Este 19 de noviembre Argentina celebra la segunda vuelta para elegir a su presidente. En esta ocasión, como hecho novedoso en los cuarenta años de democracia en el país austral, uno de los candidatos de la segunda ronda electoral no tiene su origen en el poderoso peronismo o en la otrora fuerte Unión Cívica Radical. En efecto, Javier Milei es un contendor emergente, aupado por sus tertulias televisivas desde 2016, cargadas de ideas antisistema y libertarias desde el punto de vista económico.

El discurso de Milei, caracterizado por una frontal crítica a la clase política tradicional y al elevado número de ministerios, lo llevó a ser el más votado en las elecciones primarias del pasado agosto. Lo que más llama la atención de las propuestas de Milei en analistas y, sobre todo, capta el respaldo de la golpeada clase media argentina, es su plan de dolarizar la economía, con el fin de contrarrestar la descontrolada inflación.

Algunos economistas suelen decir que Argentina es el país de los experimentos económicos. Al respecto, destacan la famosa convertibilidad monetaria implementada durante la presidencia de Carlos Menem, la cual mantuvo en los años noventa la paridad entre el peso y el dólar; pero, al decir de expertos, fue una de las causas de la crisis financiera que, en diciembre de 2001, provocó un estallido social y la consecuente renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa, seguida de una crisis de gobernabilidad con cuatro mandatarios en poco más de una semana.

En el caso específico de Milei, algunos aspectos, como su convencimiento sobre la rápida y poco complicada ejecución de la dolarización, así como la ausencia en su programa de medidas que amortigüen el impacto de la conversión monetaria, llevan a muchos a pensar que se está en la antesala de otro experimento y de una nueva decepción. Esto en razón de que los puntuales procesos de dolarización efectuados en América Latina, además de haberse ejecutado de manera paulatina, no han estado exentos de inicios turbulentos. En ese sentido, bastaría recordar la dolarización ecuatoriana a partir del año 2000, cuya implementación generó un nivel de descontento que terminó haciendo caer al gobierno de Jamil Mahuad.

La referida propuesta económica del outsider argentino también parece perder credibilidad cuando al examinarla, brilla por su ausencia referencia alguna a las enmiendas constitucionales y legales indispensables para la adopción de la moneda estadounidense. En ese orden, la reiterada postura del novedoso candidato en el sentido de que como mandatario no dialogará con la “casta” política, parece imposibilitar en un eventual gobierno suyo el arribo a los necesarios acuerdos parlamentarios para reformar la ley sustantiva en lo que respecta al régimen monetario y financiero.

Si bien Javier Milei parece correcto en gran parte de su diagnóstico sobre los problemas que aquejan la salud macroeconómica de su país, no es menos cierto que en su discurso proselitista, caracterizado por el lenguaje incendiario y mesiánico, se advierte un rasgo propio del líder populista, consistente en simplificar medidas complejas que, como la dolarización, han sido ideadas como recurso extremo para encarar complejas crisis inflacionarias.

Aunque el auge electoral de Milei fue mermado por el candidato del oficialismo, Sergio Massa, quien, para sorpresa de muchos, lideró el resultado de la primera vuelta con unos siete puntos porcentuales de ventaja, no es descartable un triunfo del candidato opositor este domingo. De materializarse ese escenario, en lo adelante estaría presente la incógnita de si un eventual presidente Milei ejecutaría su política monetaria con criterio de candidato o de gobernante.