Muchos siglos atrás, los griegos lo advirtieron: la música puede transportarte hacia otros linderos. Una canción puede acompañarte en una suerte de ritual místico. No tienes ahora mismo cuál era la música que oían los chinos de la época de Tsui Pen. En este año, no sabemos si Trump oye un poco de Soundgarden mientras habla con su nuevo abogado. En estos meses, no sabemos si Greta Thunberg –con las pancartas en sus manos–, es una chica enrolada en los “nuevos ritmos” pero si tenemos claro que en un concierto contra el cambio climático interpretó el clásico de Rick Astley que oíamos en los baños del hotel Jaragua en los noventas, Never gonna give you up. En cualquier domingo, hablar de música es un lugar apetecible para los conocedores, algo que no tiene por qué alejarse de los interlocutores en una mesa cualquiera. Es evidente que el rock chino es diferente a las canciones de Spinetta que oyes cada sábado. Estoy muy pop, lo sé. Ocurre como la lluvia en las calles de Santo Domingo, o esa foto en tu Instagram.
En la vasta ciudad, los amigos degustan algo para pasar el rato y darse cuenta de lo hermosa que puede ser una partitura de Brahms o una batería de la inglesa Alan Parsons Project. Conozco a músicos argentinos (amigos) que han hecho una carrera para celebrar las canciones y el estilo de la mencionada banda, haciendo covers y siguiendo todos los pasos de los artistas. Entre muchas, cientos y cientos, hay canciones que tienen una singular importancia en tu vida: eso es Jump para mí, la canción de Van Halen. Cada vez que la escuchas retornas a un tiempo que está escrito en tonos nostálgicos.
Entre las protestas y las marchas, es interesante saber lo que oye Greta, toda vez que esta chica comanda un movimiento cada vez más importante en el mundo. Pienso que su música tiene que ser suave, como las cordilleras que defiende. Recapitulando, alguien, no con interés de hacer una tempestad, dirá que lo que se produce ahora no es tan interesante como lo que se producía en otras épocas. Hay un debate interesante sobre esto, pero sería bueno saber cuál es la lista de canciones que escuchan nuestros líderes políticos (no podemos concebir a Greta como una política sino como una activista). En párrafos previos, hablé de su selección de Rick, que nos recuerda un concierto de Kylie Minogue hace algunos años en Hyde Park.
Hace más de tres décadas, descubrí a un guitarrista interesante, Earl Klugh y créanme que he seguido su carrera durante todos estos años. Al ritmo de Since you’re gone, tocaba con otro “verdugo”, George Benson y su Turn your love around, una obra maestra. Como los arcoíris en un bosque, las obras maestras existen: podemos encontrar bandas que son recurrentes en esto: producen obras maestras como el fluir de un río; tal es el caso de la banda de Manchester Swing Out Sister y mi adorada Corinne Drewery y Andy Conell. Hablando de hoy, el interesante enfoque de la agrupación tiene que ver con el hecho de que ellos graban las sesiones en estudio de sus principales canciones. Entonces puedes encontrar versiones fantásticas de Am I the same girl, con la fantástica voz de Corinne y sus bien acopladas compañeras.
Publicado hace varios años, hay un video de YouTube donde Klugh toca para un auditorio chino: se notan las letras del título en el intrincado idioma. Conquistar china es una tarea que cualquiera envidia ahora que la nación tiene este creciente poder comercial en el mundo. Un dato interesante: en una red social muy seguida hay una página que permite que las letras de las canciones, las buscadas liricas, se vayan desplegando delante de tí, para así poder memorizar lo que dice con su inmediata traducción: ¡oh la tecnología bien empleada! Lejanas están las listas de música que tenías con más de ochenta mil canciones, habida cuenta que te diste cuenta que esto era un juego infinito: no podías tenerlas todas.
