Un equipo de Arquitectura del Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo (Mepyp) ha presentado a la directiva de la Asociación de Pedernalenses Ausentes (Aspa) imágenes y argumentaciones breves sobre su idea de un proyecto de intervención de la simbólica calle Juan López, en Pedernales, tal vez la más ancha del país. Ha dicho que el objetivo es agregarle valor y crear un espacio ciudadano alternativo de paz para reuniones, juegos infantiles y de adolescentes y venta de alimentos, bajo los preceptos del urbanismo táctico.

En tanto reclamante durante años de la puesta en valor de esa vía, residente de toda la vida e hijo de familias tradicionales de allí, fui invitado para las dos de la tarde del 7 de octubre,  junto a la Aspa representada por su presidenta Ruth Villegas y una comitiva.

En aquel escenario del Mepyd reiteré la reflexión y dudas sobre las perspectivas de éxito de un proyecto de esa envergadura solo a partir de buenas intenciones, información superficial y el derecho de la autoridad al uso de los espacios públicos.

El director de Políticas de Desarrollo de la Zona Fronteriza, Erick Dorrejo, convocó        para presentar una secuencia de fotografías sobre cómo quedaría el lugar tras la terminación de un proyecto que sería diseñado en el marco del programa interuniversitario para el desarrollo urbano de la región. Se auxilió de las arquitectas Kirsis Roa y Anleysi Brito, y el analista sectorial para la provincia, Erick Pérez.

Fue impactante y persuasiva la visualización de las experiencias de proyectos similares desarrollados en Estados Unidos (Seattle, Asheville, Brooklyn, Philadelphia y Florida). Cualquier desprevenido quedaría ensimismado y predispuesto con cualquiera que ose siquiera dudar de aquella hermosura.

Fuera de dudas la sencillez y empatía de los anfitriones, inusual en funcionarios. Celebro su espíritu de diálogo, que percibo transparente.

Pero en el fondo de la idea de proyecto hay variables determinantes que no dependen de su bonhomía ni de sus capacidades técnicas ni de su actitud de escucha; por tanto, deberían estar sobre la mesa de pedernalenses con capacidad de pensamiento crítico para barajar y recomendar mejoras u otras soluciones.

El viejo predominio de la planificación normativa y del enfoque de difusión de innovaciones, superado hasta por sus originales propulsores, aún pendula sobre las ejecutorias del Gobierno central y demás instituciones del Estado dominicano.

En el mundo hay antecedentes sobre fracasos estrepitosos de proyectos muy bien intencionados, pero pensados y diseñados en cuartos fríos a partir de información insuficiente, o de caprichos personales, o consultas de cumplido, al margen de diagnósticos reales de las comunidades beneficiarias.

Guardando la magnitud, nos podría servir como referente el gran proyecto urbanístico Pruit-Igoe, diseñado por el arquitecto japonés Minoru Yamsaki (mismo del Word Trade Center)  y desarrollado entre 1954 y 1955 en la ciudad San Luis, Misuri, Estados Unidos para sacar de la absoluta pobreza y del hacinamiento a decenas de familias.

Poco tiempo después, el desorden fue mayúsculo e irresistible y, antes de cumplir veinte años, la tarde del 16 de marzo en 1972 fue demolida la primera de 33 torres gigantes por disposición del gobierno federal.  https://es.wikipedia.org/wiki/Pruitt-Igoe.

El ambicioso desarrollo urbanístico fue levantado soslayando el diagnóstico y la planificación situacional. Es decir, era una obra para el barrio, pero lo construyeron al margen de los intereses sociales, culturales y económicos de los comunitarios que lo habitaron.

Antes y después de Pruitt-Igo hay en América y el Caribe miles de ejemplos de fracasos provocados por la misma inobservancia.

En República Dominicana los ejemplos abundan y van desde pasos peatonales sencillos o lujosos que los transeúntes apenas usan, hasta celebrados proyectos urbanísticos como La Nueva Barquita, hecha para sacar de la ribera del Ozama a familias empobrecidas y ponerlas a vivir dignamente. Ya medios de comunicación reportan problemas de convivencia e inseguridad.

En Pedernales no deberíamos ponernos anteojeras frente a esas experiencias, aunque estemos en creciente ebullición turística con el proyecto gubernamental para convertir la provincia en destino. Aprender de los errores de otros es una ventaja.

Así que a la aún tranquila calle Juan López (cuatro vehículos en paralelo, unos 700 metros, desde la 27 de Febrero, norte, hasta la Sánchez, sur) hay que cuidarla de la extrapolación del caos (teteos incluidos) ya instalado en el “Maleconcito”, el parque y su entorno.

Hay que profundizar la investigación antes de abocarse a cambios radicales que impacten su historia, como la idea de achicamiento, colocación de casetas, bancos y pintura sobre ella para juegos, solo con base en la garantía de cuido por parte del gobierno local. Pedernales no es Estados Unidos ni Canadá ni España. Tampoco Japón, Suiza, Italia y Singapur.

Mientras tanto, nada mal si se adoquinara, si le instalaran un alumbrado moderno y varias de sus viviendas se habilitaran para pequeños museos (fauna y flora, fundadores, atractivos), dulcerías, restaurantes típicos con gastronomía local, entre otras, operadas por los residentes, con cero bebentinas, cero ruidos, cero fumadera y cero basurales.

Quien sienta por esta provincia del extremo sudoeste, en la frontera con Haití, debe asumir una actitud proactiva en vez de caer en incondicionalidades y elogios estériles atribuibles al oportunismo personal.

Hablemos con los técnicos, critiquemos, propongamos alternativas. Lamentar luego del “palo dao” no exime de las culpas.