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Apenas ayer, sin exceptuar las conversaciones de sobremesa, el piano bar era el lugar de las confesiones de toda índole, desde el amor hasta los negocios, los turbios propósitos y hasta las maquinaciones políticas. Fue lo que siempre entendí como la filosofía del piano bar, posterior a la llamada filosofía de patio.

Ahora es el karaoke, cuando no el ruidoso colmadón, y la música de fondo es la bachata de múltiples sentidos, el ruido soez que imposibilita cualquier conversación y sustrae la intimidad porque allí todo sucede en voz alta, al desnudo y sin retórica.

Es la misma degradación que experimentan medios de comunicación como la radio y la televisión y esas redes sociales que han dado voz y libertad de expresión al reino de los imbéciles de este mundo. Es triste la manera en que las denominadas redes sociales fabrican personalidades y los apelativos que usan para identificarse, las poses, las vestimentas, el lenguaje, lo que allí se oferta y se vende, sobre todo en las cuentas de Instagram y YouTube. Engaños, calumnias, falsos rumores y noticias inventadas.

No solo la pandemia ha cambiado al mundo, sino también las redes, los ritmos musicales, la forma en que se visten los nuevos ídolos, quienes viven enfrenados, los del dembow, el reguetón, llámesele como quiera, da lo mismo, y se trata de movimientos internacionales también porque nada los distingue. El pantalón a media nalga a veces por debajo del pantaloncillo, lo soez, la controversia cuyo único sentido es buscar sonidos o Me gusta, cuando no son corazoncitos rojos. No es canción ni arte eso que graban, mientras hacen urticantes ostentaciones de abundancia, adecuado material para que la Dirección de Impuestos Internos (DGII) realice las pesquisas de lugar en cuanto a las recaudaciones públicas.

Mientras tanto, sigo siendo el mismo del piano bar (los pocos que quedan ya sin los happy hour) y allí comparto con amigos y conocidos, tomamos la copa, la salchicha o el chorizo picante, el pan tostado con ajo o remojado en salsa sabrosa, el buen cabernet sauvignon, la fragancia de la piel o el pelo de la mujer que nos acompaña y, por qué no, la momentánea nostalgia de otros tiempos, no los tiempos perdidos de Marcel Proust, sino los que ya han pasado como sucede siempre con todo lo que amamos.

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Ahora que el presidente Luis Abinader da indudables señales de agotamiento luego del fracaso de múltiples proyectos políticos y también por su equivocada actitud en la crisis con Haití, incluido el deprimente espectáculo militar, tanques de guerra, unidades con armas de alto calibre, helicópteros y aviones como los famosos super tucanos, falsas imágenes de país que sale victorioso de una guerra cuando en realidad no hubo guerra pero sí festejos del otro lado porque ni Abinader ni nadie pudo detener la construcción del canal que desvía las aguas del Masacre, bien le convendría al mandatario hacerse acompañar por algunos de los oligarcas a los que ha entregado la nación y darse una vueltecita por esos colmadones y karaokes para que ponga los pies sobre la tierra, hasta el momento el único lugar donde se puede vivir plenamente. Tampoco estaría de más que se llegara una noche por la 42 de Capotillo, ahora que empieza el otoño y el poniente empieza con sus colorido amarillo y rojizo preludiando en el tramo final del año. Escuchar lo que se dice en los supermercados y en los colmados de los barrios, en las farmacias y en los carros públicos, en las voladoras o en los autobuses de la Onsa, si no desea llegar hasta donde le dicen cirilo.

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Después de la concentración de la Fuerza del Pueblo en la plaza de bandera, el sábado último, el espectro político camino al próximo torneo electoral no es el mismo a ojos de buen cubero ni de los más enconados detractores y adversarios del doctor Leonel Fernández. Me remito a lo dicho por un experto y alto dirigente del PLD, Francisco Javier García, con vasta experiencia como jefe de campañas políticas. ¿Cree usted que fue exitosa la concentración de la Fuerza del Pueblo?, le preguntaron en un programa matutino, Claro que fue exitosa, confesó el miembro del comité político peledeísta y agregó, El que crea que no fue exitosa, que haga una concentración igual ahí mismo. Y lo dijo sonriente, celebrando, delatándose. A confesión de partes…

La percepción del desmesurado crecimiento del partido verde, con un líder incansable y miles de miles de seguidores entregados al  proyecto, había estremecido a la república con la larga marcha del mes de mayo. Escribí entonces, y repito ahora, que esta es la verdadera marcha verde, la de los auténticos indignados, no aquella, la otra que se vistió de tal y, tras sonar la campana, la mayoría de sus voceros y organizadores, tras guarecerse en embajadas y consulados, viceministerios y direcciones generales, se han cosido los labios, dije que la actividad de la Fuerza del Pueblo había sido la verdadera marcha verde, la de los auténticos indignados.

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Volviendo a la crisis con Haití es indudable que el orgullo y la palabra del señor Abinader ha rodado por el suelo, como sucede siempre que se actúa bajo emoción, a pesar de contar con el apoyo de los sectores sociales, claro, no como él ha pretendido hacerse un traje a la medida de sus inexplicables aspiraciones para usarlo en favor de su errada campaña reeleccionista cuyo sendero derrotista se evidencia cada día más. Habría que buscar con la linterna de Diógenes a los intelectuales dotados de una verdadera visión crítica comprometidos con el despropósito del actual gobierno, pero según las cosas habrá que seguir hurgando.

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Se ha destapado un nuevo escándalo de corrupción, uno de los tantos en distintas entidades del gobierno del cambio, esta vez en lo que ahora se llama ministerio de la Vivienda. Una vez más, el ministerio público tiene la oportunidad de demostrar la supuesta independencia y acallar a quienes afirman que es independiente para mirar a un solo lado y no a la circunferencia del escenario donde suceden. Los actos de corrupción en los gobiernos se conocen con certeza solo cuando estos cruzan a la oposición.

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Por último, lamento profundamente la muerte del doctor William Jana Tactuk, quien fuera uno de mis médicos, eminente profesional y ciudadano ejemplar. Paz a su alma y resignación a los deudos.