Hace ya algunos años, cuando entrevisté al hombre del parque, que era reformista, este me dijo cómo funcionaba la provincia, quienes eran los jeques, aunque no usó esta palabra. Con su radito en las manos, y el colín en la otra, me decía cómo ha estado funcionando el pequeño pueblo.

A dos pasos de allí, en la pizzería de la esquina, podríamos creer que esto era parte de la zona secreta, un lugar que no podrías olvidar por su sencillez. Si me preguntas: no me hubiera gustado estar en Mónaco o en Montecarlo en ese momento, ente otros lugares. Por supuesto, Montecarlo fue el nombre usado para describir la gran masa de inversiones que llegarían a esta zona.

En una de las esquinas, había un grupo de hombres jugando dominó al atardecer. Me refiero a la noche en Samaná, en el pequeño pueblito. A esa hora, estos hombres tenían claro que tenían algunos momentos de distracción que usarían para discutir algo sobre el juego, y quizás algo de política. La verdad es que este hombre que entrevisté no era un político, sino un servidor público (algunos pueden decir que estos términos son sinónimos), y oíamos el sonido de las fichas en la mesa, acompañado todo de algunas cervezas y el espionaje de apacibles animales domésticos.

Tengo para mí que estos hombres son interesantes para los escritores dominicanos que podrían decirnos sus historias, ahora más alejadas de las historias de las grandes ciudades. En ellos, se preserva otro conocimiento que podemos capturar con una pequeña entrevista y lo mismo ocurre con los campesinos de la Sierra, o los viajeros de New York: todos ven la dominicanidad con otros ojos.

En la isla de Santo Domingo, toda la zona norte tiene una gran vocación turística y estratégica. Tomen en cuenta a Samaná, Nagua, Cabrera, Puerto Plata. Si vemos bien, hay una lectura microeconómica de estas playas.

Alrededor de ellas, pervive una dinámica económica que todos conocen: venta de celulares, venta de gafas de sol, negocios de deportes acuáticos, clases de buceo, alquiler de motos, salones de belleza, venta de celulares, motoconchos, venta de aguacates en la calle, venta de cargadores de celulares en la playa, venta de chocolates y golosinas, venta de platos del día, hechura de clinejas, hechura de manicure, oficinas de remesas, venta de pescados, colmados, ventorrillos, supermercados, panaderías, lavanderías, discotecas, bares, tiendas de cigarros, restaurantes y venta de chucherías, venta de ostiones en la playa, pulpo, lambí.

Para beneplácito de los lectores, toda esta gente tiene historias qué contar, ya alejados de las crónicas que ven algún interés solamente en los mandatarios o en los grandes funcionarios. Esta gente, que trabaja todos los días, tiene mucho que decir y mientras más lejos sea el entrevistado, mayores cosas nos dará: sentiremos que es más único, más sorprendente y sus historias nos parecerán hasta novelables.

En una de estas calles, no nos hemos detenido a preguntarle a esa muchacha que sale de un salón de belleza, a qué hora es la fiesta. Se ha preparado con sus amigas para llegar temprano a una disco que no regatea la presencia de turistas. La muchacha tiene claro que este es su hábitat, tan entretenido como las mejores discotecas de Ibiza o de Marbella.

Interesados en todo lo que ocurre en la isla y para encontrar algún “mecanismo metodológico”, algunos viajeros tienen como pretexto, para hacer algunas preguntas a estos locales, las elecciones del 2024, o cualquier otro tema. Alguien me dirá: esas son personas que están concentradas en su trabajo: vender lo que haya que vender, pero también obedecen a algún funcionario de alguna dependencia pública que les ha dado algo, que los ha ayudado en algo, de modo que no nos hagamos ilusiones con sus posturas políticas.

Para este año, tienen bien definido lo que quieren: sin embargo, el tiempo pasa y ellos se encuentran que lo que ha sucedido en los últimos veinte años, el crecimiento del sector turístico, los ha beneficiado pero este año quieren más.

Si les pregunto, alguno podrá decirme que estos enclaves tenían como líder a fulano de tal, y que en estas elecciones harán honor a sus viejas lealtades. Otro dirá que no es cierto: en estas elecciones ya “la pava no pone donde ponía”, y la gente exclama por un mejor estado de situación, por una mejor vida.

Entre otros hechos, es interesante que los turistas se han adueñado del lugar, y los habitantes, que encuentran trabajo en múltiples quehaceres, creen que todavía hay más por construir en diversas zonas. Mire usted, fueron las palabras de un lugareño, “sí es cierto que hay una playa infinita por allá, más pararriba”. “Si usted quiere yo lo llevo”.

Como dirían los economistas, ceteris paribus, no podemos negar que el hombre de la costa tiene su propia percepción: no es el habitante de la ciudad, y tiene su visión de los acontecimientos políticos y económicos.

En el análisis económico, podemos hablar de Schumpeter y de Keynes, quienes estarían muy a gusto con un paseo por estos lugares. Con datos en las manos, sería interesante ver cómo reacciona la gente cuando ocurre un proceso inflacionario, o una recesión económica, algo que no vivimos. “Cómo ta’ la cosa”, sería la pregunta que se le haría a estos habitantes de la costa.

En la misma playa, a nuestras preguntas nos dicen, “mire usted, esa diputada no quiere que pesquemos por el desorden que se arma, pero nosotros creemos que esto es un atractivo para el que viene”.

Recientemente estuve presente en la puesta en marcha de una venta en la orilla de Samaná. “Mire, mis hombres se meten en el mar a las seis de la mañana”. Con mucho trabajo, tienen que salir con bastantes ejemplares que harán la venta del día. Mirándolo a los ojos, le pregunto si en otros lugares hay tantos pescadores como aquí. Oh sí, me responde. Si usted coge y va mas allá, por tal lugar se encontrará con mucha gente que hace lo mismo que nosotros. Se meten en el mar a esa misma hora, es el negocio que tenemos, me dice.

Hace algunos meses, aterrizamos en la costa como si se tratara de una expedición de Admusen-Scott, disponibles para comprender cómo en estas calles la gente vende de todo. “La microeconomía se mueve con la macro”, podría decir alguno. Lo que hoy vemos como un lugar exótico en el turismo era visto con mucha importancia y codicia por los presidentes norteamericanos de siglos pasados.

Con el paso de los años, son otras ahora las locaciones que han cobrado una importancia estratégica y todos sabemos el debate nacional que ha girado en torno a ellas. Como vieron otros en otros siglos, los viajeros entienden que esta riqueza no tiene punto de comparación. Esto lo aprecia más una persona a la que le guste el sol, la playa y los enclaves turísticos donde toda la experiencia se torna en inenarrable. ¡Adelante con el sur!