Desde su militancia en el 14 de Junio, Arnulfo —Miñín— Soto (1940-2024) y Raúl Pérez Peña (Bacho) sostuvieron una amistad fundada en las convicciones políticas progresistas y en la actitud compartida de que la cultura, y en específico las artes visuales, juegan un rol fundamental en el desarrollo de los pueblos. Gestor cultural, galerista, compañero, amigo, Miñín fue uno de esos indispensables en la historia de los últimos 60 años de vida política y cultural en el país. Hoy le rendimos homenaje a su memoria, con la publicación de este artículo de Bacho sobre su amigo, escrito hace cerca de 40 años.
Miñín Soto destaca momentos de la pintura*
(Publicado originalmente el 10 de mayo de 1987, en el suplemento Domingo en Especial del Listín Diario). Raúl Pérez Peña (Bacho)
Sin vacilación y expresándose en términos categóricos Arnulfo —Miñín— Soto afirma que actualmente se registra un “boom” en la pintura dominicana. Sin pretender poner fecha exacta, Miñín dice que más o menos desde 1980 la pintura entra en una curva ascendente que se expresa en la calidad de las obras, el auge de las galerías, la cotización de las obras, el número de exposiciones, la depuración de los artistas y otros aspectos.
Tiempo atrás, Miñín Soto estuvo publicando una sección sobre pintura en un periódico vespertino. Con ejemplos sobre la demanda y el alto costo que están adquiriendo las obras de pintores dominicanos, Soto dice que no es raro que se venda entre 30 y 40 mil pesos una obra de Ramón Oviedo, Guillo Pérez, Iván Tovar, Jorge Severino, Candido Bidó y otros destacados artistas dominicanos.
Son muchos los artistas que hoy viven de su trabajo en la pintura. A diferencia de otras épocas, artistas como Tomasín López Ramos saben que pueden dejar a un lado los negocios sin temor a que les vaya mal haciendo lo que realmente les gusta: el trabajo artístico. Se estima que un medio centenar de pintores vive actualmente de su pintura.
Minín Soto dice que pasarán ya los tiempos de que en las casas de los sectores de la clase media se veían ocupar grandes espacios cuadros cursis o impresos carentes de valor artístico. Admitiendo que aún sea por entrar en la moda, ahora es común y corriente ver cuadros de pintores dominicanos en viviendas y oficinas.
Insistiendo en lo del “boom” de la pintura, Minín Soto afirma que de la pintura no sólo viven los pintores, sino que hay distintos núcleos que se favorecen con el fenómeno. Entre éstos citó a los dueños de galerías, los que trabajan en el enmarcado de los cuadros, los que compran obras con el fin de revenderlas a un nivel selectivo, y los que hacen lo mismo pero para vender en términos amplios, como la propia calle.
Minín Soto es un coleccionista con más de 400 obras. De sus tres hijas[1], Carmen Vivian Soto Zuleta hizo una licenciatura en computadoras. Mediante un programa, Carmen Vivian ha organizado las obras de su padre, atendiendo a distintos factores como su autor, la fecha, su tamaño, su precio y otros.
Miñín tiene más de 30 años coleccionando obras de arte. Su casa es una exposición permanente. Pero Minín tiene su propia galería en la calle Hostos.
Coleccionistas
En el país, existen unos cincuenta coleccionistas que no se estancan en su interés de adquirir obras valiosas de artistas nacionales como extranjeras. Hay incluso quienes han acumulado más de un centenar de obras de un mismo pintor, como es el caso de un coleccionista que se aproxima a los trabajos de Jaime Colson. Asimismo, existen muy valiosas colecciones de Yoryi Morel, Ramón Oviedo y otros destacados autores.
Miñín Soto expresa que, para lograr consagración como tal, un pintor precisa muchos años de trabajo constante, trabajo de taller: “La pintura precisa mucho de la experiencia, de la actividad sostenida”. En toda actividad artística, lo virtuoso es muy importante, pero en la pintura es vital la dedicación permanente.
Para Arnulfo Minín Soto, la colaboración estatal está muy por debajo de lo que debería estar en la formación de los artistas. Citó por ejemplo la escuela de Bellas Artes, donde los alumnos de pintura no cuentan con los recursos que debieran tener a manos y donde los profesores también carecen de estímulo, por los bajos sueldos asignados.