Es imposible escribir la historia política e intelectual dominicana sin la figura de Manuel A. Peña Batlle, ahora bien; su pensamiento y conducta política generan “un combate encarnizado”, provocado porque sobre él cae el baldón de ser “el más sagaz y decidido intérprete de las ideas políticas de Trujillo” / el “colaborador incansable de Trujillo”, el apóstol del trujillismo.
Manuel Núñez estudia la “vida breve y sustanciosa” de Peña Batlle, este es su tema “escogido como buque insignia” de su trabajo intelectual y, a su vez, tiene “la ambición” de que esa biografía se constituya “en una historia de los intelectuales durante la Era de Trujillo”, Núñez procura hacer “la biografía intelectual del historiador” y lo hace con “estilo de un abogado defensor, de un hombre enfrentado ante el tribunal de la historia”.
De este modo, Núñez se lanza al “combate encarnizado” que provoca Peña Batlle, lo hace en defensa del núcleo duro del pensamiento social y político del historiador estrella de la dictadura trujillista: hispanidad, el culto a la personalidad del jefe, el catolicismo y el nacionalismo/racismo anti haitiano, su conclusión la ofrece tempranamente, entiende que Peña Batlle no se merece “el juicio lapidario con que una porción de los intelectuales le ha juzgado. No merecía las deformaciones de su pensamiento”.
Nuestra interrogante es: ¿Cuáles son los métodos Y técnicas utilizadas por el abogado para defender a Peña Batlle del lastre trujillista? Nos centraremos en demostrar que los métodos, técnicas y estrategias utilizadas por Núñez son meras argucias basadas en varios puntos básicos: la descalificación intelectual, ideológica y ética de los críticos de Peña Batlle (la barra acusadora), la clasificación de los intelectuales durante la Era del Jefe, la integración de Peña Batlle al trujillismo, la cuestión de la posible responsabilidad histórica de Peña Batlle en el genocidio de haitianos en 1937, y, por último, la negación de la existencia de la ideología trujillista.
He aquí las argucias utilizadas por Núñez en su defensa del trujillista Peña Batlle: Argucia No.1: La descalificación intelectual, política y ética de los críticos de Peña Batlle. En el 2005 Núñez publica “La supervivencia de la mentalidad autoritaria”, analiza la relación entre los intelectuales y el poder / la política, el análisis parte de dos premisas, la primera es el principio político de que en democracia existen las libertades de pensamiento, de conciencia y de culto, se trata de derechos civiles y políticos, en virtud de lo cuales todo ciudadano, incluyendo los intelectuales, tienen el derecho de manifestar públicamente preferencia o adhesión por cualquier opción política, filosófica o religiosa.
Desde esa óptica, para Núñez los intelectuales, en particular, son individuos portadores de ideas que propenden a la racionalidad y “lo que se pide a un intelectual es que proclame las ideas” / “Que fundamente las ideas en la argumentación, en el dato, en el conocimiento” / “Que se comprometa con un espacio plural”, por lo tanto la relación entre los intelectuales y el poder se basa en el principio de libertad política; consecuentemente ante la opción ideológica del intelectual no cabe la crítica. La segunda premisa es el reconocimiento de “la existencia de una cultura autoritaria” / “tradición autoritaria” en nuestra historia política: dictadura haitiana (1822-44), Santana/Báez (1844-66), Lilís (1882-99), Cáceres (1906-11), dictadura militar yanqui (1916-22), Trujillo (1930-61), Balaguer (1966-78). La conclusión es que todo ese pasado de poder autocrático “podría haber servido para apuntalar la idea de la supervivencia en nosotros de una cultura autoritaria”.
En efecto; para Núñez los intelectuales que critican a Peña Batlle son “una oligarquía de amigos y asociados, que se ha llamado a sí misma la sociedad civil o la conciencia nacional o la opinión pública” / “un grupito de ciudadano cuyo narcisismo, petulancia y sobreestimación personal los ha llevado a considerarse próceres” / “unos supuestos sacerdotes que elegirían (…) cual debería ser” el “comportamiento político” de los intelectuales, pero, en realidad, son unos intolerantes, a los que ve como continuadores de “la cultura autoritaria” / “tradición autoritaria”, ellos expresan “La supervivencia de la mentalidad autoritaria”.
Según Núñez el accionar de este grupo de intolerantes está orientado por las concepciones de Gramsci del intelectual orgánico y del intelectual comprometido de Sartre, el programa de estos intolerantes es la “proclama que todos aquellos intelectuales que militan en la acera contraria deben ser desacreditados, vapuleados con una salva de insultos zafios y humillados porque no opinan con arreglo al Santo Oficio de la sociedad civil”. De este modo: “La primera víctima es (…) es la tolerancia”, ya que este “grupito”, en “una clara manifestación de intolerancia”, “por el sólo hecho” de que el intelectual se incline “a favor de una que otra opción política”, pretende despojar al intelectual del “derecho de poder proclamar abiertamente sus preferencias políticas. Derecho (…) que la sociedad le concede sin pugnas ni discusiones a todos los ciudadanos”, ese “grupito” lo que quiere “es despojar a los intelectuales de sus derechos civiles y convertirlos en instrumentos de esa oligarquía. Menuda manipulación”. La reflexión de estos intolerantes “parte de la falacia de que las únicas adhesiones políticas desinteresadas y pulcras son las propias y que las ajenas carecen de principios, de ética, de pulcritud y representan el envilecimiento intelectual” y eso es “un ataque al pluralismo”, esa es “la intolerancia de las mentalidades totalitarias”.
