Hace 85 años un barco zarpó del puerto francés de Sete rumbo a México. Tenía un nombre de resonancias míticas o, mejor dicho, bíblicas, el Sinaia y estaba repleto de españoles que huían de la garra franquista.

Para estos exiliados políticos, el destino más cercano y seguro era Francia, hacia donde se dirigieron después de haber perdido la Guerra Civil. No obstante, allá los trataron de manera más que humillante, los metieron en campos de «internamiento». La belle et démocratique République, que se ufana de la Declaración de los Derechos del Hombre…, los tenía vigilados por el ejército; hacinados en unas playas gélidas; cercados por alambradas, como si esta gente fuera una amenaza, la cual habría de llegar más tarde, pero por el lado alemán. En fin, parece que me he ido por otro camino.

Entonces, para rememorar el Exilio Español, el colectivo Músicos sin Fronteras, que enarbola a la música como su mejor arma, ha organizado el programa Mejor un violín que un fusil y por eso ha cargado otro buque con miles de instrumentos musicales, que serán distribuidos entre los niños de los barrios pobres, violentos y olvidados de la geografía mexicana, como en la Sierra de Guerrero.

En efecto, la llegada de la musical carga está prevista para este verano y a decir de Jesús María Pinttu Alegría Urtiaga, presidente y fundador, es una manera de retribuir la generosidad del pueblo y del gobierno mexicano (presidido por Lázaro Cárdenas) que recibió en esos años aciagos a más de 20 mil españoles.

Cabe mencionar que antes, en 1937, había llegado otro barco, el Mexique, procedente de Burdeos con unos invitados inusuales:  456 niños entre 5 y 12 años. La Guerra Civil recién había comenzado y el Gobierno Republicano anunció un programa para una expedición «Temporal» a México; con la intención de protegerlos de la violencia y la muerte, pues pensaba –ilusamente– que ganarían en un suspiro y ese contingente infantil regresaría con los suyos. Sin embargo, es sabido que la historia fue otra: Derrota, cárcel, destierro. Con el tiempo se quedaron en la capital michoacana, donde crecieron e hicieron su vida, y así se les bautizó como Los niños de Morelia.

 

Por tales motivos, la asociación que preside Pinttu piensa en la infancia, piensa en estos pequeños del siglo XXI que recibirán no sólo un violín o una flauta, sino lecciones puntuales para que descubran otros sonidos del mundo y aligerar su dura realidad.

Según la nota de La Jornada de Laura Poy Solano, en el proyecto participan el Instituto de Música y Tradición García Blanco, Rafael Jorge Negrete (nieto del Charro Cantor) y Juanjo Bordés. Este último, es un enamorado de la música ranchera y comenta que en casa, su padre la escuchaba sin cesar. Incluso, él mismo entona canciones como ¡Ay Jalisco no te rajes! o El Rey, ataviado de charro con sombrero y todo, por supuesto: «El proyecto nace de pensar, junto con Rafa Negrete, sobre cuántos refugiados españoles fueron a México y se les ayudó. Y ahora nosotros podemos poner nuestro granito de arena.» menciona.

Siguiendo estas huellas, encuentro un video en el que Rafa Negrete y Bordés promueven un concierto para recaudar euros que se convertirán instrumentos, material didáctico y todo aquello que sirva a la difusión y al aprendizaje musical. Palabras más, palabras menos, el mexicano asegura que la música, además del aspecto lúdico, ayuda al niño a fomentar la disciplina, a desarrollar la memoria y el pensamiento abstracto; efectos que tienen un eco, una repercusión, en todo su ámbito familiar. No importa que en el futuro no se vuelvan músicos profesionales, serán sin duda personas conscientes, sensibles, solidarias, aclara Negrete.

Músicos sin Fronteras lleva más de veinte años con programas sociales-musicales, esforzándose para que nuestro planeta sea un sitio más llevadero. Por ejemplo, en Cabo Verde, que en otro tiempo fue un mercado de esclavos, ha desarrollado La Orquesta de la Libertad, enfocado en mujeres y niños.

En fin, como he dicho, será en junio cuando desembarque el cargamento y se empiece a regar un "mucho" de alegría, ya que el Instituto de Música Tradicional, además de contar con su propia orquesta ya sabe lo que es sembrar el gusto y el estudio musicales. De este modo, la excepcional asociación oriunda de Bilbao, espera que más niños se sientan como decía Fernando Z Maldonado, compositor de Hermoso cariño: con nuevo juguete, contentos y felices…