Me he dado cuenta de que la vida es corta, a los 50 años, pero también me he dado cuenta, de que la reflexión y el pensamiento se extienden infinitamente.

Me he dado cuenta de que la verdad como sistema asumido es una mentira.

Me he dado cuenta, igual, que la humanidad es una meta, lejos de ser alcanzada.

Me he dado cuenta, de que el amor verdadero es compasión al prójimo.

Me he dado cuenta de que la naturaleza del hombre es semejante en todas las etnias.

Me he dado cuenta de que vivir es más sencillo de lo que he hecho con mi existencia.

Me he dado cuenta de que la familia es una atadura impuesta, por la naturaleza y la moira.

Me he dado cuenta de que la maternidad es la única diosa, que emana amor infinitamente.

Y me he dado cuenta de que el ego es la sinrazón de cualquier animal humanoide.

Me he dado cuenta de que ni la ciencia ni la tecnología nos han hecho evolucionar emocionalmente en el millón años de existencia.

Por lo tanto, de que las reglas establecidas son camisas de fuerza, para no matarnos unos con otros.

Me he dado cuenta de que el dios dinero es el más venerado a pesar de la razón.

Me he dado cuenta de que los hijos son armas perfectas de manipulación desde su nacimiento.

¡Cuánto me he dado cuenta de que la política es una actividad siniestra, que nada tiene que ver con el buen vivir del hombre!

Me he dado cuenta de que los Diez Mandamientos siguen tan vigentes como cuando fueron creados hace más de 3,300 años.

Me he dado cuenta de que vivimos como locos apresurados y adelantados, hacia la irremediable muerte.

¡Cómo me cuesta darme cuenta de que somos cuerpos alimentados por la avaricia, las competencias y las culpas, que provienen de las estructuras sociales creadas e impuestas!

Me he dado cuenta de que mirar al otro y ponerme en su lugar es un acto desconocido por la mayoría.

Me he dado cuenta de que comunicar, dialogar y transmitir son acciones de sordos para la mayoría de los humanos, y que la lengua solo sirve para nombrar cosas.

Me he dado cuenta de que los juicios no siempre vienen desde nosotros mismos.

Me he dado cuenta de que somos lo peor que la naturaleza ha creado, pero también me he dado cuenta de que podemos ser lo más hermoso y trascendente.

Me he dado cuenta de que mi vida logra un pesimismo elevado, y empeora mi escepticismo a esta edad.

Sin embargo, me he dado cuenta de que somos muy débiles ante la necesidad de amar y ser amados.

Me he dado cuenta de que tengo el mejor de los regalos que la vida me ha otorgado, y es el darme cuenta.

Me he dado cuenta de que al vivir es mejor contemplar y callar para comprender, y he entendido de que las respuestas a mis preguntas nadie las puede responder.

Porque me he dado cuenta de que mi interior es virgen, para saber quién soy.

Me he dado cuenta de que existir es un regalo que valoramos en el atardecer de la vida, en cada flor, en cada amanecer, en la compañía de un amigo, en el agradecimiento, en el amor, en la sonrisa, en la paz.

Me he dado cuenta de cuánta vida perdemos volcados hacia el exterior, pendientes a los demás.

Me he dado cuenta de que el lucro y el negocio de cualquier índole están por encima del alma de los hombres.

Me he dado cuenta de que la guerra no terminará nunca. Somos animales aniquiladores.

Me he dado cuenta de que el hombre avanza hacia su propia destrucción, sin disimulo, sin tregua, con descaro.

Por último, me he dado cuenta de que cada alumbramiento es una repetición de una evolución estancada por el odio, la envidia descontrolada, la avaricia sin destino.

Todo esto nos apoca y encierra en un estado de barbarie.

Pero hay alguna que otra luz de esperanza.