Si le hubieran dado escoger al cineasta Guillermo del Toro entre ganar la estatuilla Oscar o un mural de grafiti en Guadalajara, su ciudad natal, seguramente hubiera optado por lo segundo. Ahora bien, cuando se entere (si no es que ya lo ha hecho) que al final se quedó con ambos, imagino que festejará al estilo Jalisco: con tequilas, mariachis y tortas ahogadas a granel.

 

Un trío de artistas urbanos, precedido por Ezmyr, se armó de muchas, muchísimas latas de pintura y plasmó en las bardas de un estacionamiento del centro de la ciudad a Pinocho, a su amigo el mono Spazzatura y al Hada Azul.

 

Es un mural grande (4 x 15 metros), de colores sombríos, pero poderosos, que hace un guiño a la película estrenada en diciembre y que, según la información, la gente ya empieza a visitar como una atracción más de la capital jalisciense.

 

Los artistas del-no-pincel pasaron varios días para darle forma y vida a esos muros anónimos. Señalan lo mucho que les gustó la película, en particular la rebeldía de Pinocho o la forma en que se retrata la insuperable tristeza de Guepetto, quien ante la muerte de su hijo se pierde en los laberintos del alcohol. Por eso buscaron un par de paredes dónde expresar su gratitud.

Aunado a lo anterior, siempre será mejor ver el arte urbano o callejero que tener que soportar anuncios nefastos de esa bebida “refrescante” y ubicua cuyo nombre todos imaginan.

Por su parte Del Toro, contrario a la inmediatez y al acelere del mundo moderno, le dedicó quince años al proyecto. Quería demostrar que la animación no sólo es un recurso para entretener a los niños, sino que también es arte, también es cine, esto es, un medio para contar historias que atañen a la condición del hombre y por lo mismo, suelen ser profundas y misteriosas.

Además, el relato del niño de madera le tocaba personalmente desde siempre, tal y como se advierte en la dedicatoria a la madre quien, tristemente murió poco antes del estreno. Ella y yo somos los raros de la familia, compartíamos los mismos gustos (de películas, de esas que dan miedo) y de vez en cuando me regalaba muñecos de Pinocho, dice el director mexicano.

Supongo que el hecho de que la película haya inspirado a estos artistas urbanos a hacerle un reconocimiento colorido vale más que diez kilos de Oscar, y no lo digo solamente por lo devaluado que está esta ceremonia (que casi ya nadie ve y que se vale de artimañas ajenas al cine como la bofetada de Will Smith del año pasado, para que se hable de ella). Además, si algo le sobra al cineasta son premios, todos merecidos, aclaro, Cannes, Venecia, Berlín, etc., pero el fresco  es distinto, por su sencillez, por su autenticidad, por su franqueza solidaria…

Cuenta la leyenda que desde que era niño, a Del Toro le asustaban los monstruos, que no lo dejaban dormir, que le robaban la tranquilidad. Entonces se le ocurrió pactar con ellos y les prometió que serían los grandes protagonistas en sus películas. Así logró recobrar el sueño, sin sobresaltos ni pesadillas, me imagino. Por eso mismo en su filmografía, los llamados “monstruos” tienen un lado bueno, inocente, casi humano, pienso en el hombre-pez de La forma del agua, que termina enamorándose de la chica que cuida el laboratorio o del fauno aconseja a la niña.

 

El mexicano sabe que los monstruos de verdad no son los primos de Frankenstein ni los que se escapan de sus tumbas o aquellos con un par de cabezas, sino los que, por parecerse a nosotros, son horriblemente humanos. Ejemplos sobran: en Pinocho, el monstruo se esconde en la guerra primero y en el fascismo italiano después (guiado a su vez por ese otro monstruoso gurú, Mussolini). En otras, se incorpora en un capitán sanguinario, metáfora acertada del franquismo (El laberinto del fauno) o es la violencia misma de la Guerra Civil Española, en la que se desarrolla la historia de El espinazo del diablo.

Cómo frenar a esos seres que no dejan de espantarnos, se pregunta el director, señalarlos, acusarlos, quitarles la máscara, ¿es suficiente?, lo ignoro, por lo menos es un primer paso, eso sin contar lo bien que le sale hacer cine.