El excepcional caso de un presidente que asume la conducción del Estado en el momento más crítico de una pandemia, como le correspondió a Luis Abinader, primer presidente en el mundo que tomó juramento en medio de la pandemia del nuevo coronavirus, es comparable con el de un capitán que toma el control de un barco justo cuando este recibe los embates de un huracán categoría 5 en medio del mar.

 

Sin experiencia de Estado, pero con una capacidad de trabajo insuperable, el presidente Abinader entró por primera vez al Palacio Nacional, en calidad de primer mandatario, en medio de un estado de excepción.

 

La profunda crisis sanitarias, provocada por la más contagiosa y letal pandemia de los últimos cien años, junto a la crisis económica heredada de la administración peledeista y profundizada por la contagiosa enfermedad del coronavirus, fue la primera prueba que enfrentó el joven presidente.

 

Como se puede apreciar, el presidente del gobierno del Partido Revolucionario Moderno tuvo que aprender a gobernar en medio de una crisis que, afortunadamente, ha sabido combatir como un buen estadista.

 

En ese sentido, ni siquiera la pasión partidista más irreflexiva puede negar el exitoso combate del presidente Abinader a la pandemia, el cual fue reconocido por diversos organismos internacionales, entre los cuales se encuentra la Organización Mundial de la Salud.

 

Recordemos que, en momentos de desasosiego, cuando la contagiosa enfermedad arrodilló a una humanidad atemorizada ante lo desconocido, el primer gran desafió del presidente Luis Abinader era combatir la enfermedad, para preservar el bien más sagrado: la vida.

 

Más adelante, cuando el COVID comenzó a debilitarse, al presidente le esperó el segundo gran desafió: la crisis económica. Rápidamente, los elogiosos comentarios del exterior sobre la asombrosa recuperación de la economía dominicana silenciaron a la oposición.

 

Hablar del milagro económico post pandemia de la República Dominicana no fue una exageración.  Esto se demuestra en la rápida reactivación de la industria turística, que llevó a que la Organización Mundial del Turismo reconociera al país como el primero en que se recuperó el turismo.

 

Pero, como no todo es turismo, es de justicia reconocer que, hasta que estalló la guerra de Ucrania, la recuperación, reflejada, además, en la significativa recuperación de puestos de trabajo, empezaba a cubrir los más diversos sectores de la economía.

 

Decidido a salir airoso de la crisis, Luis, que no duerme, ante la pronosticada crisis alimentaria que desataría la guerra, tomó las medidas necesarias para garantizar la alimentación del pueblo dominicano.

 

Tanto la construcción, fundamental para la dinamización de la economía, como las ayudas sociales y el subsidio a los combustibles, han sido mantenidas, inteligentemente, por el presidente, Luis Abinader, durante este tiempo de crisis internacional.

 

En ese sentido, cuando el Pacto Eléctrico empezó a desestabilizar los presupuestos de la clase media y los pobres, Luis detuvo los aumentos de las tarifas, un día después de iniciar la entrega de un millón de bonos de mil quinientos pesos a las familias más necesitadas.

 

Cuando se gobierna en tiempos de crisis excepcionales, como la que afecta al mundo, la obra más grandiosa de un presidente se construye sobre la base del bienestar de la gente. Luis asumió, con gran acierto, ese noble postulado.