Sería un acto de ingratitud no reconocer que Luis Abinader Corona trabaja más que su equipo de gobierno. Lleva a cabo dos ritmos de trabajo: uno desde que amanece el día y el otro en la madrugada en el que, por medio del WhatsApp responde inquietudes de dirigentes de su partido, de sus amigos y de comunicadores sociales.
Un hecho sin precedentes en el manejo del poder que le permite conocer de cerca los problemas puntuales del país. Por más que sus opositores tratan de malquistarlo con sus seguidores, por su buen desempeño, el balón les resbala y no hay forma de introducir un gol.
Su condición de demócrata y de hombre afable ha contribuido a crear un nuevo paradigma de gobernanza que permitirá que en lo adelante los gobernantes dominicanos sepulten por siempre el caciquismo y la egolatría. Con su llegada al poder se han puesto de manifiesto un conjunto de programas y medidas que tendrán a mediano y largo impactos favorables en beneficio de la población.
Por otra parte, otorga un rol importante a la familia, a los municipios y gremios y despliega todo su esfuerzo en extirpar el cáncer de la corrupción, la que repudia sin desmayo y cuyos ejemplos están a la vista de todos. Por esa razón, debemos citar en primera línea sus fuertes principios de honestidad que contrasta con su estilo frugal.
Luis Abinader Corona está consciente de que la corrupción es un flagelo que drena el desarrollo de los pueblos al extremo de incrementar la pobreza extrema
En este contexto, su gobierno representa el verdadero cambio ético y moral que el país había demandado por mucho tiempo. En ese sentido, el país se siente satisfecho de su gestión gubernamental porque en ningún caso se observa un esquema de intolerancia con respecto a tendencia política alguna.
Es conveniente repetir que el discurso de Luis Abinader es totalmente democrático, lo que asegura una democracia estable dentro del marco del pensamiento crítico. A todo lo largo del país la gente se expresa sin miedo, y a nadie se le persigue por su ideología, por lo que en su gobierno se inicia una nueva era de la deliberación política.
En efecto, el gobierno que encabeza Abinader Corona se distingue por la cohesión de sus propósitos como labor creadora en beneficio del pueblo que por décadas vivió períodos sombríos. La política social y económica que aplica posibilita, desde ya, un futuro promisorio y despejado de incertidumbre que contribuirá evidentemente a un desarrollo económico que fortalecerá la moral pública.
De modo que las jornadas extras que invierte el presidente Luis Abinader junto a su Consejo de ministros, desde cualquier ángulo refuerzan en su equipo la mística y el entusiasmo por el trabajo ie impiden que tomen sus posiciones como un trampolín para lucrarse.
Hay días en que el gobernante participa en más de una decena de actividades, en las que planifica con su equipo y con los representantes del sector privado el porvenir del país. Esto refleja claramente que Luis Abinader Corona está empeñado en un vasto plan de gobierno en cuyos puntos descansa la organización y la transparencia del aparato del Estado.
No hay dudas de que su interés en configurar una nación fuerte y estable hace que a partir de sus ejecutorias los dominicanos se sientan seguros y orgullosos porque admiran el esfuerzo que despliega en perseguir y castigar la corrupción, renunciando incluso a su sueldo, el cual reparte a instituciones que trabajan con enfermos de cáncer. Y es que Luis Abinader Corona está consciente de que la corrupción es un flagelo que drena el desarrollo de los pueblos al extremo de incrementar la pobreza extrema. Este fenómeno nació y se ha desarrollado a lo largo de la historia republicana provocando levantamientos armados y crisis de gobernabilidad.
Se recuerda la corrupción destemplada de los gobiernos de los generales Pedro Santana Familia, Buenaventura Báez y Ulises Heureaux. Por ejemplo, el régimen de Báez fue totalmente un desastre, porque cayó en la corrupción administrativa que gobierno alguno pudo haber experimentado durante aquella época. Como ejemplo típico de corrupción, Báez puso en circulación un papel moneda que no tenía respaldo alguno, y, para colmo, hizo que se comprara el oro y el tabaco producidos principalmente en la región del Cibao. El cinismo fue tan grande que la equivalencia por un peso fuerte era de 3,000 y 4,000 (antes se cotizaba a 60 y 70 por un peso fuerte)”.
En ese tenor, debemos reconocer la integridad ética que caracteriza la personalidad del presidente Luis Abinader y la pulcritud con que se manejan los recursos del Estado, lo que revela la actitud rectitud del gobernante al crear un Ministerio Público independiente que le ha devuelto la confianza de la transparencia al pueblo dominicano.