El despropósito de la directora del Plan Social de la Presidencia, Iris Guaba, de azuzar a personas para que ataquen con malas artes a periodistas y políticos considerados adversos al Gobierno es solo una filón de una práctica vieja inherente al activismo en un país donde la democracia es una simple figuración.

La intolerancia política tiene historial de mandar a la tumba a periodistas (Orlando Martínez, pasado), y a otros, a la cárcel o al caos económico (Zapete, presente). Depende de la envergadura de la crítica y de la arrogancia del funcionario. Lo peor de todo es que, a menudo, detrás de estos planes macabros, se mueven pares de la profesión, algunos de ellos ahora quejosos por conveniencia.

LOS BRINCA LA TABLITA 

En víspera de las elecciones de 1996, un grupo de comunicadores de diferentes medios hostiles al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se reunió en la residencia capitalina de un dirigente de primer nivel del Partido Revolucionario Dominicana (PRD), ya fallecido, para afinar las estrategias de cara a la batalla final. Y el punto principal de la agenda fue gestionar la cancelación del director de Radio Mil Informando y la designación de una persona que respondiera ciegamente a la matriz política de ellos.

Desde allí mismo comenzaba una feroz campaña de amenazas por fax, rayados a vehículo, descrédito y, vía reporteros alineados, exclusión de noticias sobre Juan Bosch, el candidato Leonel Fernández y todo cuanto pareciera a morado.

Justificaban su conspiración en que el noticiario de la primera emisora informativa del país marcaba como el más influyente y, sin embargo, era dirigido por una persona no manipulable. Tenían que sepultarla y tomar el control. Desde su perspectiva, era el único cabo a atar para asegurar la estocada mortal. De allí salió la perversa idea de comisionar a un influyente político, amigo íntimo del dueño de la estación, para visitarle en su oficina del hotel Napolitano. Plan que el líder del partido blanco, el social-demócrata José Francisco Peña Gómez, al enterarse, reprochó con vehemencia y desligó a su organización. Para convencer más sobre su rechazo a esa “vagabundería”, hasta grabó un corto con elogios a la calidad del noticiario.

La estrategia no prosperó, pero las agresiones siguieron, a ratos con intensidad casi irresistible. Concomitante con ello, en otros medios, impresos sobre todo, Bosch era caricaturizado como un demente miedoso que nunca quiso gobernar, y Balaguer como un asesino.   

Tras formarse el Frente Patriótico con el apoyo de Joaquín Balaguer, Leonel Fernández y Jaime David Fernández Mirabal, candidatos presidencial y vicepresidencial, ganarían en segunda vuelta el 30 de junio del 96, con 1 millón 466,382 votos contra un millón 3,94, 641 del PRD. El padrón electoral fue de 3 millones 750 502.  https://hoy.com.do/1996-leonel-y-balaguer-desbancaron-a-pena-gomez/.

En cuestión de meses, todos esos mediáticos, familiares y demás fueron designados en cargos de lujo, y, desde entonces, han saltado de institución a institución con onerosos privilegios. Y siguen. Hoy, son nuevos ricos de la política, o, al menos, acomodados, pero sin compromiso partidario; es decir, “independientes” con capacidad camaleónica para cambiar de color con la rapidez que les indiquen las circunstancias.     

MANCUERNAS PELIGROSAS

En 1997, veteranos periodistas se reunieron en una institución de La Feria y acordaron  recomendar a la secretaria de Salud Pública diligenciar con directores de medios, el traslado, si no cancelación, de los periodistas que cubrían la fuente con actitud crítica.

Altagracia Guzmán consultó la propuesta al director de Comunicación de la institución, previo advertencia de que ya sabía de la respuesta negativa. Éste solo le respondió: “Eso es una locura; jamás me prestaría a eso. Las críticas son normales. Su posicionamiento no ha bajado de 50, ni siquiera en los momentos más críticos de la epidemia de dengue que nos afecta, y todo ha sido con base en transparencia y gestión de la comunicación”. Jamás se volvería a hablar de eso.

Guzmán actuó así en Salud Pública, también en el Senasa. Antes de abordar cualquier tema en los medios, lo enviaba al escritorio de los especialistas en comunicación, para el análisis, valoración  y sugerencias de tratamiento mediático. Sabía que delegar responsabilidades sin menoscabo de su autoridad.

En todos los gobiernos (PRSC, PRD, PLD) ha habido funcionarios que han entendido los beneficios de una relación armoniosa con los periodistas, sin importar que sean los críticos más mordaces del mundo, o simpaticen por partido políticos opuestos, o pregonen “independencia”.

Y otros que se convierten en fieras salvajes en cuanto juran ante el presidente, y, una vez posesionados, en mancuerna con actores mediáticos atacan sin piedad ante el mínimo asomo de disenso. ¿Objetivo? Encubrir la opacidad de sus gestiones. Una pendiente que jamás lleva a la democracia. Inaceptable.