Un carro patrullero de la Policía es apedreado por los jóvenes amotinado en la Calle El Conde.

1.- El contexto de los sucesos de la calle Espaillat.

En aquel octubre de 1961, se sentía más intensa la sacudida nacional tras 31 años de ansias calladas y ocultos ardores libertarios. Y alcanzaría niveles impensables la violencia, enseñoreada de las calles, disputadas palmo a palmo a los detentadores del viejo orden por una juventud romántica dispuesta a escribir páginas nuevas de gloria y resistencia armada, más que todo, de sueños e ideales.

Es en aquel contexto de encendidas rebeldías, donde cabe situar aquel 20 de octubre de 1961, uno de los episodios a la vez más tristes y heroicos de aquellos meses turbulentos. Del mismo se conmemoró el pasado jueves el 61 aniversario y es de rigor recrearlo para las nuevas generaciones, en sus principales aristas y esenciales motivaciones.

Gracias a valiosos testimonios, como los ofrecidos por Carlos Olivero Guzmán, el Dr. Arnulfo Reyes, Ercilio Veloz Burgos, entre otros actores, ha sido posible reconstruir en parte los pormenores de aquella jornada libertaria que la prensa adocenada, aún adicta al régimen, calificaría en tono despectivo “como el “viento enloquecido de la subversión y el desacato”.

Se tornaba cada vez más intensa la lucha de Unión Cívica Nacional, como principal partido de oposición, enfrentando abiertamente a Balaguer, en quien se encarnaba lo que en su estrategia política era el principal escollo para la conquista del poder por parte de la pujante organización.

El 15 de octubre de 1961, en el parque Colón, Viriato Fiallo había convocado a un grandioso mitin, con abundante presencia de jóvenes, enardecidos al influjo de fogosos oradores que les incitaban a la lucha. “Diabólica táctica” le llamaron los trujillistas, acusando al líder cívico de “prédicas demagógicas que encontrarían eco fácil en la mente de nuestras juventudes idealistas“.

Un viejo cronista del trujillismo, Rafael Meyreles Soler, en agudo juego de palabras tomaría por blanco a Viriato como responsable de las protestas juveniles al afirmar: “Es de esa cívica y democrática manera como vamos a implantar en la República Dominicana todo un señor régimen de derecho en el que todo el mundo tenga derecho a quitarle sus derechos a los que tienen derecho”.

Ya se había tornado intolerable para los  jóvenes universitarios la rectoría de José Manuel Machado, a quien Balaguer terminaría sustituyendo, pero premiándole, al designarle en la Secretaría de Estado de Finanzas. En su lugar, nombraría de forma interina al vicerrector  José A. Paniagua.

No obstante, una controvertida decisión adoptada entonces por Balaguer terminaría soliviantando aún más a la juventud universitaria. El 17 de octubre de 1961, mediante el decreto No. 7189, dispuso el cierre de la Universidad, trasfiriendo el reinicio de las labores docentes para el 7 de enero del 1962.

Justificaba tal decisión en el hecho de que en aquellos momentos el Congreso Nacional, conforme señalara, laboraba en una nueva legislación encaminada a dotar de autonomía a la más antigua universidad del nuevo mundo, argumentación, empero, que en nada convencía a una juventud dispuesta a eliminar todo vestigio del nuevo régimen, demostración palmaria de lo cual era el derrumbe de los símbolos y estatuas del tirano en el mismo corazón de la universidad.

Pero cabe preguntarse: ¿podían sentir confianza los jóvenes de entonces en las decisiones de un Congreso que, aunque conformado en la mayoría de los casos por personas de alta prestancia personal e intelectual, era aún la expresión de la voluntad omnímoda del tirano, quien de dedo y a capricho distribuía curules y canonjías?

2.- Los sucesos de la calle Espaillat

La protesta estudiantil de normalistas y universitarios subía de tono con el paso de las horas en que se desbordaron las rabias juveniles contenidas. Era cada vez más enardecido y estridente el grito de ¡Libertad! ¡Libertad!

