Era por aquellos años, antes de los noventas, se había organizado algo así como una exposición de libros dedicada a Juan Bosch, de repente en el lugar del evento, mis compañeros de clase & yo, con el uniforme del colegio puesto, nos deslizamos libremente por la Preciosa Biblioteca la Progresista de La Vega. Era el lugar perfecto para acudir después de clases todos los días, pues estando frente al parque Duarte y la entonces en obra de reconstrucción de la Catedral Vegana, podías tener un encuentro con otras culturas, otros pensamientos, y otros mundos a través de los libros. 

Llegó entonces el día que el personaje esperado visitó esa especie de feria de libros, era él, en persona, el profesor Juan Bosch; el mismo que había sido presidente de la República Dominicana. Autor de varios libros que, a entusiastas soñadores, como yo, nos pusieron a soñar; nunca conocí a García Márquez, ni a Neruda, ni a Facundo Cabral, ni mucho menos a Miguel de Cervantes; pero estaba cerca de uno de los miembros exclusivos de ese club de literatos dorados, cuya menta plasmada en sus escritos, formaron muchas filosofías y credos, sobre todo aquellos que al leer tanto, son los llamados: “los que se dan cuenta”.

Sin muchos miramientos y obviando el protocolo, le espeté alzando la voz: “don JuanBó”, aquella tarde veraniega, Vegana, cuyo calor solo podía ser vencido por la chabacana característica que el señor siempre vestía; … lejos de ser un atrevimiento de un imberbe, aquel lindo viejo querido, se volteó instantáneamente hacia mí, y me creí visto por un gran Dios del Olimpo y se dirigió hacia mí preguntándome mi nombre. 

De repente, el acto, en el que en ese tiempo ni existía internet, ni redes sociales, quedó. Relegado a que el protagonista se dirigía a un niño soñador que pensaba que el mundo era tan bello como los libros de Julio Verne. Extendiendo su mano me dijo:

–  Hola mi hijo, ¿Cómo estás:? 

– ¿Cómo te llamas? 

– ¿Cuál es tu apellido? 

De repente, y no pude evitarlo, le dije, – profesor, soy un asiduo lector junto a mi madre de sus bellos escritos plasmados en libros. A lo que aquel gran escritor dominicano, inmediatamente no pudo disimular una bella sonrisa, pasándome la mano por la cabeza. Me dijo que muchas gracias por leer sus libros, y que esperaba, luego que le dije mi apellido, y él identificara mis raíces Veganas, y que quería ser tan grande como él, me indicó que llegará tan alto como más yo pudiera soñar. 

Intenté que me firmara el libro que tenía mi madre hacía mucho, La mañosa, pero ante la multitud fue imposible; y no importa, había conocido a Juan Bosch. Y su consejo de soñar alto lo seguiría de por vida.