Núñez, en “Peña Batlle en la Era de Trujillo”, gastara su mejor pólvora para desligar a Peña Batlle de la matanza de los haitianos de 1937. Plantea que al interior del Consejo de Salomones existían cinco grupos conformados según áreas de incidencia, en una especie de división política del trabajo, de su exposición se desprende el siguiente cuadro:
Consejos de Salomones
Salomones: Manuel A. Peña Batlle, Moisés García, Porfirio Herrera, Carlos Sánchez y Sánchez, Ambrosio Álvarez Aybar, Arturo Despradel, Virgilio Díaz Ordoñez, Emilio García Godoy. | Área de influencia: Deslinde fronterizo y política internacional. |
Salomones: Jesús María Troncoso, Luis Julián Pérez, Temístocles Messina. | Área de influencia: Redención de la deuda externa. |
Salomones: Jacinto Peynado, Manuel Troncoso de la Concha, Telésforo Calderón, Joaquín Balaguer. | Área de influencia: La política interior. |
Salomones: Ramón Marrero Aristy, Héctor Incháustegui, Max Henríquez Ureña. | Área de influencia: Grupos obreros y organismos internacionales. |
Salomones: Paíno Pichardo y Virgilio Álvarez Pina. | Área de influencia: Gobernadores provinciales y diferentes sectores de la sociedad. (1) |
Para defender a su gloria intelectual de participar en el genocidio de 1937, Núñez se adhiere a la tesis ya citada: “En 1935 fue excluido de la Comisión por no haberse inscrito en el Partido Dominicano”; pero: “Se le incorporó como miembro de la Comisión Consultiva de Fronteras, después del canje de ratificaciones del Tratado de 1936”; por lo tanto, vincular la responsabilidad personal de Peña Batlle en la matanza es, para Núñez: “una manipulación histórica”, porque el responsable lo es el general José Estrella: “La decisión de Trujillo no obedecía a ningún cálculo intelectual. En aquel punto y hora tenía mayor influencia la camarilla constituida por José Estrella, general aguerrido, notabilísimo por sus crímenes escandalosos, y presiones que había generado una porción de su séquito militar, quienes para mitigar las malas impresiones que había generado en Trujillo su viaje de agosto y septiembre por la frontera norte, ejecutaron por orden del dictador con armas blancas (machetes, cuchillos y tridentes) a cientos de haitianos”.
Inocente palomita blanca: “Peña Batlle perteneció desde 1942 hasta 1952 a ese mentidero, de hombres dotados de sapiencia, que llevaron su bagaje ideológico, que contribuyeron a contener las extravagancias y los extremismos del régimen y que durante las grandes crisis diplomáticas lograron salvarlo del ostracismo internacional y obraron como un Consejo de Salomones”.
En opinión de Núñez los Salomones no tienen responsabilidad personal en la matanza de 1937: “Los acontecimientos que condujeron a Trujillo a ordenar la matanza de 1937 no obedecieron como se ha dejado entrever, en algunas insidiosas interpretaciones, a un plan preconcebido por los intelectuales”. Es que “no hay ninguna documentación (…) que demuestre que los intelectuales que se hallaban en el mando político tuvieron alguna responsabilidad en los acontecimientos ordenados por Rafael Trujillo en 1937”. En síntesis, la versión que Núñez sostiene es que “no había ninguna razón en los mentideros intelectuales que alimentara hostilidad alguna en contra de Haití, la amistad entre los intelectuales haitianos y dominicanos había alcanzado su momento de gloria en el Congreso de Cooperación Intelectual en el mes de marzo de 1937”.
Por lo tanto, la intelectualidad trujillista no le sugiere a Trujillo “semejante extravagancia”.
En concreto, los sabios no son responsables ideológicos del genocidio de 1937. Por el contrario: “En esas operaciones Trujillo echó por tierra todas las recomendaciones de los Salomones”. Los Salomones sólo fueron “hombres de gabinete”; esto es, simples e inofensivos burócratas que “no mantenían, ya en aquellos tiempos grises, una relación de superioridad con Trujillo sino de sumisión”, que “se enteraron de los hechos por los medios de comunicación”, y que actuaron después que la matanza estuvo consumada: “La actuación de los intelectuales se produce a posteriori, cuando la repugnancia generada por aquellos acontecimientos había puesto al Gobierno y a la nación en la picota internacional”.
