Luis Abinader Corona es un presidente de preceptos doctrinarios en lo público y privado, aun cuando le ha tocado dirigir un país en medio de mayores embarazos. Aun así, se trata de un gobernante que hace el mayor esfuerzo en levantar la moral del país frente a los desafíos más controversiales.

En realidad, estos son tiempos difíciles y complicados en los que, como diría el filósofo alemán Enmanuel Kant, la razón no es bien utilizada en su sano juicio. Por fortuna, a pesar de estas circunstancias adversas y contra viento y marea, el presidente Abinader Corona sigue dirigiendo el país apegado a normas, principios y convicciones que han permitido que su gestión gubernamental no zozobre y caiga en manos de los opositores que violentan preceptos y conspiran contra la estabilidad del Estado.

El presidente Abinader se esfuerza para que las adversidades que vivimos no se extiendan a las generaciones sucesivas y para que la sociedad alcance un grado de madurez que le permita erradicar, en parte, los egoísmos de las clases políticas que promueven comportamientos irracionales y conflictos sociales.

Desde otros enfoques, y a la luz de los hechos, está comprobado que el presidente Luis Abinader se caracteriza por su pragmatismo, y esto explica que no se limita a recetas e hipótesis sino, que más bien procura la prevención necesaria que incide profundamente en los matices internos. Su ingenio político se centra en el contacto con los grupos humanos que requieren de una mayor prioridad, donde las cosas se extreman debido al estado de pobreza en que viven.

De esto se deduce, por lo tanto, el esfuerzo que realiza el presidente Luis Abinader en aras de formular políticas que definan de forma precisa el desarrollo económico del país, aun cuando se le critiquen sus vínculos con el sector empresarial; de lo contrario, cómo se puede desarrollar un país y lo que producen la mayoría de los empleados si las riquezas están ausentes de las políticas que implementan los gobiernos.

Varios funcionarios de su Gobierno han cometido faltas graves y han sido separados de sus cargos. Está claro que la transparencia ocupa el nervio central de sus ejecutorias

Es interesante pensar cómo se puede mantener un sistema de gobierno si adolece de las rentas fiscales de estos grupos que, desde la génesis del capitalismo, son los que definen y establecen las reglas de los mercados a nivel global y permiten que los seres humanos disfruten de educación, vivienda, electricidad, tecnología, automóviles, capital de ahorro para garantizar la vejez, viajar y disfrutar de los tesoros que están a disposición del público y el bienestar de los grupos familiares.

Vistos estos fenómenos, se puede afirmar, además, que sin los aportes de los empresarios y de los préstamos que conceden los organismos internacionales para proyectos variados, todo gobierno que se sitúa fuera de esta línea difícilmente puede materializar sus proyectos de desarrollo.

El Gobierno de Luis Abinader es concéntrico porque lleva a cabo una cadena de comunicación con todos los sectores de la vida nacional, y está trazado sobre la línea del crecimiento económico en base al interés de un Estado moderno que da prioridad a los sectores sociales más desprotegidos.

Significa esto que el presidente Luis Abinader también destaca y da seguimiento a los ingresos y gastos de su Gobierno para que este sea más participativo en los procedimientos de la transparencia, de modo que no sean enajenados. En ese sentido, su filosofía del poder tiene un gran componente moral.

Ello, a su vez, permite que su gestión gubernamental posea una normativa que sanciona los actos ilícitos de sus funcionarios, y por esa razón los dominicanos se sienten más confiados de su Gobierno porque no es indiferente a los robos en la administración pública, y a todo aquel funcionario que transgrede la norma le aplica con fuerza el peso de la ley y lo retira de su círculo.

De hecho, varios funcionarios de su Gobierno han cometido faltas graves y han sido separados de sus cargos. Está claro que la transparencia ocupa el nervio central de sus ejecutorias, al entender el presidente Luis Abinader que estos mecanismos de estragos económicos y morales hacen mucho daño a la democracia.

Con la llegada de Luis Abinader al poder, los dominicanos hemos vuelto a vivir buenos tiempos. Basta con mirar las complejidades por las que atraviesan nuestros vecinos y lo que acontece en toda América Latina. En su mandato, la productividad económica no ha dejado de crecer, aun con el impacto de los altos precios de los productos de importación y la escasez de materia prima para las zonas francas.

Ya se ha visto que los logros que ha obtenido en materia de transparencia y en los modos y medios de fiscalizar las estructuras administrativas del Estado han permitido controles de los gastos que han facilitado el acceso de más jóvenes a su primer empleo. También ha permitido un sobrante suficiente para los programas sociales que implementa en sectores empobrecidos. Y esta acción social y política tiende a crear un lazo de unión más cercano entre el Gobierno y los grupos necesitados.

Por lo tanto, hoy día se puede comprobar que los gobiernos y los empresarios cuando actúan en combinación y de manera transparente y solidaria, ambos sectores revelan consensos y medios políticos democráticos. Ahora bien, el presidente Luis Abinader ha puesto de manifiesto que para que esto se logre es pertinente que existan comportamientos morales.

Como se ha podido comprobar, esta cualidad en el presidente Luis Abinader es sine qua non; proviene del apostolado que le dejó en herencia su padre, Rafael Abinader, hombre sembrador de ideales y de sueños, cuya moralidad y trabajo tesonero han sido reconocidos por todo el mundo.  El afán de su progenitor, se apoyó fundamentalmente, en el interés de explicar las complejidades y los procesos de la economía dominicana que, como sabemos, fue su mayor fuente de inspiración.