El presente trabajo versa sobre el análisis y estudio de tres poemas: uno, “Serás, amor”, de Pedro Salinas; “La aurora”, de Federico García Loca; y “Si el hombre pudiera decir lo que ama”, de Luis Cernuda, enmarcados en los rasgos de la generación del 27 a la que pertenecen.

Vale destacar que a esta generación se le asocia con el aspecto vanguardista, y por ende, experimental, de la poesía realizada por los poetas que la componen como una de sus características principales; es lo que se advierte en la Antología del grupo poético de 27 (Gaos, Vicente. Ed. Antología del grupo poético de 1927. Madrid: Ediciones Cátedra, 2014); sin embargo, cuando nos adentramos en el análisis de la estructura interna de los poemas en el presente estudio –lo mismo el grueso de los poemas escritos por dicho grupo– no tiene mucho que ver con el concepto de vanguardia como se le entiende, de nuevo, como obras que hacen énfasis en la experimentación.

Antología del grupo poético de 1927.

Cuando de vanguardia se habla, llega a la mente el ultraísmo en España (1919-1923). En este tenor, José García López nos dice que “[este movimiento] fue un revulsivo eficaz que hizo posible la poesía de los años siguientes” (García López, José. Resumen de historia de las literaturas hispánicas. Barcelona: Editorial Teide, S. A. 1975, 287) para luego rematar afirmando que “[p]asado el momento iconoclasta del ultraísmo, hay una vuelta a los cauces tradicionales” de la poesía española cultivada en ese momento. (Ibid.)

La tendencia más arriba citada se menciona, por ejemplo, en la introducción a la referida antología. Salta a la vista un nombre como el de Marinetti, que fue todo un programa de supuesta renovación social y cultural. Su concepto de futurismo trató de acabar con el de la tradición. El surrealismo y el dadaísmo –este, no otra cosa sino la exasperación de la posición tomada por el surrealismo– propugnaban por la eliminación de la cultura también en sentido tradicional, que, en este caso, nada contradice más la “vuelta a los cauces tradicionales” de la que habla García López. Lo mismo, se propone resaltar lo onírico, eliminar el yo y los sentimientos en el poema; vale decir, dejar de lado las pequeñas cosas de la vida, como la familia, la fe, etc., a las que se les considera pasadas de moda, manifestaciones de la cultura burguesa que se pretendía superar definitivamente. El futuro era lo fundamental, esto es, el porvenir estaba ligado a la máquina, al progreso tecnológico, la ciudad con sus ruidos y confusión. Marinetti enseñaba que “la guerra es la higiene del mundo”.

La velocidad de un carro era en sí misma un poema. Frente al sentido burgués de la comunidad se prefería el individualismo a ultranza del Superhombre de Nietzsche. Por lo tanto, haremos un intento de entrar en el análisis de los poemas a partir de los rasgos de la antología, que, para nosotros, es una cuasi impostura ideológica del antólogo atribuir el grueso de rasgos que utiliza para definir al grupo poético, es decir, el “afán de originalidad, hermetismo, autosuficiencia del arte, antirrealismo y antirromanticismo, sobrerrealismo [entendido por surrealismo], intrascendencia, predominio de la metáfora, escritura onírica, y, por último, atomización” (ob. cit., 21-32), por lo menos, como se refleja en los poemas más arriba mencionados.

 Pedro Salinas: “Serás, amor”

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Serás, amor, de Pedro Salinas.

Verdad de Perogrullo es que el tema de la poesía de Pedro Salinas es el amoroso. Es ingenioso ver cómo el poeta describe el amor en este poema, al que define como un “largo adiós” y destaca su importancia. Esta idea aparenta contradecir la que tenemos del amor –lo cual en este caso es una idea antirromántica –ya que nunca nos queremos despedir de la persona amada. Pero el poeta no habla de una despedida, sino del instante que la precede, al cual él extiende hacia lo infinito. Ese instante es tan agradable, tan contundente, y nos identificamos tanto con él, que hasta lo deseamos, no para que después pase sino para adelantarnos al gozo, a la expresión de nuestro amor que él conlleva. El poeta hace de ese instante una realidad casi metafísica o, quizás, mística.

