La memoria es una de las funciones cognitivas esenciales y en la mayoría de los casos es la primera de las capacidades afectadas en el deterioro cognitivo. Y, como sabemos, en el caso de enfermedades como el alzheimer es la afectación más grave. También se altera en las patologías psiquiátricas, como la depresión con niveles elevados de ansiedad, en situaciones de estrés y en la mayoría de trastornos mentales y neurológicos, como son los ictus y los traumatismos craneoencefálicos.
Es el síntoma que se nos plantea con más frecuencia a los psiquiatras en la consulta. “Tengo problemas de memoria”, “olvido las cosas”, “soy incapaz de recordar nombres y lugares”…, nos relatan, angustiados, nuestros pacientes, en su mayoría adultos jóvenes que acuden por problemas en el rendimiento en sus trabajos o sus actividades cotidianas, incluso en asuntos tan nimios como recordar fechas, nombres o dónde dejé estacionado el carro…
En cambio ¿nos preguntamos si tenemos demencia? ¿Si mi cerebro está funcionando adecuadamente? Ciertamente, tener conciencia de que se nos olvidan algunas cosas es un dato de benignidad; el problema, precisamente, es cuando no lo percibimos.
¿Por qué sucede esto? ¿Qué factores afectan a nuestro procesamiento de la información? Son múltiples, por eso hablamos de causas multifactoriales.
¿Cómo se construye la memoria y la recuperación de la información de actividades cotidianas? ¿Cuáles son factores que alteran está dinámica? La memoria es la base individual para ser. Nos ayuda en todas las actividades básicas de la vida diaria, es nuestra identidad. Es, también, una capacidad o función cognitiva básica íntimamente vinculada a la atención, gracias a la que somos capaces de captar y procesar la información del exterior.
Actualmente, con la cantidad de multifunciones, nuestro lóbulo frontal, el gran planificador, cada vez lo tiene más complicado. Nuestra atención está muy dispersa, es incapaz de almacenar tanta información, además de otras circunstancias, como los niveles de ansiedad y el estrés.
De manera inconsciente, nuestro cerebro distingue de entre toda la información cotidiana la relevante de la irrelevante y hace una selección: la segunda se descarta y la primera se almacena, para que luego podamos disponer de ella.
Las situaciones en que se puede alterar este proceso son cuando estamos más nerviosos, no comemos bien, tenemos anemia, el azúcar bajo o estamos deshidratados. El cerebro funciona con oxígeno y glucosa y el transportador de oxígeno en nuestro organismo es el glóbulo rojo. Por ello, cuando tenemos anemia, es decir, cuando los glóbulos rojos están en niveles muy bajos, nuestra memoria y nuestras capacidades cognitivas están alteradas. También los niveles bajos de azúcar pueden alterar nuestras capacidades; recordemos esa frase típica de nuestro país: “El mal comido no piensa”… Es cierto, las situaciones carenciales afectan directamente a nuestras capacidades.
Otro cuadro característico es el estrés, en el que nuestro organismo reacciona de tal manera que se desencadena una cadena hormonal de forma transitoria que altera el proceso de almacenamiento. El cortisol (conocida como la hormona del estrés) es una de las causantes de la alteración en nuestra atención y en nuestra memoria de trabajo.
Las capacidades cognitivas, dentro de las que se encuentra la memoria, están siendo alteradas cada vez de forma más precoz por múltiples factores, entre los que se encuentra el estilo de vida. Ante cualquier preocupación en este sentido, y antes de recurrir al Doctor Google, al vecino o al dueño del colmado, acuda a un profesional de la salud mental.