¿Puede el lenguaje prostituirse? ¿Hablar de prostitución de la discursividad política y estatal es una metáfora? ¿Cómo se ha corrompido el discurso estatal dominicano? ¿Es ingenua tal interrogación? ¿El discurso de Estado corrompe su propia práctica? ¿En qué medida el Estado-gobierno corrompe su propio discurso y sus estrategias de manipulación desde el poder?
Cabe suponer, habiendo, realizado las operaciones de relación, comparación y determinaciones de usos políticos e históricos los ejemplos de una información cuya direccionalidad tiende siempre a idealizar e ideologizar el interpretante incluido en la trama narrativa del discurso de Estado, pero sobre todo en su permanente oposición al discurso oprimido.
El hablar y hacer de cada intérprete político, así como el empleo reiterativo de fórmulas direccionales propias, caracterizan los enunciados previstos y advertidos en los casos que por decisión de los sujetos vinculados de forma institucional se imponen en la lógica política de un cuerpo estatal viciado por su propia historia. La alienación es interpretable en el uso y el engaño político, pero además, en el proceso de filtración ideológica y enunciativa, donde los actores institucionales representan e imponen sus tipos accionales, locutoriales, vinculantes y propios de dicho contexto de poder.
El “desasosiego” creado por los gobiernos dominicanos de las dos últimas décadas es propio de una práctica y estrategia de las negociaciones, acuerdos corrompidos y desacuerdos dentro de la propia narrativa interna de dichos gobiernos prostituidos y corrompidos. Las instituciones estatales son, hoy por hoy, el ejemplo más degradante de una realidad sociopolítica impuesta por una política de gobernanza evidenciada por sus imágenes, signos y hechos reales.
He aquí, y mediante la alienación producida por el desgaste del lenguaje, como el agente y el antiagente se devalúan, se venden y prostituyen su discurso. Pero también se hace visible cómo el discurso prostituye la fábula de los actores o sujetos políticos puestos en “situación de habla y acción”. A partir de las situaciones que se reproducen desde la visión intraburocrática del Estado-gobierno, los manejos de grupos cuya condición sirve de base a la expresión comprometida, los llamados niveles de interés, se socializan en sus diversos relatos, creando así una especie de diseminación ideológico-cultural con influencias en los diversos planos de la vida pública.
Se constituye de esta manera, un cuadro político donde el lenguaje “permite”, “remite” y crea sus niveles de persuasión mediante una lógica política de argumentación y una demostración abarcantes del juicio, el predicado defectuoso, explicativo y los tópicos del momento. Toda la llamada praxis democrática del Estado-gobierno se derrumba si se aceptan los cortes, los tonos, las estructuras funcionales y acuerdos dependientes de las acciones y los actos de corrupción y gobernanza. Estos, a su vez, materializan la hechura política.
Los tópicos y claves de la travesía política actual pertenecen a la red que totaliza o “ideologiza” el discurso del Estado-gobierno queriendo, a su vez, abolir el discurso oprimido. Pero este imaginario político reconstruido a partir del discurso de Estado ejemplificará su propia trama intentando desajustar los ritmos y estrategias impuestas por una inteligencia que actúa como fuerza de informaciones que se prostituyen en la medida en que avanza el final del periodo acordado de los cuatro años de gobierno.
Si no se reconoce la información totalitaria como parte de un programa de alienación del sujeto desde sus hablares, es porque entre la realidad, la lengua y los usos argumentativos existe una mirada ideológica particularizada por los diversos tramados y estructuras del momento político actual. El nivel de atención/comprensión se obtiene mediante un contrato sobreentendido de la comunicación-contaminación propiamente política y estatal.
