En primer lugar, quisiera agradecer a mi viejo y querido amigo el señor Narciso Ramírez por ofrecerme a expresar mi humilde opinión sobre los conceptos del abogado Espinal Báez. No cabe duda de que el señor Espinal Báez es un profesional excepcional, experto en el campo del análisis de conflictos y conocedor de la realidad latinoamericana.Lo que dice y la forma en que lo dice me han hecho sentir un gran placer y agrado profesional e intelectual, además de que me ha brindado la oportunidad de conocer un punto de vista interesante е original. Me permito decir, con pleno respeto a su posision, que no la comparto en todos sus aspectos.Por tanto, señalaré las diferencias entre su punto de vista y el mío más admirando y disfrutando de la profundidad de su pensamiento que criticando su visión.

Creo que el principal problema del análisis del señor Báez tiene que ver con la tradición educativa y de investigación de los Estados Unidos, donde estudió y se especializó. Conflicto sistémico, construcción de democracia en sus formas de directa, representativa y deliberativa, resolución de conflictos cooperativa, la cultura de la competencia, el dialogo y la negociación, etc: todos son conceptos característicos de la escuela de Harvard, que hoy goza de una reputación internacional indiscutible.

Pero todos estos conceptos son aplicables al mundo occidental después del siglo XIX, cuando comenzó y en algún momento terminó el proceso de la construcción de las naciones. Donde se distinguen unidades políticas territoriales, llamadas estados, en las que se consolida una nación y tiene lugar el reconocimiento incondicional de su soberanía.

En Haití el proceso de la construcción de la nación no es tan avanzado como en los países de Europa y las Américas. En Haití no hay nación madura en el sentido moderno de la palabra precisamente porque la revolución haitiana de 1804 fue liderada por esclavos – personas que no tenían idea sobre que es la democracia, capitalismo, sociedad civil etc. – y no porque fue nacida con violencia. Lo digo con pleno respeto a aquellos valientes hombres y mujeres que lucharon por su libertad. La ausencia de una experiencia empírica no les permitió seguir el camino que los otros estados de América Latina siguieron, cuyos lideres revolucionaros de ellos eran en gran parte de Europa y por tanto, conocían todo lo que los esclavos haitianos no conocían. La conclusión que yo sacaría es que la realidad haitiana no se puede analizar con la ayuda de categorías que han surgido y se han formado en la base de una tradición política absolutamente diferente.

Haiti no es el único país que nació o sufrió violencia. Los países de Europa también han sufrido las bardaridades de los conflictos más sangrientos – las guerras mundiales y sin embrago, eso no les impidió superar su nefasta herencia y tomar el camino a la democracia, sociedad civil, negociación, forma de cooperativa de resolución de conflictos etc. Porque en estas habia naciones cuyas fuerzas internas les permitan volver a la normalidad. No es este al caso de Haití.

El error más grande de los estadounidenses es que planificaron sus intervenciones en Vietnam (a pesar que Kissinger lo explica de otra manera), en Iraq, en Afganistán como si en estos países hubiera naciones. Y cuando se dieron cuenta que no las hay, invirtieron inmensos fondos en construirlas – pero eso no es tan fácil, ni siquiera es cosa de 10, 15 o 20 años. Y se fueron sin lograr éxito alguno, derrotados y humillados.

Ahora, ¿qué es lo que vemos en Haiti? Falta de legitimidad y deconstrucción competa de las instituciones – como el señor Baez lo dice. Vemos unas maras que competen por el poder de forma violenta. Vemos una criminalización total del poder. En una palabra, vemos un estado fracasado. Si volvemos a la experiencia mundial, veremos que todos los estados fracasados son estados sin naciones, son estados – territorios, nombrados con el nombre del país.

Para mí, este es el caso de Haití.

Otro punto de desacuerdo. El Sr. Baez cree que la solución la pueden encontrar las elites políticas o lideres que se distinguían entre los que volverían desde afuera. Eso me parece demasiado optimista. Cuando grupos armados no estatales –ya sea que se les llame pandillas o insurgentes– desafían el monopolio de la violencia estableciendo control sobre territorio reclamado por el Estado, anulan el alcance de la ley en ese espacio. En estos casos, es necesaria una intervención militar para recuperar el territorio perdido y neutralizar las fuerzas hostiles.

La distinción entre grupos delictivos organizados y grupos insurgentes puede ser confusa. Los narcotraficantes en América Latina, más recientemente en Ecuador, han confundido tan evidentemente la distinción que los analistas los etiquetan cada vez más como “insurgentes criminales”. Las pandillas más prominentes y poderosas de Haití han emitido demandas políticas al mismo tiempo que llevan a cabo operaciones contra funcionarios, instituciones e infraestructura del gobierno. Estas son las acciones de los insurgentes que llevan a cabo una guerra urbana. Dado que las pandillas se conciben como empresas criminales, las contramedidas caen bajo el paraguas de la justicia y el cumplimiento de la ley; La lucha contra las pandillas, según el argumento, es competencia de la policía y los tribunales. Por el contrario, declarar la existencia de un grupo insurgente invoca las leyes de la guerra, una respuesta militar y los recursos y la estrategia concomitantes.

Es innegable que Haití es un Estado fracasado. Eso significa que no hay una próxima solución liderada por Haitianos. El único objetivo práctico de una intervención internacional sería revertir esta situación y reafirmar el control del país mediante la confrontación directa con los grupos armados, dejando de lado la complicada cuestión de determinar actores locales confiables para reconstituir un gobierno. Este es trabajo de los soldados, no de la policía. Recuperar territorio y neutralizar a los combatientes enemigos son acciones militares.

Para  mí, esta, por poco que me guste, es la única solución que la sociedad internacional debería de ofrecer. ¿Como la vamos a llamar? Peace enforcement? ¿O de alguna otra manera? No se. Talvez el nombre todavia no se ha inventado.

¨…. Gris, queridos amigos, es toda teoría, y sólo el árbol de la vida es verde.¨

Dra. Tatyana Dronzina

Profesora catedrática

Universidad de Sofia San clemente de Ohrida

Bulgaria