Leonel Fernández ganó y a los dos días de tomar posesión salí de mi oficina de Ferquido de la avenida Luperón. Vivo en Naco. Cuando llegué a casa me dicen que llamaron de la oficina para comunicarme que Danilo Medina, el secretario de la Presidencia del nuevo gobierno, había ido a la empresa buscándome y, como yo ya había salido, pidió mi dirección y se dirigía a mi casa.
Conocía poco a Danilo en ese entonces e incluso la última vez que lo había visto fue en una reunión con Participación Ciudadana en la que él se incomodó, pues algunos de los compañeros de la organización no partidista se excedieron con pronunciamientos que lo hicieron salir molesto de la reunión. No obstante, a mí me constaba que era una persona de mucho peso en el PLD y una persona firme y seria.
Cuando Danilo llegó a mi casa me informó que venía de parte del presidente Fernández para ofrecerme la dirección del Consejo Estatal del Azúcar (CEA), que había colapsado y estaba a punto de cerrar. "Necesitamos una persona de confianza, con capacidades administrativas, que pueda mantenerlo abierto y evitar que colapse", me dijo Danilo.
Aproveché su presencia para manifestarle mi indignación ante el espectáculo político del Estadio Olímpico con la presencia de Juan Bosch. Le expuse que eso nunca lo perdonaría y que por eso decidí no votar en la segunda vuelta. No, esos son problemas de política, me dijo, y empezó a hablarme, con el sentido práctico que le caracteriza, tratando de hacerme entender lo que se trató de una oportunidad para las fuerzas democráticas y que el PLD era un partido de principios firmes, por lo que creía que el gobierno de Leonel Fernández representaría un avance. —"La gente como tú tiene que apoyar y hacer un esfuerzo para que se consolide. Por lo menos reúnete con el presidente", me subrayó.
Acepté. Fui a ver al presidente al otro día, me recibió y le dije que tenía muchos compromisos con el sector privado y estaba desempeñando un rol en la sociedad civil. Leonel me explicó la situación del CEA y que le parecía muy difícil encontrar una persona que pudiera enfrentar aquel reto. "Nosotros sabemos de tus condiciones y eres de confianza. ¿Cómo puede ser que alguien como tú, con toda la vida luchando, ahora que tiene la oportunidad de hacerlo, duda?", me planteó Leonel. Ahí me acordé de aquellas palabras de mi padre cuando le pregunté si aceptaba la Subsecretaría de Industria y Comercio que me había ofrecido José Antonio Najri. Y eso me sensibilizó y fue el principio del convencimiento de que debía aceptar la dirección del emporio azucarero estatal.
Leonel no había firmado el decreto cuando hizo llamar a la prensa para juramentarme, al parecer buscando evitar que yo me arrepintiera.
El compromiso que hice con él fue por un año, hacer la zafra con mano de mis primeros retos fue convencer a la directiva de los más de 180 sindicatos que existían sobre mi plan de trabajo y de la necesidad de despedir a una serie de personas que vivían del CEA sin trabajar.
Cuando vi la situación real en que se encontraban los ingenios y lo que se requería para hacer la zafra, entendí que se requerían medidas heroicas. El plan demandaba 650 millones de pesos, que eran menos de la mitad del subsidio del año anterior.
El presidente me respaldó otorgándome todos los poderes que necesitaba, incluso la libertad de designar al personal sin obedecer a razones políticas.
Uno de mis primeros retos fue convencer a la directiva de los más de 180 sindicatos que existían sobre mi plan de trabajo y de la necesidad de despedir a una serie de personas que vivían del CEA sin trabajar.
Me reuní con los sindicatos del CEA y les dije seriamente que había dos alternativas: o hacíamos la zafra en las condiciones que yo les iba a plantear o cerrábamos los ingenios. Les expliqué que, si querían que los ingenios se mantuvieran, los que trabajaban ahí tenían que luchar por ello.
Habíamos determinado que había más de 4 mil personas que no trabajaban en el CEA, pero cobraban mientras los verdaderos trabajadores estaban amenazados por un futuro incierto. En la nómina de quienes recibían sueldos sin trabajar figuraban choferes, empleadas domésticas, parientes y relacionados de muchos legisladores, autoridades municipales, funcionarios locales y nacionales, entre otros. Los sindicatos me apoyaron.
Durante todo el período que estuve en el CEA, aunque a veces hubo negociaciones algo ríspidas, la única huelga que me hicieron por dos días la hizo el Comité del Partido de la Liberación Dominicana en San Luis, solamente ellos, y porque querían que yo nombrara personal que no necesitaba en el ingenio de esa localidad.
Quienes entraron a trabajar en ese período lo hicieron mediante concurso, como se hace en el sector privado.
Se hizo la zafra, se vendió a buen precio y se hicieron buenos contratos, mejores compras y hasta sobró dinero.
Al cumplir el año de mi gestión en el CEA llevé mi renuncia al presidente, como estaba previsto. "Hasta aquí llegué, el contrato de nosotros era por un año, me voy a la empresa. Le recomiendo que el CEA sea sometido a los procedimientos que establece la Ley de Reforma de la Empresa Pública. —Hágalo usted", me sugirió Fernández. Le dije que sí porque entendía que esos retos requerían personas valientes para llevarlos a cabo.
Extractos editados de mi libro “Relatos de la vida un desmemoriado”.