De inicio, debemos reconocer que los cambios sociales, normalmente tienen una recepción crítica que, son temas muy controvertidos, que producen descalificaciones, pre-juicios  y muchas divergencias, en particular los que se producen en la cultura urbana. Uno de los cambios que ha concitado la crítica en la opinión pública y la comunidad académica, es la forma de los usos del cuerpo, como medio de presentación del yo, que realiza la nueva generación, en la cultura urbana dominicana.

Hay que destacar que, en las últimas décadas, desde la sociología cultural se ha puesto de  manifiesto que la condición básica de los seres humanos es que somos cuerpos. Nuestra vida cotidiana está marcada por los detalles de nuestro cuerpo: Cuerpos vestidos, maquillados, tatuados. Cuerpos jóvenes, bellos, eróticos, delgados, como también, cuerpos racializados, explotados, enfermos, seniles, feos, gordos, cansados, es decir que el cuerpo se ha convertido en una carta de presentación del yo, en la producción de nuestra relaciones sociales y, por tanto, ha pasado a ser un tema de estudio de la sociología.

Para la sociología cultural, la cultura es un sistema de signos, símbolos y, representaciones significativas que provee de sentido nuestras acciones, interacciones, y comunicaciones con los otros, de manera que podemos decir que, la puesta en escena del cuerpo, no es nada nuevo. Desde la antigüedad hasta la actualidad, el cuerpo se ha utilizado en la esfera social, política y cultural como recurso de distinción social, de (re)producción de las diferencias sociales, de representación del poder político y diferenciación cultural.

Con el advenimiento de la globalización cultural, la revolución de las tecnologías de la comunicación, las redes sociales y las migraciones, se ha estructurado en el país una enorme diversidad cultural en las grandes ciudades. Los jóvenes en las ciudades, ahora tienen acceso a una pluralidad de productos y servicios culturales globales a través del comercio virtual, de las redes sociales, la televisión por cables, etc. En la actualidad, estamos expuesto a una serie de actividades culturales, de los ídolos de la música urbana, del deporte de las grandes ligas, de las ropas de marcas, modas internacionales y, una pluralidad de manifestaciones culturales globales.

De este modo, en las últimas décadas, se ha producido un aumento del saber científico sobre el cuerpo, una enorme cantidad de información, tecnologías y conocimientos especializados sobre el cuerpo, dando lugar a la expansión de intervenciones quirúrgicas, del auge de la dietética y, la gimnasia para el cuidado de la salud del cuerpo. Como también, se ha producido en la población dominicana, sobre todo en los más jóvenes, un auge de una sensibilidad estética, subjetiva, emocional, asociada a una preocupación por su imagen, por su físico, por el cómo me ven los otros y como me veo a mí mismo, que ha dado lugar al crecimiento de las industrias de la belleza, del maquillaje, del cuidado del cabello, del uso de ropas de modas, de las cirugías cosméticas, los selfies, de los piercings y tatuajes para embellecer y adornar el cuerpo.

En las grandes ciudades del país, se ha estructurado una nueva etapa en la construcción del cuerpo en la cultura urbana dominicana, donde los recursos estéticos constituyen un mercado en expansión, en la que la demanda destinada a embellecer el cuerpo no deja de aumentar.

A diferencia de los que se pensó, sobre el posible impacto cultural de la pandemia, las percepciones y evidencias por algunos trabajos de investigación nos indican que el cuidado del cuerpo en la población dominicana no deja de aumentar. Siguen apareciendo como imperativo, las frecuentes visitas a los salones de belleza, a los gimnasios, a los centros de reconstrucción estética, a las playas, a los colmadones, a los malls, a los estadios de béisbol, a los conciertos de los ídolos musicales, pues las personas buscan estar juntos, verse y dejarse ver por los otros, pues necesitamos gratificaciones subjetivas, afectivas y emocionales.

En ese sentido, el uso del cuerpo, mediado por los medios de comunicación y los nuevos imaginarios culturales de las grandes ciudades y las subjetividades individuales, se ha convertido en ese vector semántico, significativo, mediante el cual construimos nuestras relaciones (físicas y virtuales) con los otros, construimos nuestra mirada, es decir las formas de ver al otro y vernos a nosotros mismos, expresamos nuestras emociones de afectos, sentimientos, de distinción social y, ponemos en prácticas los juegos sutiles de la seducción.

Por lo tanto, hoy se reconoce que el cuerpo es un medio, un vector, por el cual se expresan los signos más significativos de los cambios sociales, de nuestro imaginario cultural y subjetividad individual.

A partir de algunos resultados obtenidos de varias investigaciones cualitativas de la facultad de ciencias económicas y sociales de la UASD, podemos darnos cuenta que los usos del cuerpo en la juventud dominicana son: estrategias de (re)producción de relaciones lúdica-sociales que, son  formas de diferenciación de los grupos sociales y fuentes de gratificaciones en las esferas emocional-afectivas.

Para los jóvenes entrevistados, lucir un cuerpo joven y hermoso (a), usar ropas de marcas para salir a pasear, a bailar, a las discotecas o el colmadón,  pasear en la playa con bikinis, tener un cuerpo fitness, tatuado, erótico, y disfrutar de la mirada de los otros y del placer de la seducción, resulta una experiencia  muy gratificante y significativa.

En este contexto de globalización, del auge de las tecnologías de la comunicación, de los selfies, de la interculturalidad, de nuevos imaginarios culturales en las grandes ciudades; el cuerpo a la moda, maquillado, tatuado, erótico, se ha convertido en un recurso mediante el cual los jóvenes procuran satisfacer sus necesidades de producción y reproducción de sus relaciones sociales, de diferenciación de los otros, aceptación de su grupo de pertenencia y obtener gratificaciones emocionales.