En efecto, todo un conjunto interpretativo se construye desde la medialidad social y microaccional, reconociendo los espacios simbólicos y las diversas actividades del sujeto que no esconde sus temáticas y singularidades, por lo mismo que su intencionalidad política actual corrompe las miradas o direccionalidades del poder, su discurso del “desasosiego” político y coyuntural. La diseminación de un lenguaje de estereotipos mantiene el espacio locutorial hablado-escrito en una permanencia que se abre constantemente a una etapa dialógica muchas veces equivoca y estructurada por vacíos estadísticos donde no cuenta el sujeto cultural, habida cuenta de las caracterizaciones y formulaciones de una interacción viciada, debilitada y profusamente motivada por sus principales actores-agentes o cuerpos políticos en acción.
Presupone esta focalización un relato de contradicciones ennegrecido por el constante bombardeo y por la cohetería bélica de la información “totalitaria”, propiciada por un sistema de funciones comunicativas como forma no-neutral que empuja sus protocolos hacia las zonas de intereses dominantes provocando una reacción de las mayorías manipuladas y situadas de manera artificial en la “ecología” política y propagandística de la dominación. El rumor constituye entonces parte de la utopía que el sujeto pretende instruir desde su propia socialidad, entendiendo que existe una historicidad “espectral” de los signos políticos actuales.
Los fragmentos informativos y discursivos constituyen hoy una muestra palpable de la manipulación económica y política, a través del periodismo neoliberal impuesto bajo todas las máscaras posibles y en todos los actos corrosivos y corrompidos de la conjunción política actual. Constituye el imaginario político del discurso de Estado actual un arrojo hacia los intereses de sujetos representativos de una corrupción política socializada a partir de redes, claves y textos fabricados a través de formatos reciclados por fórmulas políticas ya conocidas.
Es desde este recorrido como se reconoce la pedagogía del despotismo y la “pedagogía del oprimido”. La primera instituye su eje de alteridad cínica como un efecto provocado, y la segunda instituye el rechazo y pretende la involución del estado de cosas justificado por la dominación y la oficialidad. Permiten las diversas singularidades de la cultura (que, a pesar de sus averías), impone la tradición de los signos e ideologías históricas, un marco de no-ruptura con la gobernanza actual. Se pretende una fractura y el desajuste de la dominación. Pero la concavidad y la convexidad de las perspectivas y relatos sociales reproducen un sujeto que asumiendo su lenguaje traduce la intencionalidad rebelde que responde a la acción de una visión ajustada de contexto crítico.
Ciertamente, la travesía de este lenguaje-sujeto construye su propia utilidad-alteridad, advirtiendo que todo segmento de relato, en el caso analizado, tiende a contradecir y señalar los actos de reconocimiento de signos autoritarios, deontológicos, administrativos, históricos y económicos, pues la diversidad como fuerza y movimiento posee, además, sus espacios de localización de fórmulas que autorizan los tipos pronunciados de respuestas.
Se trata, en cualquiera de los casos atendibles, de una trama discursiva cuyo fundamento es la coerción/corrección de mecanismos históricos y sociopolíticos estimables en la “lectura” o análisis del discurso político del Estado dominicano. Este proceso de pensamiento crítico supone sus “traductores” y pedagogos informacionales, que actúan bajo la influencia de una “ecología de la mente” política y del discurso, esto es, del discurso de la pluralidad. Estas dinámicas posicionan aún más la vertiente crítica de una información totalitaria o máquina de coerción.
El discurso de la crítica, en este caso, conduce a contestar los modos de presencia política y a conocer desde la comprensión del sujeto democrático los focos interaccionales que permiten la acción de las dos pedagogías ya mencionadas: la del oprimido y la de dominación. La ironía de la construcción informativa induce a rechazar tácticamente una lógica de la interpretación de mensajes dirigidos por los agentes, aparatos y antiagentes de la manipulación dominante, sobredeterminada por su propia inversión ideológica y política. Son estas las marcas, los tonos y relaciones que produce el discurso del Estado-gobierno como “gobernanza” actual. Se trata del Estado-gobierno rompiéndose por dentro, sus ministerios y demás instituciones mordidos por la misma boca y el mismo drama.