Aunque puedas guardarla en una pequeña memoria, una discoteca de ese tamaño era algo así como una biblioteca de Alejandría en miniatura. ¿Confesaré aquí que yo tenía una discoteca de más de 100,000 canciones? Entonces comprendí que era imposible oír todo lo que se ha producido. La tecnología moderna te permite tener una selección inteligente de acuerdo a tus gustos. Una buena forma de la modernidad es escuchar canciones mientras estás en el gym, mientras sales a caminar, mientras vas al supermercado o quizá cuando vas a algún restaurant, esperando el servicio. En largos viajes al interior, o a otro país, enciendes cierta música que te permite otro ritmo. Estoy adicto a las canciones de samba brasileña: nada más bello.
En el pasado siglo, alguien me preguntó algún día: ¿qué es lo que hay que oír? Mi respuesta fue dubitativa, porque en esto hay que tener cuidado. Creo que toda vida tiene un soundtrack. La diversidad implica que hayas escuchado de todo lo que hay y ha habido en el mercado musical. Recién vimos un video de una banda sinfónica entonando una canción dominicana con un toque bastante movido. Las lejanas composiciones, lejanas en el tiempo, de Los Beatles siguen perdurando, siguen sonando bien. Es una recomendación conocer qué ocurre en la vida de tus artistas como Paul McCartney, para lo que recomiendo los libros de Jordi Sierra, el prolífico escritor de Barcelona –ha escrito nada más y nada menos que 400 libros y aquí consideramos que un escritor es prolífico cuando ha publicado cuatro– que cronometró la historia de Mick Jagger, Paul McCartney, Bob Dylan, Sting y hasta Madonna. Sus libros están repletos de interesantes historias.
Por ahora, George Benson tiene varias canciones que se acercan a la obra maestra, pero es cierto que Give me the Night (premio Grammy a la mejor interpretación vocal masculina), tiene un sentimiento único, irrepetible y característico de aquella época de la disco de los 70’s. En delicadas tardes, he visto en video algunas funciones de Benson y ahora recuerdo Collaboration, con la excelente producción de Marcus Miller donde sí está la obra maestra Mimosa. Como no les voy a hablar de Miles Davis, diré que este disco, Collaboration puede decirse que es uno de los más grandes aportes en la carrera de Benson y de Klugh, –se pronuncia clú–, disco que oímos en los ochentas y que perdura en sus piezas al toque de dos guitarras insuperables. Esta unión tiene que tener una historia que algún día será escrita. Por ahora, podemos decir que el sonido es fantástico, único e irrepetible. Las influencias son varias pero más que todo lo interesante es la mezcla entre los dos talentos y el gran performance.
Bajo la dirección de Marcus Miller, que ha trabajado con Miles Davis, Luther Vandross y David Sanborn, la unión de dos virtuosos de la guitarra como en Collaboration tiene piezas de singular maravilla estética: Jamaica, Brazilian Stomp y Mount Airy Road. Creo que la unión de estos dos artistas marca un antes y un después en el jazz moderno, a la par de un recorrido que tiene que ver con la mezcla y la fusión en un entorno manejable por la historia del momento en que salió al mercado. Como he dicho, Mimosa es una obra maestra y como sabemos también, los artistas han sido ampliamente reconocidos. Por aquella época, por qué negarlo fue cuando nos aprendimos de memoria You can call me Al, del histórico Graceland de Simon. Es histórico el video con Chavy Chase que fue colocado en los años ochentas en el canal VH1 y el omnipresente MTV. Debido a la fusión que hizo en ese disco, podemos decir que Graceland es histórico (como todo).

Con la IA (Inteligencia artificial, ya que estamos), podemos oír música aleatoria: pides a un artista y te relaciona la música de su mismo estilo, en una selección que te permite navegar por un prontuario que te conduce a la sabia apreciación de algunas canciones que es justo decirlo, sería deseable, como en efecto ocurre, oirlas en algunos lugares donde vas con los amigos a oír los clásicos de siempre. Tu vida mejora con la música. ¡Salud!