Si bien podemos constatar en este concepto del amor la expresión del amor físico, vale decir, la expresión del amor entre un hombre y una mujer, en el cual el hombre no quiere nunca despedirse de la amada, es posible elevar esa emoción a niveles más espirituales, porque en Salinas, alumno de Juan Ramón Jiménez en la poesía, existe toda una vena mística que no se puede descuidar. El amor bajo esa óptica no es el simple amor profano; también conlleva, y aún más, el amor espiritual. Y se entiende, porque, en la relación amorosa entre el hombre y la mujer, no es solo el contacto físico lo que ocurre. A través de él se manifiesta siempre o debería manifestarse un elemento espiritual, místico, para que sea completo. Para Salinas el amor es “un largo adiós que no se acaba”, esto es, la expectativa del evento, no el evento en sí mismo, el cual, sin duda, se acaba. Y no es porque el poeta sostenga esta idea más allá de cualquier duda, sino que prefiere sugerirlo. Tal es la razón para los 3 primeros dos versos, que forman una pregunta. Resulta que el poeta, al dudar de lo que cree en sus adentros, hace hincapié en la importancia de la idea del amor que sostiene. En vista de que el amor es expectativa del momento y, como tal, nunca tiene un final, podemos apreciar cómo Salinas brinda en su poema otras definiciones del amor que, como es obvio, todas ponen de relieve la definición inicial, la del amor como el “largo adiós que no se acaba”, como expectativa del evento de la despedida, la cual nunca se llevará a cabo.

 Federico García Lorca: “La aurora”.

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Nueva York y Federico García Lorca

En el presente poema Federico García Lorca juega con el concepto del futuro visto en términos sociales y, por extensión, político; lo que pasaría a brindar un carácter futurista al poema. Todos sabemos, por ejemplo, que para los marxistas la aurora significa o significó el “nuevo día”, el “amanecer” de un mundo nuevo en el cual se eliminarían las injusticias sociales. Lorca aparentemente no fue comunista, pero tenía amigos que lo eran y nunca descartó esa ideología, que era, vistos los tiempos que corrían, la ideología que más se proyectaba en las sociedades europeas como antídoto a la otra que predominaba, que era la fascista. En otras palabras, fácilmente podemos entender el término de “aurora”, en su reducido aspecto político. Si lo logramos, es obvio que Nueva York, la urbe a la que se describe en el poema, viene siendo, simbólicamente hablando, el sistema capitalista, al que presuntamente se le identifica con la democracia. Debemos estar claros en que el fascismo fue una alternativa ideológica tanto para el marxismo, como para el propio capitalismo. Ya se conoce el dato, por ejemplo, que los que financiaron la Revolución Bolchevique fueron los banqueros de Nueva York, un detalle que ahora es que lo sabemos. Tal vez pudo sospecharse en aquella ocasión. Y una persona tan despierta como Lorca tenía que tener, aunque sea una mínima idea de lo que se escondía detrás del marxismo. Por lo tanto, se puede leer “La aurora” bajo esa perspectiva para entender mejor y de una forma más concreta el discurso del poeta.

¿Es la tan elogiada democracia estadounidense lo que se supone que es? Lorca viaja a su mismo centro, Nueva York, para entender de qué se trata y buscar una respuesta. Lo que encuentra, como podemos observar en la estructura interna del poema, es que se expone a una gran desilusión. La promesa (aurora) del mundo mejor que el capitalismo ofrece, para él, resulta vacía.

