El pasado fin de semana se celebró el “día de las madres”.  Una de las festividades con mayor flujo comercial y de remesas en el país. Las madres y las abuelas son el eje fundamental de las familias, asociado con nuestros orígenes afrocaribeños que le otorgan un rol importante de sostén del tejido social.

Nuestra sociedad tiene un abordaje ambivalente de la maternidad. Los juicios de valor sobre su desempeño dividen a las mujeres-madres entre “malas ” o “buenas ”  tomando como referencia la cultura patriarcal que les impone los roles domésticos y de cuidado  de forma exclusiva, (despojando a los padres) desde una fuerte presión social.

Las madres identificadas culturalmente como “malas madres” o se “sataniza” su maternidad son:

  • Madres adolescentes. A pesar de que se promueve la maternidad se condena a las adolescentes que son madres y se les aísla de la vida social
  • Madres solteras. El estigma de madres solteras implica la invisibilización de la irresponsabilidad paterna. Las madres solteras tienden a ser “mal vistas” porque erróneamente se entiende que son responsables de hijos-hijas con problemas de conductas sociales.
  • Madres emigrantes. Las madres que emigran desde el campo a la ciudad o hacia el exterior son juzgadas como “malas madres” porque no “atienden a sus hijos e hijas”. Su emigración tiene como causa principal la búsqueda de fuentes de ingresos para mejorar la calidad de vida de su familia.
  • Madres trabajadoras sexuales. Las trabajadoras sexuales que son madres sufren doble estigma por ser actividad socioeconómica de ofrecer servicios sexuales (lo que está condenado socialmente) y porque ser “malas madres” entendiéndose que al dedicarse a esta actividad “descuidan a sus hijos”.
  • Madres víctimas de violencia de género que deben salir del hogar para preservar su vida y dejan sus hijos/hijas con sus padres.
  • Madres insertas en el mercado laboral. Aquellas que desarrollan actividades económicas desde la inserción en el mercado laboral con tiempo fuera del hogar se enjuicia como un “debilitamiento” de su rol.

La presencia de estos estereotipos de “malas madres” confluye en una cultura patriarcal que presiona socialmente para que las mujeres-madres se mantengan en el espacio domestico negándole su libertad, esencia individual como sujeto de derechos con patrones distintos de manejo de la maternidad según su realidad.

Las distintas maneras de vivir y desarrollar la maternidad encuentran en nuestra sociedad resistencias y conflictos que afectan las relaciones entre mujeres. Tanto las instituciones educativas (escuelas, colegios) como las religiosas promueven las categorías de “malas madres” hacia aquellas que rompen con los modelos tradicionales y buscan alternativas para desempeñar su rol desde distintas estrategias de comunicación, acompañamiento, interacción, afectividad, cuidado y sustento económico.

Dentro de la negación a la diversidad de lo que es el ejercicio de la maternidad se encuentra el rechazo del derecho de la mujer a decidir si quiere o no ser madre y contar con el respeto a ser libre dentro de estas opciones. No se concibe que la mujer pueda desarrollarse y ser feliz obviando la maternidad de su proyecto de vida.  La maternidad se promueve cultural e institucionalmente como la “esencia de ser mujer”. Esta presión no se ejerce hacia los hombres los que tienen la libertad de decidir de ser padres o no, y aun cuando sean padres consanguíneos no son catalogados como “malos padres” por estar ausentes del cuidado y acompañamiento de sus hijos e hijas.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY