Los temas lingüísticos siempre son una extraña mezcla de misterio y complicación insoportable. Aparentemente, los prejuicios han disminuido en los últimos treinta años. Sin embargo, los conocedores de los principales círculos de Haití saben perfectamente que algunos asuntos se tratan en inglés, otros en español y unos pocos en francés.
Me interesé por la palabra «academia» (de letras) a principios de los años 70. El embajador español Valentín Alzina de Boschi trajo a casa el voluminoso Diccionario de la Real Academia Española. Las últimas páginas eran impresionantes, con los nombres de los académicos correspondientes. Para nuestros vecinos, fue el Excmo. Dr. Joaquín Balaguer, presidente de la República. Treinta años más tarde, mientras residía -considerando mis jornadas- en el antiguo Palacio de Justicia y en la Fiscalía de la capital, observaba meticulosamente las traducciones/combinaciones de textos en francés jurídico a un creole imaginado, según el estado de ánimo de los abogados y la palpabilidad financiera de los casos. En aquella época de los años 90, compartí mis preocupaciones con el Dr. Pierre Vernet, entonces decano de la Facultad de Lingüística.

Si fue fácil explicar a los soldados (10ª División de Montaña, Ejército de los Estados Unidos) del mayor general David C. Meade (21 de agosto de 1940 – 9 de octubre de 2019) los riesgos de las malas traducciones jurídicas, no lo era con los actores haitianos. Esto explica, en parte, el fracaso de ciertos proyectos de reforma…
Cierta noche de 1994, durante la operación militar «retorno a la democracia», unos individuos llevaron a una mujer a la comisaría de Cité Soleil. La principal acusación de los vecinos: la consideraban ser «bruja». Aquella noche, el intérprete encargado del canal Inglés-Creole-Francés estaba ausente. Tras la salida de los individuos acusadores, pregunté al sargento mayor, jefe del puesto, si podía concederme una entrevista, en mi inglés jurídicamente insuficiente, desde mi punto de vista. La señora, de unos sesenta años, no era una bruja. La vida real le daba unos 15 años más y tenía el aspecto de una campesina endurecida, con un increíble espíritu de lucha para superar calamidades inimaginables. Nuestro deber es enviarla a casa a las 6.30 de la mañana, a plena luz del día. Con una patrulla bien armada, archivando así el malentendido para el vecindario. Cada barrio tiene su propia dinámica, entre clases sociales. El sargento me comprendió y nos pasamos media noche hablando de estos casos. Me sugirió, en conclusión, que aprendiera derecho. Efectivamente, la señora fue puesta en libertad a primera hora del día siguiente. Tuve la extraordinaria suerte de haber encontrado al buen interlocutor.
El pasado jueves 9 de junio, con motivo del taller sobre la normalización del creole haitiano, tuve el placer de comentar al gran pionero y lingüista Pauris Jean-Baptiste que «las batallas en torno al creole son tan complejas como lo fueron las de la independencia».
