En verdad que al leer los artículos de Bernardo Vega y Rosario Espinal sobre la histórica mala racha de los gobiernos del PRD, hoy PRM, nada se parece más a un karma, que se refiere al concepto de acción que en el budismo y el hinduismo se conoce como el ciclo de causa y efecto, donde se interpreta la ley físico-energética como las consecuencias a vivir, por las acciones de nuestros actos en el pasado.
Los gobiernos del PRD les ha tocado administrar el país en situaciones muy difíciles, teniendo en contra la suerte, como a efecto de una deuda histórica que debiese pagar, pero nada comparable a la situación tan delicada en la que hoy se encuentra gestionando el presidente Abinader y los perremeístas, una verdadera tormenta perfecta.
Ninguno de los gobiernos anteriores de los presidentes, Guzmán, Jorge Blanco e Hipólito Mejía tuvieron que manejar tantas crisis de manera simultánea, como la que hoy le toca enfrentar al hoy presidente Abinader, las secuelas de una pandemia que no ha redimido todavía; la crisis de los contenedores que mantienen precios exorbitantes a los fletes marítimos hasta la fecha, las impredecibles consecuencias que nos dejará la guerra Rusa-Ucrania con los terribles aumentos de precios que se espera en todos los artículos de consumo, y para el colmo, la tensión que producirá en el PRM, partido oficial, el proceso de selección interna de sus autoridades, que le augura al parecer estériles confrontaciones.
No quisiera nadie estar en los pantalones del Primer Magistrado de la Nación, al que le tocará desde ahora solo ser vocero de malas noticias por la imparable inflación, el posible desabastecimiento de productos y las protestas que de seguro llegarán de parte de una ciudadanía digital, que lo único que atinara es buscarle un culpable a la exógena crisis en que entramos y que penosamente se le achacará al gobierno de turno.
Hay que reconocer que el presidente Abinader hace su mayor esfuerzo en tratar de hacer las cosas bien, pero no tendrá forma de resolver este cúmulo de situaciones, que a nivel planetario afrontarán todos los gobiernos, simple, porque entramos en la era de las incertidumbres, donde todas las posibilidades están puestas en la mesa del juego geopolítico.
Nada será como antes de la COVID, que desnudó las falencias del sistema capitalista, y ahora la guerra de Putin que establecerá un nuevo orden mundial, sobre todo en el área económica, donde la globalización se fracturará y dará paso a una desordenada desglobalización, que fortalecerá acuerdos regionales estratégicos y que harán que los países construyan soluciones autóctonas para aminorar sus problemas y necesidades.
La interdependencia monetaria y productiva cada día será menor, porque los países con auges nacionalistas apostarán en buscar medidas para salvaguardar sus particulares intereses, y pasará a un segundo plano las acciones comunes concertadas, en un Nuevo Mundo en que se avecinan recetas propias de sus naciones a los desafíos que les toque enfrentar.
Por lo que el presidente Abinader no le quedará de otra que buscar una solución “a la dominicana”, a los graves problemas que se acercan y que no nos pueden encontrar apostando al auxilio de un mundo globalizado que no existirá, a cada país le tocara sacar ventajas de sus bondades productivas y culturales, buscando nuevas áreas y socios estratégicos para gestionar un real gobierno austero, que haga convencer a su población de los difíciles nuevos tiempos en qué nos toca vivir.
Hay cosas que está más que claro, como aquello de que tenemos que buscar por nuestros propios medios, nuestras seguridad alimentaria y farmacéutica, sobre todo en esos renglones en que tendremos que ser autosuficientes para no depender del exterior, esta media isla tendrá que producir para abastecer de lo más básico a nuestra población y para proveer en un intercambio comercial positivo a nuestros vecinos insulares.
Al Gobierno del Cambio le toca demostrar capacidad y creatividad para gestionar la peor crisis que recuerde los anales históricos de la Nación, tendrá que tomar medidas drásticas para amainar la crisis profunda que amenazara con graves tensiones sociales, porque los aumentos de precios acogotarán las economías familiares, en donde en los barrios populares campeará el hambre si no llega de manera eficiente y rápida la mano protectora del Estado.
El precio de los combustibles y el posible desabastecimiento será el mayor dolor de cabeza para los inquilinos de la mansión de Gazcue, que tendrán que apostar a incentivar un uso racional de los mismos para evitar el colapso.
El presidente Abinader solo le resta demostrar si tiene el talante para ser un gobernante para los tiempos difíciles, es por esto que tendrá que unir a todo el país en ese propósito, aparcando diferencias políticas y electorales para evitar tirarle gasolina a este fuego internacional que nos puede quemar a todos.
El PRD, hoy PRM, tiene todas las cartas en su contra, sea producto del destino o por razones cósmicas de la providencia, les tocará sortear una megacrisis simultánea sin precedentes, que pudiese ser la tumba política de éstos o la gran oportunidad para demostrarle al país de qué molde están hechos los seguidores de José Francisco Peña Gómez, si éstos se unen a su pensamiento y accionar podrán salir airosos, inspirados en su resiliencia si toman las medidas correctas y adecuadas, un pueblo agradecido los podría apoyar en el futuro inmediato, pero es prueba de fuego que debe encontrar al PRM unido, en el propósito de gobernar competentemente a un país puesto en sus manos desde agosto del 2020.
Los criterios tradicionales no tienen espacios para la megacrisis en que nos encontramos, no será fácil buscar soluciones a situaciones casi inéditas, pero hay que confiar en las capacidades nacionales para buscar fuentes locales de abastecimiento a las necesidades de nuestra población. No son tiempos de lujos, sino de auspiciar lo simple a lo complejo, a los fines de hacerle razonar a nuestros nacionales que estamos ante una profunda catarsis mundial, que definirá el destino de la raza humana.
El presidente Abinader tendrá que moldear sus acciones a las nuevas realidades, tranquilizando el país, evitando llevar cambios conflictivos en estos momentos al Congreso Nacional y a su propio partido, la prudencia llama a actuar con sensatez en medio de las tribulaciones que generara la megacrisis, toda la atención gubernamental debe estar dirigida a buscar respuestas a todas las interrogantes que se nos presentará, distraerse en asuntos menores es un contrasentido que lo único producirán serán tensiones innecesarias en medio de tan agobiante situación.
Los altos funcionarios deben centrarse en administrar la crisis y dejar de pensar en lo inmediato, en crear condiciones electorales favorables, porque si las cosas se le van de la mano con esta crisis en pleno auge o desarrollo, se les puede repetir la Poblada de 1984, que casi se lleva de encuentro al gobierno del presidente Jorge Blanco.
Apostar a las próximas elecciones y descuidar el presente sería el mayor desatino que harían los oficialistas, y se los advierto como un consejo de amigo, si no se dan cuenta seriamente el tamaño de esta crisis y sus funestas consecuencias, le vendrán las protestas y un ambiente hostil de la sociedad que junto a los partidos políticos, le podrían acarrear problemas que todos debemos evitar, ¡porque el país está primero!
El presidente Abinader no puede desperdiciar la experiencia de todos nuestros líderes, en especial del experimentado expresidente Leonel Fernández, que mucho le puede ayudar a comprender la magnitud de la crisis y sus posibles alternativas, sin embargo no es hora de mezquinas actitudes electoralistas ni de hacer una oposición intransigente, es hora de que todos actuemos con espíritu de colaboración, porque la megacrisis a todos nos afectará, no importando en qué lado estemos.