La argumentación de Núñez es una pobre tentativa de ocultar los hechos, argumenta que Peña Batlle fue un Salomón sólo de 1942 a 1952, por lo tanto, en 1937 no era miembro del Consejo de Salomones y no podía ser consultado por Trujillo para el asunto del genocidio de haitianos de 1937, y que los responsables del hecho son otros. Sin embargo; hay suficientes indicios para hipotéticamente sostener la sospecha razonable de que Peña Batlle sí tuvo cierto nivel de participación consciente y voluntaria en el crimen del 1937. En primer lugar, su vínculo profesional/personal con el problema fronterizo dominico-haitiano, este era una cuestión clave para el nacionalismo dominicano, se estimaba que mediante la ocupación ilegal Haití crecía territorialmente a costa de nuestra soberanía.
La intelectualidad dominicana se dedica al estudio del asunto, uno de ellos fue Enrique Henríquez, uno de los mentores de Peña Batlle, y según se afirma: “Era el modelo de intelectual en el cual se veía proyectado Peña Batlle”. Bajo el influjo de ese interés por el estudio de la cuestión fronteriza dominico-haitiana, para 1924, Peña Batlle inicia el análisis del asunto, y, en poco tiempo se convierte en “la quinta esencia de toda una generación de intelectuales que sentía que debía emular el esfuerzo de aquellos hombres que le habían precedido en el combate por la preservación del territorio nacional”, esto fue asumido como “una misión secular”.
Peña Batlle sí fue un Salomón: “En 1936, por sus conocimientos de Derecho Internacional y sobre asuntos Haitianos, recibe el cargo honorifico de Miembro de la Comisión Consultiva de nuestra Cancillería” (2). Por eso es que las fuentes evidencian que para el momento del genocidio Peña Batlle sí era un Salomón activo, Bernardo Vega narra la cronología de la participación de Peña Batlle en los cargos oficiales relativos a los asuntos fronterizos, en 1929 Horacio Vásquez le nombra Presidente de La Comisión Delimitadora de Fronteras, cuando Trujillo asume el poder, “renunció públicamente a su cargo”, posteriormente “retiró su renuncia y siguió en sus labores de delimitación fronteriza”, antes, “en 1932 entrega un voluminoso reporte sobre el fin de su misión”. Pero: “Peña Batlle, dice la Opinión del 18 de octubre de 1937, asistió a la reunión de la Comisión Consultiva de Relaciones Exteriores convocada por el vicepresidente Peynado para tratar el conflicto de ese momento” (3).
Bernardo Vega afirma que en los días previos al Corte, entre el 14 de septiembre, y el 1 de octubre, los Salomones efectuaron varias reuniones: “Según la prensa dominicana, la Comisión Consultiva celebró una reunión el 14 de septiembre, precisamente durante uno de los ocho días en los cuales Trujillo estuvo en la Capital durante los meses de agosto y septiembre. También se reunió los días 21 y 28. Precisamente fue durante ese último día (…) que se inició la matanza. Otra reunión tuvo lugar el 1 de octubre, el día anterior a la fiesta en Dajabón donde Trujillo habló de matar haitianos y cuando la matanza se intensificó”.
¿Asistió el Salomón Peña Batlle a estas reuniones? Sí, la prensa de la época informa que el 18 de octubre del 1937 Peña Batlle “asistió a la reunión de la Comisión Consultiva de Relaciones Exteriores convocada por el vicepresidente Peynado para tratar el conflicto de ese momento” (4). Fernando Infante, acucioso investigador de la cronología de la “Era de Trujillo”, encontró en el periódico Listín Diario, 19/octubre/1937, una nota que decía que Peña Batlle asistió a palacio de gobierno a una reunión de la comisión de los Salomones de Trujillo: “En el despacho del Vicepresidente de la República se reunió la Comisión Consultiva Permanente de Relaciones Exteriores. Asistieron Dr. Moisés García Mella, Lic. Julio Ortega Frier, Rafael Augusto Sánchez, Gilberto Sánchez Lustrino, Porfirio Herrera, M. A. Peña Batlle, J. Humberto Ducoudray, y el Lic. J. R. Rodríguez” (5).
