«La sociedad rechaza a los elementos incompletos lo mismo que la Naturaleza hace perecer las criaturas endebles o mal conformadas» -Honoré de Balzac-.
Carolina Mejía, Kelvin Cruz, Rudy González, Altagracia Herrera de Brito, y un largo etcétera de autoridades edilicias electas en la boleta del oficialista Partido Revolucionario Moderno en las pasadas elecciones, constituyen en la actualidad, la simbología del cambio en materia de ejecución presupuestaria municipal. Esto, lógicamente, mantiene a dichas autoridades locales con simpatías y aceptaciones favorables frente a los ciudadanos que decidieron salir de la peste morada y dar paso a una manera transparente y eficiente en el manejo de recursos públicos.
De igual forma, fue electo con un porcentaje asombroso el artista, compositor y exdiputado Manuel Jiménez; quizá la apuesta más importante de cara al sostenimiento, en esa fecha, del liderazgo del entonces candidato a vencer Luis Abinader, toda vez que, la plaza que hoy ostenta el tozudo genio del arte representa la demarcación de mayor potencial electoral del país. Sin obviar, que su ascenso constituía salir de una administración marcada por múltiples escándalos, señalamientos de corrupción y el debilitamiento de la maquinaria danilista, para dar paso a una gestión que suponíamos diferente, eficiente y cercana.
Aunque este había salido de las entrañas del PLD, en 2015 optó por abandonar a sus correligionarios, producto del desencanto que le causó la imposibilidad de representar la candidatura municipal de su antiguo partido, por años en manos del fenecido Juan de Los Santos y sus colaboradores más cercanos. En ese ínterin, el poeta concitó el interés de pequeñas agrupaciones, movimientos electorales y partidos políticos emergentes y de las autoridades del recién constituido PRM, partido que, a pesar de haber escogido a Domingo Batista como candidato, sus dirigentes apostaron al éxito de Manuel, vencido por Alfredo Martínez y victimizado por un proceso a todas luces fraudulento.
Fueron sin dudas las elecciones del 2016 una consolidación de la propuesta que nos hizo creer a los munícipes de Santo Domingo Este, en la articulación de un conjunto de políticas públicas dirigidas a la concertación de todos los sectores sociopolíticos de esa demarcación, para posteriormente convertirnos en lo que éste había denominado una Ciudad Justa y Creativa. Anhelos estancados en la irreverente figura del alcalde, sordo, ciego y mudo frente a sus electores e irreverente frente a los partidos y agrupaciones que prestaron sus marcas para construirle el muro que nos mantiene apartados del desarrollo.
Aquella ciudad modelo en la que cimentó su laxo discurso y envolvió su insípida apariencia, no ha sido más que fiasco propagandístico expuesto al conjunto social, una estafa al presidente de la Republica y un engaño a los perremeístas, quienes deben cargar con la culpa de un ingrato que no ha sabido valorar el sacrificio que significó construir un Partido que mantenga viva las llamas del peñagomismo auténtico. La ciudad, muy a pesar de los esfuerzos que hace el ejecutivo para para balancear la mala gestión de Manuel Jiménez con el buen gobierno de Luis Abinader, dista mucho de la justicia y escasean soluciones creativas.
Se dice en los coloquios del municipio que el talento del trovador no ha podido escapar de las cuerdas de su guitarra y que ha quedado enredado en viejos cuadernos reminiscentes del antiguo cursillista bochista. Incapaz de convertir la metáfora en acción, sumido en una musa que enturbia el destino de mucha gente inocente. No en vano ha dicho Balzac que: «El verdadero talento es siempre bondadoso y candoroso, abierto y nada estirado; en él, el epigrama acaricia la inteligencia y no hiere jamás al amor». Todo lo contrario al régimen cuasi despótico ejercido por Jiménez y dos o tres cercanos borrachos de poder.