy exigente y estricto.

Lupo Hernández Rueda, siempre se caracterizó por ser un verdadero maestro del Derecho del Trabajo y agradable expositor.

Fernando Ravelo De La Fuente, profesor consagrado de Legislación de Tierras o Derecho Inmobiliario que corregía en los exámenes hasta las faltas ortográficas, y se lo señalaba a cada estudiante en privado.

Marino Vinicio Castillo (Vincho), persona que de manera asombrosa dominaba la totalidad de los temas del programa, sin necesidad de preparar previamente sus tres horas de clases sobre Derecho Penal.

Pedro Troncoso Sánchez, hombre culto y educado, de trato fino y gentil, quien nos enseñó Lógica Jurídica.

Wellington Ramos Messina, expositor muy ameno y capaz que nos impartió Procedimiento Penal.

Augusto Luis Sánchez Sanlley, sobresaliente abogado constitucionalista que en su empeño por ser imparcial realizaba los exámenes asignando al azar a cada alumno un número, para no tener conocimiento del nombre del estudiante cuya prueba evaluaba.

Ambrosio Álvarez Aybar, experto internacionalista, excanciller, quien con las narraciones de sus vivencias entusiasmaba al estudiantado.

Froilán Tavares V., profesor de Derecho Procesal Civil de verbo claro.  Muy dado a dar consejos a los estudiantes para que fuéramos exitosos como profesionales del Derecho.

Juan Manuel PelIerano Gómez, profesor sumamente capacitado, entusiasta y receptivo.  Por el exceso de trabajo en su bufete renunció a la cátedra, pero por pedido unánime de sus alumnos aceptó impartir la parte dos de Teoría y Técnica de la Profesión de Abogado.

Padre Vicente Rubio, ofrecía magistralmente clases de Derecho Romano. Era un expositor que cautivaba a los alumnos, y fuera del período de clases nos conversaba largamente sobre historia y filosofía.

Barón Sánchez Lajara, profesor muy experimentado que tenía a su cargo el Derecho Procesal Civil, parte tres.  En ocasiones invitaba a algunos de sus alumnos para ir a su oficina de la calle Hostos de la ciudad colonial, a fin de departir y conversar sobre temas jurídicos y de sus experiencias en el ejercicio profesional.

Por otra parte, los siguientes profesores me impactaron grandemente en la Universidad Autónoma de Santo Domingo:

Ramón Pina Acevedo, quien al exponer el Procedimiento Penal de manera brillante parecía que estaba leyendo, por la locuacidad y buen manejo del lenguaje.

Jottin Cury, excelente civilista que explicaba las lecciones de manera muy entendible y luego sugería al alumnado que expresara sus inquietudes.  En los recesos invitaba a los estudiantes a continuar hablando con él en los pasillos.

Hugo Tolentino Dip, brillante expositor con impresionante dominio de los temas que trataba en el aula, en materia constitucional.

Alfredo Conde Pausas, profesor muy gentil y caballeroso que impartía la asignatura sobre la Ley de Tierras con mucho interés y claridad.

Rafael Alburquerque, joven jurista recién llegado de París, donde realizó estudios de Derecho Laboral.  Ganó el concurso de la vacante dejada por el jubilado Ballester Hernández.  Profesor con un entusiasmo desbordante al impartir su asignatura.

Héctor Cabral Ortega, fue un verdadero maestro de la Criminología, quien para profundizar y entender a cabalidad la conducta delictiva, realizó una licenciatura en Psicología,

José Joaquín Bidó Medina, docente que se esmeraba al impartir Deontología Jurídica, siendo su vida privada y profesional un ejemplo de los principios éticos que enseñaba en las aulas.

Antonio Rosario, un sobresaliente tratadista que exponía muy didácticamente Responsabilidad Civil. Este profesor era extremadamente atento y se caracterizaba por recordar los nombres de sus alumnos.

En cuanto a la maestría que cursé en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, resultaron inolvidables mis profesores Horacio Vicioso Soto, quien poseía un impresionante dominio de los temas sobre las negociaciones diplomáticas, así como de la ética y el protocolo en materia de relaciones internacionales.  Profesional que al momento de impartirnos docencia contaba con más de 50 años de experiencia.  Era de trato fino, atento y agradable.  También resultó ser inolvidable el profesor Ciriaco Landolfi, quien fue un gran conversador sobre temas sociales en general, los cuales dominaba. Era encargado de Asuntos Haitianos en la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, hoy Ministerio.  Su cátedra era sumamente amena y siempre la ilustraba con ejemplos vividos por él.

Para concluir, he decidido agregar a tres abogados que fueron invitados a ofrecer un breve módulo en la referida maestría, a quienes también siempre he recordado de manera muy especial por su gran talento, su dominio de lo tratado y por lograr exposiciones sumamente didácticas. Adriano Miguel Tejada, Estrategia e Historia Diplomática.

Leonel Fernández Reyna, El Funcionamiento del Departamento de Estado de Estados Unidos y el Dominican Desk.

Aura Celeste Fernández, Negociaciones Diplomáticas en el Siglo XIX.

Lo que he testimoniado en este artículo no significa que no existieran otros muy buenos profesionales, en diversas ramas del Derecho, que impartían docencia durante los años en los cuales yo fui estudiante del grado y luego de la maestría en las antes citadas universidades, sino que sus respectivos desempeños en las aulas no me impresionaron al nivel que lo hicieron los profesores aquí mencionados.