América Latina atraviesa un momento crítico. Según el informe 2023 de Freedom House, el 50% de los países de la región enfrentaron retrocesos democráticos, ya sea por censura, violaciones a los derechos humanos o corrupción institucional. En medio de este panorama, Luis Abinader ha emergido como una figura que trasciende su papel como presidente de la República Dominicana, articulando esfuerzos regionales para fortalecer la democracia, los derechos humanos y la cooperación entre naciones.

El reciente encuentro en apoyo a la democracia en Venezuela, liderado por Abinader, reunió a una destacada comitiva internacional integrada por expresidentes como Laura Chinchilla (Costa Rica), Felipe Calderón y Vicente Fox (México), Mario Abdo Benítez (Paraguay) y Jorge Quiroga (Bolivia), Hipolito Mejia (República Dominicana), entre otros ex presidentes, junto con Asdrúbal Aguiar, secretario general de IDEA. Esta pluralidad de voces no solo reflejó un compromiso compartido con los valores democráticos, sino que también posicionó a la República Dominicana como un centro de diálogo y acción en la región.

Luis Abinader no se limitó a promover declaraciones diplomáticas; respaldó su discurso con acciones concretas. Desde el inicio de la crisis venezolana, la República Dominicana ha acogido a más de 115,000 refugiados venezolanos, según cifras de ACNUR. Estas personas no solo han encontrado refugio, sino también oportunidades de reconstruir sus vidas. “Cuando se amenaza la libertad en una nación, se debilita en todas”, afirmó Abinader durante su discurso, subrayando la importancia de un esfuerzo colectivo para enfrentar las amenazas al orden democrático en cualquier rincón de América Latina.

Este liderazgo no es casualidad. Abinader ha mostrado, desde el inicio de su mandato, un profundo entendimiento de que la estabilidad de su país está intrínsecamente ligada al bienestar de la región. Su gobierno no solo ha trabajado en fortalecer las instituciones internas mediante políticas de transparencia y eficiencia, sino que también ha asumido un papel protagónico en iniciativas regionales, como lo demuestra la Declaración de Santo Domingo, respaldada por 22 países y la Unión Europea. Este documento no solo condena las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, sino que también propone soluciones basadas en el diálogo y el respeto mutuo.

Lo que distingue a Abinader es su capacidad para unir a líderes de diferentes trayectorias y contextos ideológicos en torno a un objetivo común: la defensa de la democracia. Figuras como Laura Chinchilla, conocida por su trabajo en transparencia gubernamental, o Felipe Calderón, quien enfrentó al crimen organizado en México, encontraron en este encuentro un espacio para sumar sus experiencias al servicio de una causa mayor. Este tipo de liderazgo, que prioriza la cooperación sobre las divisiones, es justamente lo que América Latina necesita en este momento.

La República Dominicana, bajo el liderazgo de Abinader, se ha convertido en un ejemplo de cómo un país puede asumir un rol activo en la región sin descuidar sus desafíos internos. Este balance entre lo local y lo regional refuerza la idea de que el progreso de un país está vinculado al bienestar de sus vecinos. En un mundo donde el autoritarismo busca imponerse mediante la desinformación y la manipulación, la República Dominicana se erige como un faro de esperanza, un lugar donde la democracia sigue siendo el valor más sagrado.

El impacto de estas acciones no solo beneficia a los venezolanos, sino que envía un mensaje claro a toda la región: la defensa de la democracia no es tarea de un solo país, sino de todos. Abinader entiende que los problemas que enfrenta América Latina –desde la desigualdad económica hasta la corrupción y la violencia– sólo pueden resolverse mediante la cooperación y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Su mensaje trasciende las fronteras: no es solo un llamado a la acción, sino una invitación a imaginar un futuro donde la libertad, la dignidad humana y la modernización caminen de la mano. América Latina enfrenta retos monumentales, pero también cuenta con líderes como Luis Abinader, que ofrecen un modelo de gobernanza basado en la empatía, la eficiencia y el compromiso con el bienestar colectivo.

Luis Abinader no solo lidera desde su nación; inspira a toda una región. En un momento donde la democracia parece frágil, su liderazgo representa un recordatorio de que el verdadero poder radica en la capacidad de construir puentes, tender manos y transformar vidas. En la historia reciente de América Latina, pocos líderes han mostrado una visión tan clara y ambiciosa.

América Latina no sólo necesita más líderes como Luis Abinader; necesita aprender de ellos. Porque, como él lo ha demostrado, la democracia no es solo un ideal; es una responsabilidad compartida que debe defenderse con acciones concretas todos los días.