Los niveles de tensiones y estrés que viene experimentando el planeta Tierra, por la sobreexplotación de sus recursos naturales, fuera del marco de la sostenibilidad; y por ende de todo equilibrio que favorezca un medio ambiente sano. Debe conllevar a que la acción ambiental desde el punto de vista estatal, sea parte relevante de las estrategias de prevención y transformación de conflictos socio ambientales en el ejercicio de las políticas públicas.
Así también en ese mismo contexto, debe considerarse con igual similitud de trascendencia, la promoción, implementación, el mantenimiento y la consolidación de una cultura de paz por el medio ambiente.
En razón de que luchar por preservar un medio ambiente sano es un enfoque o principio importante de la paz, la seguridad nacional y los derechos humanos. Es que, indiscutiblemente, no puede existir una paz duradera y fecunda si se destruyen los recursos naturales que sustentan los medios de vida y los ecosistemas.
En este punto cabe alentar que grandes conflictos violentos en el futuro, tendrán su génesis en disputas por recursos naturales agotados.
Ya se puede observar en los momentos actuales, ciertas protestas sociales por la escasez de agua, por la manera despiadada en que matamos los ríos y sus afluentes; una pesada incertidumbre por los efectos adversos del cambio climático; efectos estos, que están presionando a desplazamientos masivos de personas. Pero, a pesar de esta realidad que se nos viene encima, se sigue permitiendo la ocupación e invasión de lugares de alto riesgo y vulnerabilidad.
También, se puede examinar una deforestación agresiva y sin juicio, que está provocando daños a los hábitats, una preocupante fragmentación y la sucesiva pérdida de biodiversidad; así como, la alteración de los ciclos del agua, la erosión del suelo y la desertificación.
Solo basta advertir cómo cada día nuestras montañas y cordilleras están más pelonas por un conuquismo y ganadería sin planificación y control.
Por lo tanto, como muy bien indica el documento Laudato si: “No podremos afrontar la degradación ambiental, si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”.
Todo lo mencionado anteriormente, atenta contra la estabilidad de cualquier nación. Entender que un deterioro ambiental progresivo pone en jaque el crecimiento económico y la calidad de vida de un país; y más cuando su principal economía proviene del turismo, como es el caso de República Dominicana.
De ahí es que, para el mantenimiento del desarrollo, la prosperidad y la paz, es elemental ocuparnos de fortalecer la seguridad ambiental dentro del ámbito de la seguridad nacional, con acciones que vayan dirigidas a la interiorización y toma de conciencia a la relación causa-efecto entre el problema ambiental y el conflicto que pueda derivar.
Por ejemplo, República Dominicana, no puede minimizar la gran amenaza que cierne sobre su soberanía ambiental, por el declive aparatoso del medio natural del vecino país de Haití. Esta tétrica realidad medioambiental haitiana, es y será, origen de conflictos y tensiones, que suscitan luchas por el acceso y control de determinados recursos naturales.
En ese sentido el Libro Blanco de la Defensa de República Dominicana contiene las respuestas y estrategias necesarias ante dicha problemática; además destaca cómo el medio ambiente es un elemento de interés para la seguridad nacional.
Es por ello y ante desafíos ambientales internos, como incendios intencionales, ocupación de áreas protegidas, destrucción de los bosques, la extracción ilegal de arenas de los ríos, entre otros ilícitos; es pertinente el reforzamiento activo, correctivo y preventivo de las Fuerzas Armadas, a fin de garantizar la anhelada seguridad ambiental.
Asimismo, es indispensable involucrar a la sociedad de manera corresponsable, mediante la concienciación que permita modificar favorablemente las pautas de comportamiento individual y colectivo de una forma moderada y sustentable.
Por cuestión de supervivencia y amor a las generaciones venideras, debemos entrar en la sintonía de estar a favor de un ambiente sano y la preservación de los recursos naturales; evitando esos constantes desafíos irreverentes y egoístas; ya que como muy bien manifestó Julio Verne: "podemos desafiar las leyes humanas, pero no podemos resistir a las naturales".
Finalmente, para poder lograr esos niveles de corresponsabilidad ambiental, urge la inclusión de la educación ambiental en lo formal y no formal; es decir en todos los diferentes niveles del sistema escolar y superior, a fin de concienciar y sensibilizar la sociedad dominicana. Claro está, es necesario educar, sin nunca obviar la aplicación del régimen de consecuencias ante los ilícitos ambientales. Porque "si la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia". (Paul Auster).