(Proyecto por la memoria histórica Raúl Pérez Peña (Bacho), sustentado por sus hijos Juan Miguel, Amaury y Amín Pérez Vargas)

El pasado 2 de enero se cumplió un aniversario más del natalicio de Manolo Tavárez Justo (1931-1963). En tributo a Manolo, a su liderazgo y accionar político por la justicia social y la soberanía política aún pendientes en nuestro país, reproducimos este texto escrito por Raúl Pérez Peña (Bacho) el 29 de noviembre del 2001.

 

Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo).

 

Los aniversarios de la Insurrección de Noviembre de 1963 mueven a muchas reflexiones sobre lo que ha sido el acontecer político dominicano a partir de la muerte de Trujillo.

Con precedentes de rebeldía en tenebrosos momentos, Manolo Tavárez había emergido de las tinieblas de la tiranía articulando junto a Minerva Mirabal y otros destacados jóvenes la estructura clandestina que se extendió por todo el país bajo el nombre de Movimiento 14 de Junio.

Decapitada la dictadura, la salida a la luz pública del 14 de Junio, como agrupación política, provocó un verdadero remolino en la juventud, cuyos parámetros los caracterizaban valores morales muy distintos a los que rigen en la actualidad.

Manolo asumió las funciones que le correspondían en el liderazgo de ese semillero de jóvenes con inquietudes sociales y políticas en cada provincia dominicana.

Parcialmente, desde Montecristi hasta en la propia sede central del 1J4, me tocó el privilegio de conocer de cerca cómo y quién era Manolo. Siempre recuerdo aquel respeto que Polo Rodríguez le dispensaba, siendo no obstante uno de sus más estrechos colaboradores.

Más allá del carisma personal y de esa recia personalidad de auténtico líder, en Manolo coexistía un dirigente coherente, sin dobleces de ninguna especie, siempre dispuesto a enfrentar con valor cualquier situación.

Desde las visitas y encuentros en provincias, hasta las multitudinarias manifestaciones en esta capital, la figura de Manolo mostraba un liderazgo de alcances impredecibles, de no haberse tronchado.

Conocedor de las endémicas trabas sociales que atan nuestro país y de la voracidad de los grupos de poder, sensible como el que más ante el problema humano y a los extremos de pobreza de los dominicanos, Manolo Tavárez recogió y levantó la bandera de la Raza Inmortal para aglutinar lo más consagrado de la juventud. El fin fue hacer realidad aquel programa liberador traído por Constanza, Maimón y Estero Hondo, todavía trunco.

Aun desaparecidos físicamente, líderes como Manolo y otros de similar temple tienen un espacio que ocupar en el carcomido presente del país, porque con su entereza moral, sus propuestas liberadoras, su ejemplo de lucha por un futuro social digno para los dominicanos se convierten en un norte a seguir y una bandera a levantar. Así lo reclaman sus propios sueños.