Dicha “aurora”, se levanta sobre “columnas de cieno”, es decir, sobre columnas de barro, y no tiene la solidez que pretende tener. Las “palomas”, a las que siempre se presenta con el color blanco, para indicar pureza, esperanza y paz, en este poema Lorca nos las presenta no solo como “negras”, sino también como un “huracán”, vale decir, como algo destructivo.

Tamaña “aurora”, la promesa futura para la humanidad, se pierde entre los inmensos rascacielos (inmensas escaleras). Busca “nardos”, pero encuentra “angustias dibujadas”. El nardo, como sabemos, simboliza la dulzura. En la Biblia es un ungüento preciado. En otras palabras, lo que el capital promete tendrá un buen olor y parecerá como algo precioso, dulce, pero, a fin de cuentas, es solo una trampa. Detrás de sus promesas están las “angustias” que esconde.

Con esas y otras observaciones entretejidas en el poema –en un tono original y en las cuales se destaca la metáfora en él– el poeta protesta “en contra de la civilización materialista y mecánica”, que es la civilización creada por el capital y que ese capital piensa imponer al resto del mundo, una vez, como ahora podemos ver, haya eliminado al fascismo, como al marxismo. Parece, esta de Lorca, una predicción del mundo neoliberal que nos gastamos hoy en día. Por lo que vendría al caso el carácter futurista de su poema. Sin embargo, otros, como Héctor Martínez Ferrer, ven “La aurora” en clave religiosa, a juzgar por las afiliaciones que guarda con el tema bíblico, esto, si partimos de la proyección de un mejor estándar de vida con la solución de las injusticias sociales a que aspira. (Véase Martínez Ferrer, Héctor. “‘La aurora’: otro poema religioso de García Lorca”. Cervantes Virtual.com)

Luis Cernuda: “Si el hombre pudiera decir lo que ama”.

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Si el hombre pudiera decir lo que ama, de Luis Cernuda

La claridad de la posición de Cernuda en este poema es evidente, lo cual echa por tierra las condiciones vanguardistas que se le atribuirían. En este texto el amor y la libertad tienen algo en común. El poeta nos dice que encuentra su auténtica libertad en el amor. Él expresa esta idea con perspicacia cuando dice que no conoce la libertad, sino la libertad que siente cuando está “preso en alguien” cuyo nombre no puede “oír sin escalofrío”, esto es, cuando está cautivo por alguien que ama. El amor, entonces, termina siendo no esclavitud, para él, sino libertad. Para el existencialista, si asumimos que tal es la filosofía que la poesía de Cernuda refleja, el vacío existencial que experimenta en la vida se puede llenar únicamente a través del amor. Esto se debe a que, cuando amamos, no nos sentimos solos y aislados. No somos fragmentos, sino unidad, unidad con el otro y con el mismo universo.

Para Cernuda, el hombre tiene limitaciones, y estas no le permiten conocer la “verdad de sí mismo”. Esta verdad no tiene nada que ver con la “gloria”, la “fortuna” o la “ambición”, conceptos que limitan nuestra existencia, pues hacen que nos concentremos en nosotros mismos en sentido egoísta; tiene que ver, por el contrario, con el “amor” o el “deseo”, que no son exactamente lo mismo, pero que se relacionan entre sí, en el entendido de que no puede haber amor sin deseo, ni deseo sin un objeto (persona) que vamos a amar. Una vez el hombre acepta esta afirmación, para el poeta, ese hombre “sería aquel que imaginaba”, vale decir, su amado, que, al amar, alcanza su libertad. ¿Libertad de qué? Sencillo, de sus limitaciones, del egoísmo, el cual se manifiesta en el deseo no de un objeto (persona) a quien amar, sino en el deseo de la “gloria”, de la “fortuna” o de la ambición”, cada uno de ellos, ideas vacías que refuerzan nuestra sensación de estar solos, ya que con ellas no compartimos nada con otra persona, porque compartir significa amar. En otras palabras, para Cernuda, vivir es amar. El hombre que acepta esta idea es “aquel que con lengua (palabra), sus ojos (deseos) y sus manos (acción)/ proclama ante los hombres (la humanidad) la verdad ignorada (desconocida por los egoístas),/la verdad de su amor verdadero (amor auténtico, amor que comparte con los demás)”.