En horas de la tarde de aquel día 20 de octubre de 1961 las azoteas del  Arzobispo Nouel, la Palo Hincado y la Espaillat se convirtieron en trincheras rebeldes al concurrir en ellas la tromba juvenil desparramada desde la Avenida Independencia, la Bernardo Pichardo y la Francisco J. Peynado.

Conforme revelara Carlos Olivero Guzmán, entonces un joven estudiante de término de Economía, y parte activa de las protestas, cientos de policías se habían atrincherado próximo al cuartel del cuerpo de bomberos dispuestos a fraguar el ataque, para el cual portaban diversas armas y gases lacrimógenos. Eran comandados por el coronel Luis Arzeno Colon (Tuto), ampliamente reconocido por su accionar violento durante la era.

El primer grupo policial hizo aparición por la esquina Padre Billini- Espaillat. Comienzan las piedras y también los disparos. Desde el hospital Padre Billini disparaba el teniente coronel José Caonabo Fernández González.

¡Libertad! ¡Libertad! ¡No tenemos miedo!, gritaban los jóvenes exaltados en fervor patrio, atrincherados en los balcones y en las azoteas de los edificios.

Con piedras, hierros y objetos diversos desafiaron la incursión violenta de los agentes policiales, dispuestos a preservar como “territorio libre” aquel singular espacio citadino.

El enfrentamiento era desigual, violento. La policía penetraba en las cazas golpeando y atropellando. 57 jóvenes serian detenidos, de los cuales 20 eran entonces menores de edad.

Olivero Guzmán, siempre acompañado en la refriega por el Dr. Arnulfo Reyes Gómez, recordaría los desmanes cometidos por, entre otros oficiales, el teniente Lozada y el teniente Junior Lewis, célebre por propinar golpizas con la pata de una mesa. Como no olvidaría, al tiempo que recibía sus inclementes golpeaduras, aquella expresión hiriente del furibundo agente policial que le gritaba: “¡Toma malagradecido, tantos favores que te ha hecho el jefe!”.

Dos víctimas mortales registra la historia como resultado de aquel brote incontenible de juvenil rebeldía y los consiguientes desmanes policiales: Ticio Roldán Vargas Almonte, estudiante de secundaria oriundo de Santiago  y José Ignacio Cerda. ¿Fueron acaso los únicos o hubo otros que fueron incinerados, crímenes que pudieron quedar ocultos en las espesas brumas de la impunidad y el olvido?. Es una incógnita aún pendiente de despejar.

Conforme la estimación de Olivero Guzmán, más de cincuenta serían los jóvenes heridos entre ellos ocho de gravedad, de los cuales se registran los nombres de Euclides Solano, Milagros Ares y José Ignacio Matos. Aunque a poca distancia del escenario de los hechos estaba el hospital Padre Billini, los heridos serian conducidos al hospital Marión.

En aquellas horas trágicas, no faltaron a los jóvenes heridos gestos de gran nobleza por parte del personal sanitario, de enfermería e incluso de clases y alistados, destacándose en el recuerdo la  bonhomía de los doctores Hoffiz y Cabrera.

No obstante, también se hizo evidente el gesto poco amable de la tiranía aún reinante. Hasta el Marión se trasladaría el  entonces secretario de estado de las fuerzas armadas nombrado por el Balaguer, el Dr. Francisco  González Cruz, quien interrogaría a los estudiantes heridos uno por uno, aún aquellos en estado más delicado.

Don Emilio Rodríguez Demorizi, entonces Secretario de Educación, visita a uno de los jóvenes heridos.

De los más de cincuenta apresados por participación en la revuelta juvenil, un total de 31, en la mañana del 23 de octubre, dos días después de los hechos sangrientos, serían sometidos a la acción de la justicia, enviados a la segunda cámara penal.