Núñez idéntica la ideología política y el método de los acusadores, en cuanto a la ideología expresa que: “Los juicios que se han vertido sobre el historiador se hallan ligados a la agenda política de los hombres que tomaron el mando generacional, tras la decapitación del régimen de Trujillo en 1961. Muchos de ellos, se hallaban comprometidos con la destrucción del sistema económico. La mayoría fue presa de una ideología anticapitalista, se hicieron enemigos jurados de la democracia capitalista”, son marxistas ignorantes: “Todos estos trovadores basan su legitimidad en el dominio de un vocabulario, de una monsergas marxistas, una capacidad para embrollar el discurso que representa, para ellos, el rostro mismo de la ciencia”. Son “mitómanos” que se basan en “enfoques imaginarios”, intelectuales inútiles y fantasiosos que “se inventaron la ficción de que Peña Batlle destruyó la escuela hostosiana. Una mentira que mucha gente propala sin sonrojo”, se han inventado un enemigo interno: “la idea de que el trujillismo está vivo”, con el objetivo de “apandillar y cohesionar sus huestes”, son “inteligencias envenenadas” / “capilla de intelectuales” que, además de marxista, es una “legión de enemigos del ideal nacional”, están “comprometidos con el antinacionalismo, que desprecian los resultados históricos de la gloriosa gesta del 1844, que nos independizó de Haití”.
Núñez sostiene que el método de estos acusadores de Peña Batlle ante el tribunal de la historia descansa en la ignorancia, el insulto, la distorsión de su pensamiento, la difamación historiográfica y en la falta de patriotismo: “No afirman sus teorías; no explican sus pareceres y convicciones; se dedican a mancillar las reputaciones de los demás”, “no tienen las ideas suficientemente claras”, no “les preocupa dar fundamento teórico a su derrotero. Se mantienen naufragando en la vaguedad”.
A Peña Batlle “se le ha querido sepultar”, pero sobre la base de consideraciones que “son hijas del desconocimiento y de la falta de investigación”. Son unos ignorantes que critican a Peña Batlle, sin ni siquiera tomase la molestia de leerlo: “el sanedrín que lo ha juzgado (…) ha sustituido con sus juicios severos la lectura de sus obras y de la copiosa documentación que nos legara”. Los críticos se valen del insulto: “no le han ahorrado insultos y ultrajes”, a Peña Batlle “se le ha bombardeado con una salva de ultrajes personales y descalificaciones zafias”, estos intelectuales “ultrajan con insultos zafios a los que no piensan como ellos”.
Y, el otro recurso que utilizan es la difamación historiográfica / la distorsión del pensamiento de Peña Batlle: “Se le tilda con un manto de reticencias patéticas, se le mancillado con un pensamiento monosilábico, con fabulas, con discursos que no ha sustentado. Muchas de las cosas que le han indilgado acaecieron cuando Joaquín Balaguer, Rafael Bonnelly, Oscar Roble Toledano y otros eminentes intelectuales se hallaban en el apogeo de su gloria; fueron promovidas por estos. Y sin embargo, éstos aparecen sobreseídos de esas responsabilidades”. La confrontación ideológica es presentada como un asunto de patriotismo; mientras el pensamiento de Peña Batlle es caracterizado como un fervoroso patriotismo/patriotismo cerrado e intransigente, “anclado en un ideal patriótico”, sus acusadores son “una capilla de intelectuales, comprometidos con el anti nacionalismo, que desprecian los resultados históricos de la gloriosa gesta del 1844, que nos independizó de Haití”, se oponen a los ideales nacionalistas, “combaten y desprecian a los nacionalistas”, “no se atreven a confesar su anti nacionalismo”.
Una vez que el abogado defensor ha establecido la descalificación intelectual, política y ética de los acusadores de Peña Batlle, concluye al fondo: “Todos estos trovadores” que “echaron canas apoyando el totalitarismo soviético y sus variantes en el resto del mundo”, que “basan su legitimidad en el dominio de un vocabulario de unas monsergas marxistas, una capacidad para embrollar el discurso que representa, para ellos, el rostro mismo de la ciencia”. Este grupo está descalificado para toda crítica ya que ellos se han pasado la vida “defendiendo desde las universidades, desde los partidos totalitarios o desde los partidos universitarios, sociedades de partidos únicos, dictaduras celestiales, justificadas por la aplicación de una ideología milagrosa”. Ellos que “han sido doctrinalmente autoritarios” / “los padrinos de esa dictaduras que han fracasado radicalmente en toda la tierra; los que ha aplaudido los fusilamientos, las encarcelaciones, la supresión de elecciones, la eliminación del pluralismo político, la supresión de la libertad de asociación y de la libertad de expresión”, esas: “No son (…) las personas para liberar a la sociedad dominicana de la llamada tradición autoritaria”.
Ese grupo “no puede erigirse en profesores de una democracia que despreciaban, que desacreditaban (..) y menos convertirse en tribunal que expida un certificado de democrático o de autoritario”. En síntesis: “El tribunal que juzgó al historiador Peña Batlle, compuesto principalmente por aquellos intelectuales que echaron canas apoyando el totalitarismo soviético”: “no tienen ninguna superioridad moral sobre la generación atrapada en el régimen de Trujillo”.
Notas: Los trabajos de Manuel Núñez utilizados en esta serie de artículos son: ‘El ocaso de la nación dominicana/2001’. ‘La supervivencia de la mentalidad autoritaria/2005’. ‘Peña Batlle en la Era de Trujillo/2007’. ‘Peña Batlle historia e ideología/2011’.
Argucia: un “truco o acción astuta para logra algo. Argumento falso presentado con aire doctoral”. Sinónimos: Treta, artimaña, tergiversación, sofisma, sutileza.