Héctor Pérez Reyes, íntimo de Peña Batlle, precisa que para que se comprenda “el papel que Peña Batlle (…) hubo de cumplir en defensa de los intereses dominicanos” (6) lo primero es que: “Al decidirse Trujillo a resolver el diferendo fronterizo con Haití, los servicios de Peña Batlle eran casi imprescindibles y se le integró a la Comisión Consultiva de la Secretaria de Relaciones Exteriores” (7). Es reiterativo: “Para 1937 Peña Batlle había sido llamado a formar parte de la Comisión Consultiva de Relaciones Exteriores y por sus experiencias como abogado y como miembro de la Comisión Delimitadora escogida por el presidente Vásquez en 1928” (8). Por lo tanto, es razonable concluir que Peña Batlle sí estuvo entre los Salomones consultados antes de “la triste, tremenda matanza de 1937. Atizada, ejecutada, por un régimen tiránico, fascista y racista”.
En segundo lugar, Peña Batlle apoyaba la política fronteriza de Trujillo: “La energía con que Trujillo reinició las negociaciones con Puerto Príncipe cautivaron a Peña Batlle, al extremo de que, sin participar del gobierno, apoyó el arreglo catastral que el dictador nuestro impuso al vitalicio presidente Vincent, lográndose, por fin, después de más de noventa años, que los haitianos se avinieran a trazar la frontera sobre el terreno. Peña Batlle sintió en sus manos y en su corazón cómo se burlaron los haitianos del acuerdo Vásquez-Bornó, y aplaudió el hecho de que se respetaran Pedernales, el camino real de Bánica a Restauración y el Masacre, como los puntos maestros para el trazado de los límites conforme al “status quo post bellum” del acuerdo de paz de 1856” (9).
En tercer lugar, está la valoración que Peña Batlle tenía del genocidio: “Ese hecho lamentable se inscribe (…) en el rosario de masacres que se cuentan en el proceso de ocupaciones haitianas y en las reacciones defensivas de los dominicanos” (10). Antes, durante y después del genocidio la intelectualidad trujillista cumplió su rol: “La masacre fue la empresa intelectual que empleó a fondo a la casi totalidad de los intelectuales orgánicos del trujillismo” (11).
Pero se avergüenzan de ello con argumentos sosos, afirman que los intelectuales fueron obligados a enrolarse en el trujillismo y que durante el régimen fueron un factor de moderación. Balaguer es quien aporta el argumento y dice que entre los trujillistas “hubo muchos que abrigaron sentimientos liberales y que mantuvieron viva, en plena dictadura, su sensibilidad democrática” (12) / “La mayor parte de los antiguos colaboradores de Trujillo aceptaron al hombre como se aceptan los decretos de la fatalidad, como se acata el destino; pero repudiaron sus sistemas e hicieron cuanto estuvo a su alcance para disminuir los efectos sobre el pueblo dominicano de ese cataclismo inevitable” (13). En el discurso de Balaguer, Peña Batlle es un ejemplo de esos “trujillistas liberales que mantuvieron viva, en plena dictadura, su sensibilidad democrática”.
Referencias:
1 Fuente: Manuel Núñez (2007), Peña Batlle en la Era de Trujillo. P.425. Nota: Sobre la participación de Peña Batlle en el “Consejo de Salomones” / “Consejo de Sabios”, posteriormente, Manuel Núñez aclara que esta se produce “desde su entrada al régimen”, y como esta entrada, según Núñez, tuvo lugar en 1942, Peña Batlle queda excluido de toda responsabilidad en el genocidio. Ver: Manuel Núñez (2011), Peña Batlle (1902-1954), historia e ideología: un combate encarnizado. En: Los días alcionios. P.488.
2 Bernardo Vega, (1987), El Peña Batlle sobre el cual no se escribe.
3 José I. Cuello (1991), Sobre las generaciones perdidas. P.42.
4 José I. Cuello (1991), Sobre las generaciones perdidas, P.42.
5 Fernando Infante (2007), La Era de Trujillo: Cronología Histórica. T. I. P.237.
6 Héctor Pérez Reyes (1995), Mis Dominicanos. T. I. P.179.
7 Héctor Pérez Reyes (1995), Mis Dominicanos. T. I. P.182.
8 Héctor Pérez Reyes (1995), Mis Dominicanos. T. I. P.179.
9 Héctor Pérez Reyes (1995), Mis Dominicanos. T. I. P.178.
10 Héctor Pérez Reyes (1995), Mis Dominicanos. T. I. P.179.
11 Andrés L. Mateo (1996), La masacre de 1937…P.150.
12 Joaquín Balaguer (1983), Entre la Sangre del 30 de mayo y la del 24 de abril. P.192.
13 Joaquín Balaguer (1983), Entre la Sangre del 30 de mayo y la del 24 de abril. P.193