Aunque parejo hombre esté “preso”, no es esclavo de su egoísmo; está “preso” en otra persona a la que ama (“…alguien/ cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío”, dice, sin que antes no se emocione y sin que ame. Pero esto no significa estar “preso”, sino en encontrarse libre en el amor hacia esa otra persona. El amor lo libera atándose a otra persona: “[A]lguien por quien me olvido de esta existencia mezquina/ por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,/ y mi cuerpo y espíritu flotan por su cuerpo y espíritu…”. Nótese que aquí para Cernuda el amor es un matrimonio entre la materia (cuerpo) y el espíritu. En esta unión, o prisión, para seguir en la misma línea de la metáfora del poeta, el hombre encuentra “la única libertad que me exalta,/ la única libertad por que muero.” Es decir, en este poema la libertad que se busca no tiene nada que ver con ideologías. Tal es la razón de la contradicción de la existencia misma.

Por otro lado, en los tres poemas bajo estudio, si bien no hemos encontrado la práctica de la escritura onírica, del atomismo y otras características vanguardistas, sí hemos visto libertad métrica, antirromanticismo, intrascendencia, predominio de la metáfora, del afán de originalidad, sobre todo, en Lorca. Del surrealismo se encuentran elementos suyos en “La aurora”, sobre todo, en “columnas de cieno”, nardos entre aristas de escaleras de metal, y demás, del poeta granadino. En lo que respecta al estilo del poema, un autor como García Posada lo llama ultrarrealismo, en tanto que otro como Díaz-Plaja lo denomina superrealismo. (Véase Sussner, Christian. “Comentario de texto: La Aurora de Federico García Lorca”. Facultad de Filosofía y Letras. Filosofía Hispánica. Teoría de la Literatura.)

Con respecto a la estructura interna de los poemas, coinciden en estar divididos en tres partes; ninguno sigue el esquema de la rima tradicional; más bien, practican el versolibrismo, lo cual indica que no hay ni rima asonante ni consonante. (Véase Ribas Vilanova, Jaume. “Comentario de texto”. Literatura Castellana.) En el caso específico de “La aurora”, saltan a la vista imágenes opuestas las unas a las otras; se destaca el carácter negativo de los adjetivos, anáforas, entre otros.

En conclusión, como hemos afirmado al principio de este trabajo, hay una contradicción en lo que las vanguardias como concepto pretendieron y lo que después ofrecen. Como se sabe, vanguardias quiere decir optimismo acerca del mundo, de la tecnología y del futuro; no obstante, Salinas, Cernuda y el resto de poetas de la generación del 27 no adoptan esa actitud exactamente (a excepción de Lorca y las descripciones surrealistas que hace, por lo menos, en el poema de “La Aurora” que acabamos de estudiar). Tal es la contradicción que hemos advertido en una parte importante de los poemas de dicha generación, actitud en la que ha hecho también reparo el propio escritor García López más arriba citado. Tanto que se habló de eliminar los sentimientos y el yo, y luego el grosor de poetas habla del amor y de su condición existencial. ¿Acaso no acusa contradicción esto? Marinetti, por ejemplo, a quien se hace referencia en la antología, odiaba la academia, o así decía, y destacaba la libertad a ultranza del individuo en contra de la burguesía. Pese a esta idea, terminó siendo miembro de la Academia de Italia y respaldó la dictadura de Mussolini hasta el final de su vida. He ahí una de las grandes contradicciones que hemos descubierto no solo en algunos poetas creadores de vanguardias que los de la generación del 27 seguían, sino en las que ha incurrido en una parte importante el editor de la antología misma.