Resulta ilustrativo la manera en que se encuentra la oposición política. Todo le parece caótico si lo positivo proviene del gobierno de Luis Abinader Corona y, en base a estadísticas superfluas y acomodaticias, elaboran un discurso en un sentido o en otro con tal de llevar pesimismo en la población al crear fantasmas que solo están en sus mentes prejuiciadas y en sus vilezas que muestran sin el mayor sonrojo.
Para empezar, está claro que la oposición ha montado una campaña para descalificar todo y cuanto realiza el presidente Luis Abinader Corona, calificándolo de falta de experiencia de Estado como si un gobernante tiene que ser un científico para entender la naturaleza freudiana que estudia por separado y de manera colectiva las distintas percepciones de los individuos o, por lo menos, debe un gobernante adoptar el estilo de James Joyce y su mundo de la ficción.
Ningún gobernante entiende a profundidad la sociedad y tan poco puede satisfacer en su totalidad sus demandas. La oposición deberá elaborar un discurso creíble donde no impere la ficción, de manera que sus recomendaciones y propuestas contengan contenido convincente.
De acuerdo con muchos estrategas del análisis político, una organización política debe elaborar fórmulas que fascinen a los conglomerados y muestre la realidad sin matices opacos y al mismo tiempo formulen apuestas creíbles y responsables a partir de una ética objetiva y no populista.
Contamos con un mandatario humanista que escucha los reclamos de la gente y desde ese punto de vista prefiere escoger la concepción de la democracia liberal como suma de valores éticos, y no la retórica del nepotismo.
En estos tiempos de tanta controversia económica y todavía con el problema latente del COVID, tanto oposición y gobierno deben remar juntos de modo que la nave del Estado no zozobre por retaliaciones o ambiciones mezquinas de grupos que solo les interesa proteger sus intereses sin importarles el destino de la mayoría que son los desheredados de la fortuna.
Ante la aguda crisis económica que atraviesa el país todos los sectores son importantes aportando soluciones independientemente de intereses particulares. El orden práctico así lo aconseja, no es de desearse que al gobierno se le deje solo por ser el responsable de la Cosa Pública. Abortar el proceso transparente y democrático que vivimos por intereses espurios es volver a prácticas del pasado que pueden hacer colapsar el progreso alcanzado.
Aunque algunos sectores de la oposición no acepten el modo de gobernar del presidente Luis Abinader, debemos reconocer que su estilo tiene la impronta de la franca actitud que permite el diálogo plural y sin trampas. Ese modo convincente de su personalidad plantea nuevas perspectivas de desarrollo económico, social y político, por lo que la oposición y los empresarios deben hacer causas comunes para que del modo más plural se materialicen esfuerzos que satisfagan a la mayoría de la población.
Está claro que cuando la oposición desdeña a su contrario y pone en primer plano la ficción ante la realidad, pierde no solo la perspectiva de enfoque sino también la independencia de criterios. Lo bueno del presidente Luis Abinader, es que no manipula sucesos para colocar su gestión a la altura de una pirámide y tampoco muestra egolatría para despertar entusiasmo de narcisismo político.
Simplemente es un gobernante que se nutre de la simplicidad de la vida y, por lo tanto, contamos con un mandatario humanista que escucha los reclamos de la gente y desde ese punto de vista prefiere escoger la concepción de la democracia liberal como suma de valores éticos, y no la retórica del nepotismo.
Se encierra en la corriente de la posmodernidad aun cuando ésta se muestra adversa ante los problemas económicos, geopolíticos y sociales que acarrea el mundo, pero no acepta en lo absoluto la cultura del mesianismo.
La oposición está desesperada porque, las estadísticas están marcando una evolución favorable de su gobierno a pesar de la gama de factores imprevistos que se registran a nivel global que, en parte, detienen el ritmo de la economía que se convierte en concepto básico y en instrumentalidad social de todo cambio democrático y ético.
El tiempo por venir mostrará la magia de los resultados de su gobierno y se observará que no es necesario que un jefe de Estado se pase todo el día despachando desde la casa de gobierno para obtener logros tangibles si con el contacto directo de su gente puede contactar de cerca sus necesidades y atender con prontitud sus reclamos.
La forma con que el presidente Luis Abinader Corona, ha estructurado la administración pública, demuestra que es un gobernante con lucidez que se propone dar continuidad esencial al Estado mediante el concepto de la mediación. No reconocer el esfuerzo que realiza día a día en favor de la mayoría de los dominicanos es colocarse en la línea del absurdo de Albert Camus. Una oposición responsable no interrumpe la marcha de un gobierno que está enfocado en buscar soluciones a los complejos problemas que vive el país como consecuencia de la crisis global, tarea, por demás difícil, para una nación como la nuestra que todavía se encuentra enclaustrada en el subdesarrollo.
Debemos reconocer la relevancia histórica que sintetiza su gobierno si partimos del hecho de que el presidente Luis Abinader, ha llevado a cabo una gestión sin inclusión de los sectores que inciden en el desarrollo del país, poniendo énfasis en la práctica política y en la sistematicidad de reivindicar los valores de la ética del poder.
Para ser más precisos, debemos reconocer la connotación social y política de su gobierno al proteger a los sujetos marginados que por efecto de la Covid-19 han sido afectados de forma despiadada, rescatándolos del desánimo y proporcionándoles la ayuda solidaria.
Por ello, los ataques implacables de la oposición son injustificables, denotan debilidad y falta de argumentación. Atacan, inventan, mienten, porque de esa forma piensan que el poder les va a caer del cielo, como el “maná”; pero, lo cierto es que, el presidente Luis Abinader Corona, se nutre de la realidad y, por tanto, no para de trabajar demostrando con ello que lo bueno está por venir y el paso del tiempo confirma que el gobernante tiene razón al cerrarle el desgaste moral de los que ayer tuvieron el poder por tiempo indefinido y lo perdieron por pervertida ambición.
Ese permanente recurrir de una parte de la oposición de atacar los planes del gobierno y criticar cuanto hace, hasta lo bueno, concuerda con el slogan tomado prestado por el presidente Luis Abinader, al Quijote, “nos ladran Sancho, señal de que cabalgamos”.