En un artículo anterior, señalamos que el propósito de estas pesquisas es conocer brevemente las propuestas de los sociólogos contemporáneos Gilles Lipovetsky y Michel Maffesoli y, preguntarnos como estas dos representaciones, nos ayudan a comprender las diversas formas del individualismo y comunitarismo en la cultura dominicana.

De manera que, en el primer artículo nos referimos al concepto de hiperindividualismo de Gilles Lipovetsky y, en esta ocasión, nos interesa destacar la noción de tribalismo de Michel Maffesoli.

En ese sentido, es significativo entender que, para Maffesoli, la sociedad evoluciona a partir de ciclos vitales. La edad media se organizaba a partir del tiempo circular cerrado de vida y muerte. La moderna del tiempo lineal de búsqueda del progreso y la utopía en el futuro. Mientras que la sociedad posmoderna, se organiza por el tiempo espiral de las tribus: del retorno de la sensibilidad lúdica, los afectos, las emociones redentoras de las risas, el espectáculo y, el eterno presente del aquí y ahora.

A decir del autor, las ambigüedades de la modernidad ilustrada, representada por el predominio del cálculo económico, la dominación burocrática, la racionalidad instrumental y el declive del individualismo, ha dado lugar a la posmodernidad, al tiempo de las tribus, a una vuelta a la potencia de la comunidad emocional, afectiva y, el poder salvífico del religare, del estar juntos en la vida cotidiana.

Para Maffesoli, el tiempo de las tribus, es una vuelta a una religión secular, comunitarista, de predominio positivo de la socialidad, la comunidad emocional, la potencia de las masas, el aura estética-corporal y, el policulturalismo.

De manera que, la propuesta de la tribalización de la cultura contemporánea descansa en varios supuestos: primero, en el aumento de la socialidad, pensada como una imperiosa necesidad, objetiva y subjetiva, del ser humano, de estar juntos, ser parte del grupo y, participar en las redes y rituales de interacción de la vida cotidiana, potenciado por los nuevos medios de comunicación y las redes sociales.

Segundo, por la funcionalidad de la comunidad emocional, el fervor colectivo, asociado al sentido de pertenencia que despierta la participación en los grupos y comunidades: religiosa, política, ideológica y, los grandes espectáculos de masas: deportivos y musicales.

Tercero, por la potencia creativa de las masas. A decir del autor, las masas responden al poder de sujeción de la modernidad racional, al orden institucional, racional, jerárquico y represivo de forma subversiva y conflictiva, mediante la transgresión y destrucción creativa del orden social oficial.

Cuarto, por el auge, del aura estética-corporal de las tribus urbanas, vinculada a las nuevas formas de consumo estético-culturales: las ropas de modas, las marcas, el uso del cuerpo, la sexualidad, asociada a la intensidad de los rituales de interacción social de la nueva generación en las grandes ciudades.

Y, quinto, por el desarrollo del policulturalismo, caracterizado por el surgimiento de la diversidad cultural, acentuado por la globalización, las migraciones, las industrias culturales y los encuentros con los extranjeros. Configurando una multiplicidad de valores, imaginarios, experiencias y emociones paradójicas en la vida cotidiana.

Para Maffesoli, transitamos de la modernidad a la posmodernidad, de la lógica racional a la lógica emocional, del homo racional al homo ludens, de un orden social vertical a otro más horizontal, de un individualismo basada en la posición y el rol social, a nuevo (des)orden identitario determinado por el policulturalismo tribal.

Frente a la crisis de la modernidad racional, el autor propone la positividad del pensamiento lúdico y trágico de la posmodernidad. Frente a la homogeneización, la heterogeneidad de la sociedad posmoderna. En oposición al imaginario de una cultura nacional centrada en el Estado-nación, el policulturalismo de las grandes ciudades y, en oposición a un individuo socializado institucionalmente, plantea la socialidad, en los afectos y emociones, de los grupos tribales urbanos.

En el autor, está la idea que hay que aprender a reconocer la funcionalidad de un presente trágico y conflictivo como potencia del cambio social, sin las certezas en el futuro, en un orden religioso, moral o político que pueda reconciliar el politeísmo de los valores. Dejando la idea del todo se vale, sin un punto de apoyo de donde organizar la crítica moral y política.

Sin embargo, a pesar del todo se vale y, la ausencia de una salida a los conflictos morales y políticos, la propuesta de Maffesoli, nos ayuda a pensar en una sociología cultural, interpretativa, de los imaginarios, el cuerpo y las emociones de la vida cotidiana que, hace posible estudiar las diversas expresiones del comunitarismo, como prácticas, medios y recursos de interacción e integración social, regional y nacional de los dominicanos.

Me refiero a las expresiones culturales del comunitarismo, caracterizado por la pertenencia a una comunidad tradicional, religiosa, ideológica, urbanas: reguetoneros, dembowseros, roqueros, góticos, las bandas juveniles. Los rituales lúdicos de las fiestas populares, el teteos, los juegos de dominó. Los rituales trágicos como los funerales, las enfermedades y, las catástrofes nacionales que hacen posible la solidaridad.

Como también, las representaciones sociales inscrita en el consumo de moda, de marca, de cadenas, relojes y vehículos de alta gama. Las tradiciones culturales como las fiestas patronales, las peleas de gallos, de toros, las corridas de caballos, los espectáculos del béisbol, boxeo, como mecanismo de interacción e integración nacional y regional.

En su sociología cultural, con su tradicional pesimismo, Max Weber advertía, sobre las ambigüedades del proceso de modernización racional y su disyuntiva: sino envolverá toda una ola de predominio del cálculo económico del mercado, de dominación burocrática del Estado y de petrificación mecanizada de especialistas sin espíritu, consumidores y gozadores sin corazón o, por el contrario, si resurgirán antiguas ideas e ideales que proveen de sentido positivo a las relaciones sociales.

Al final de estas indagaciones, me queda la impresión que, frente a las ambigüedades de la racionalidad moderna y la disyuntiva weberiana, Michel Maffesoli optó por una salida, no exenta de crítica, pero que nos ayuda a comprender los nuevos imaginarios, rituales, las emociones, la lógica del espectáculo y, del placer de estar juntos de las tribus urbanas.