Próximamente celebraremos “esa” tradición cristiana en donde “tres supuestos reyes” descienden del firmamento cargados de regalos para los niños. Aquellos que se han portado mal durante el año están bajo amenaza de no recibir… Nada.
Cuando se comienza a adquirir la “des-conciencia” de este mundo, unos cinco años más o menos, nos comienzan a bombardear de fábulas y empeños que más que bien mucho mal han de hacernos por el resto de nuestras vidas.
Esta tradición, por ejemplo, nos enseña que la vida está basada en “premios materiales”. Que hay que “portarse bien” para recibir “un regalo”. De la bicicleta, íbamos a los motores y ya de grandecitos buscamos los mejores carros.
Toda una estrategia bien pensada para garantizar la economía y la esclavitud en movimiento. Los libros brillaban por su ausencia porque promover lo culto no es un negocio que sirva mucho a los actuales y desfasados sistemas políticos.
Al capitalismo no le interesa que un alto porcentaje de su población sea culta. Ya que la manipulación es más fácil cuando no se puede razonar bien.
Por el otro lado, el comunismo se debate entre “permitir” que la naturaleza humana, que busca un bienestar particular, se comporte de forma más generosa y comparta lo que sea capaz de producir. O simplemente mantenerlos atados al estado, hecho contra natura, para así manejarlo todo en una imposición que raya lo absurdo.
En el medio de ambas historias, hay un “grupito” de niños que suelen desviar su camino por veredas más inquietantes. Son aquellos que cuestionan, ¿cómo cargan tantos regalos los reyes?, ¿cómo les da tiempo, en una noche, visitar todas las casas del mundo?
Luego, más adelante, en un febrero cualquiera, miran escrutadores a la noche y descubren que “esas tres estrellitas”, de los reyes magos, continúan en el mismo lugar de siempre…
Ya, cuando el misterio se resuelve y ahora les toca a ellos pasar de mentirosos ante sus hijos, meditan brevemente que el mundo es una mentira, una ilusión, una fábula que necesita “creerse” que en verdad existen seres desde fuera de este mundo “generosos”.
Aquellos regalos que nunca nos trajeron, a pesar de dejarles la carta debajo de la cama, un poco de agua y yerba para los camellos, no fue causa del olvido, sino de la precaria situación económica de unos padres, qué contrarios al gozo de los niños, sufrían por no poder complacerles…
La mayoría está jodida, en el capitalismo y en el comunismo. Aquel fanático que no vea esta verdad seguro fue de aquellos niños que nunca pidieron un libro a los reyes magos. ¿Cuál es la solución? El mundo es abundante en situaciones que necesitan de una atención urgente para hacerlo un lugar más placentero para todos.
El “despertar” a los niños de “ese mundo ideal” en el que están inmersos no sería justo, tomando en cuenta que la niñez es muy breve. Ni santa Claus, ni la vieja Belem, ni los tres reyes magos podrán resolver el problema mundial en un acto de magia, pero quizás si puedan influir en la futura forma de pensar y actuar del ser humano.
De la misma manera como se nos inserta el capitalismo abrasador y la recompensa de lo material, podrían también sembrarnos la semillita de la intelectualidad, la cual agradeceremos eternamente.
Tampoco aceptaríamos ser subyugados por un grupo que se crea dueño de nuestras vidas y con “la creencia” que solo “ellos” son capaces de proveernos nuestro propio bienestar.
Será que, ¿El mundo necesita de una magia que descienda del cielo? ¿No somos capaces de hacerla brotar de la tierra? ¿No somos capaces de realizar magia que nos dote de amor y solidaridad?
Los tres reyes magos crearon un efecto “ambicionador” en los futuros hombres y mujeres de la tierra. No se trata de desterrarlos y mantenerlos postrados de sus tres estrellitas para siempre. Se trata más bien de darles un sentido más humano.
Un mensaje en donde para recibir no sea necesario dar algo a cambio y en donde el dar se haga sin esperar que los demás sean como nosotros deseamos. ¡Feliz año nuevo! Y ¡salud! Mínimo Caminero