El actual mandatario francés Emmanuel Macron logró su relección para un término de 5 años más en Francia el pasado domingo 24 de abril del corriente, en una segunda vuelta. Con un total estimado de un 58.2 porciento frente a la candidata de la derecha Marine Le Pen, quien obtuvo una sorprendente votación de casi un 42 porciento, el firmamento político de Europa se ve ahora sacudido por las implicaciones que representa el ascenso de la derecha neofascista en una parte importante del electorado francés. La misma Le Pen, al conceder su derrota, declaró que su partido alcanzó una “notable victoria” y destacó que la plataforma e ideas que representa “están alcanzando nuevas alturas”.
Se recordará que durante la primera vuelta, el actual mandatario, lider de la bancada La República en Marcha (LREM), tan solo logró un 27.8 por ciento de los sufragios, superando tan solo por 4 puntos a la ultraderechista Marine Le Pen, quien obtuvo un 23.1 porciento por el Frente Nacional (FN). Un tercer lugar quedó ocupado por el principal candidato de izquierda, Jean-Luc Melenchon, quien obtuvo un 22 porciento como representante de La Francia Insumisa. Por segunda vez, ambos Macron y Le Pen se enfrentaron. En el 2017, Macron obtuvo en la segunda vuelta poco más de un 33% de los sufragios.
Lo cierto es que estas recientes elecciones estuvieron marcadas por el resentimiento, disgusto y hasta rabia hacia el actual mandatario Macron considerado como el “presidente de los ricos” . Este, y su rival, la candidata neofascista Le Pen provocaron mucho disgusto y desilusión en amplios sectores del electorado. De hecho, el abstencionismo fue el más alto registrado en Francia desde 1969 cuando en aquel entonces el Partido Comunista llamó a un boycot de las elecciones. Casi 3 millones de votantes lo hicieron en blanco y otros 16 millones, el equivalente a un tercio del electorado total, se abtuvo de votar por qualquiera de los contendientes. El resentimiento quedó evidenciado también en las diversas protestas callejeras a través del país y que fueron sofocadas por la policía antimotines que disparó gas lacrimógeno para así dispersar las protestas.
Aun así, el repunte del 41 porciento logrado por Le Pen significó la votación más alta obtenida en la historia por la ultraderecha francesa. 8 puntos por encima de lo obtenido en el 2017. La candidata de la derecha sorprendió a los analistas tras obtener el triunfo en los territorios de ultramar como Guadalupe en donde obtuvo un 70% de los votos sufragados, Guyana con un 61% y Martinica con un 61%. No cabe duda de que las antipolíticas de Macron impulsaron la legitimación de la candidata de ultraderecha Le Pen. Resulta alarmante que el discurso del FN encabezado por Le Pen haya logrado eco en Francia. Sus posturas antiinmigrantes, antieuropeas, e islamofóbicas parecen consolidarse en Francia convirtiéndola en una segunda fuerza al tiempo que observamos con lástima la atomización de las izquierdas. Si el Partido Comunista Frances (PCF) y el PS hubiesen apoyado a Melenchon, es muy probable que este hubiera quedado en la recta final.
De allí que sea preocupante el percatarse que el mensaje de la ultraderecha haya encontrado eco en sectores tradicionales que en un pasado apoyaban opciones progresistas. Lamentablemente, los procesos de depauperación que han golpeado a importantes segmentos poblacionales unido a la pérdida o reducción de los servicios públicos, acentuados durante el primer término de Macron contribuyeron alejamiento y frialdad en muchos sectores de la ciudadanía francesa. De hecho, Le Pen en su discurso del pasado domingo fustigó la administracion Macron y prometió oponerse a “la desintegración del poder adquisitivo, ataque a las libertades individuales… y al incremento de la edad del retiro, delincuencia, immigración anárquica y un sistema judicial flojo”.
Durante su primer periodo, Macron prometió incrementar la edad de retiro a los trabajadores, aumentar la matrícula universitaria, forzar a los recipients de ayuda a que trabajen y otros cortes presupuestales que han exacerbado la desigualdad en Francia. Tras la irrupción de la pandemia, el macronismo no mostró interés en sortear la crisis que afectaba a las grandes mayorías de los trabajadores, pero sí fue generoso ante las políticas monetarias que beneficiaron a los sectores más pudientes. A Macron se le criticó, además, por el mal manejo de la pandemia en Francia la cual causó alrededor de 145, 000 víctimas. A pesar de haber pedido a sus seguidores ser “benevolentes y respetuosos” hacia los votantes de la derecha; el electorado francés todavía recuerda la violenta represión de las protestas de los “chalecos amarillos” en contra de los cortes y programas de austeridad iniciados bajo su gestión. Luego de admitir que “nuestro país está desgarrado por tantas dudas y divisiones”, continuó diciendo que inaugurará “una nueva era” en su segundo mandato. Promesas y más promesas con una administración que se alineó a los designios de la OTAN para torpedear a Rusia, lo cual desembocó en el cruento conflicto en Ucrania que hoy presenciamos al tiempo que las sanciones lesionan el standard de vida de millones de franceses afectados por los cortes generados en la cadena de suministro.
De modo pues que este reciente triunfo no debe verse como un espaldarazo al actual inquilino del Palacio Eliseo por sus méritos logrados durante su gestión. Su victoria pírrica no fue tanto por sus propuestas, mismas que no resultaron atractivas para el grueso del electorado, sino más bien el temor a que la reacción de ultraderecha se apodere del curso de los acontecimientos. Es decir, Francia eligió por el menor mal de los candidatos contendientes. De continuar dando tumbos en sus ejecutorias, las próximas elecciones legislativas que se esperan el 12 y 19 de junio pudiesen mermar aún más la base de apoyo al actual mandatario que bien pudiera ser aprovechada por la derecha si esta continúa aglutinando fuerzas entre sectores que, como vimos en estas pasadas elecciones, rechazaron los excesos y antipolíticas del actual projecto encabezado por Emmanuel Macron en Francia.