Fueron estos: José Hugo Rodríguez, George Antonio Hasbún Peña, Modesto Antonio Medrano Monción, Gustavo A. Bisonó Mora, Rafael Arismendy  Caba Vargas, Ramón Antonio Rubio Guzmán, Oscar Ariza Alemany, Nelson Guerrero Fabián, Marcos Enrique Ramírez Rodríguez, Félix Alcántara, Marino Reyes, Carlos César Ramírez, Elpidio Valentin, Antonio Robinson Fernández, Rafael Pérez, Emilio de Jesús Velón, Pedro Juan Reyes, Pascasio García, Félix María Núñez Paulino, Rubén Darío Alfonso, Juan Pablo Heredia, Agripino Pereyra, Alba Estela Germán, Federico Kid, Arnulfo Reyes Gómez, José Lugo Marte Cerda, Rafael Gregorio Curiel Lozano, Carlos Olivero Guzmán, Rafael Solis y Arístides Euclides Solano hijo.

Entre los policías heridos que registra la prensa de la época, destacan los nombres de  los rasos Fernando Pérez Almonte, Fabián Santos, Gabriel Adames, Luis Pérez Novas, Francisco Antonio Frías, Purito de la Rosa Araujo, Cristino Reynoso Marte y Rafael Contreras Hernández.

3.- La visita de la comisión de la OEA y la  reacción de Balaguer a los sucesos de la calle Espaillat.

El 22 de octubre, dos dias después de los sangrientos sucesos de la calle Espaillat,  arribaría al país una misión de la Comisión Interamericana de los derechos humanos, de la Organización de Estados Americanos, destinada a realizar una investigación sobre los hechos violentos que se estaban suscitando en el país tras la caída de Trujillo.

Presidía la referida Comisión el destacado jurista y diplomático chileno Dr. Manuel Bianchi y la completaban Gabino Fraga, Reynaldo Galindo Pohl, Ángela Acuña de Chacón y el Profesor Durward Sandifer, teniendo como secretarios a Luis Reque, Guillermo Cabrera y Diana Frazer.

Con la presencia en el país de la referida comisión, pronunciaría Balaguer en la mañana del 23 de octubre un discurso controversial, el cual no dejaría de recibir ataques furibundos de la oposición, especialmente de Unión Cívica Nacional, dado que con el mismo, en su criterio, el gobernante en gran medida legitimaba los desmanes policiales contra los jóvenes amotinados.

En el exordio de su discurso, afirmaría Balaguer:

Sean mis primeras palabras para felicitar calurosamente a la Policía Nacional por la ejemplar conducta que observó durante las explosiones de violencia que han ocurrido en los últimos días en diferentes localidades del país. Es la primera vez, en la historia de la República, que las fuerzas encargadas de velar por el mantenimiento del orden ofrecen a la ciudadanía un ejemplo de civilidad que honraría a los cuerpos castrenses de los países más civilizados de la tierra”.

Y agregaría:

El hecho de que varios agentes de Policía se hayan excedido en el cumplimiento de sus deberes, como ocurrió en la tarde del día 20 del mes en el curso en la ciudad de Moca, no resta méritos a la abnegada conducta cívica y al inmaculado espíritu de tolerancia con que en la capital de la República de la República y en las demás ciudades del país actuaron los miembros de esa institución que acaba de escribir una página de honor en la historia de las fuerzas armadas nacionales.

La raya de pizarro está trazada sobre el porvenir del pueblo dominicano: por aquí, por el camino de la conciliación y la concordia, se va a la prosperidad y al bien común, y por allá, por la senda de los apetitos desbocados y de las recriminaciones fratricidas, se va a la catástrofe con el deterioro creciente de la economía y con la ruina inevitable de las instituciones nacionales. La oposición tiene, pues, la palabra. El gobierno ha hablado en términos precisos. Que el pueblo elija ahora su destino. “

Al cumplirse el primer año de los hechos sangrientos de la calle Espaillat, la pluma del destacado jurista y escritor Rafael Valera Benítez, evocaba con los admirables trazos de su prosa poética  aquella juvenil poblada, teñida de dolor y sangre:

“20 de octubre: no eres una fecha sino una lívida comarca en llamas, un rostro hermoso y golpeado contemplándose siempre en un espejo impiadoso. Día de días, férreo día de niños en las azoteas, como sueños, como un sueño reinando sobre la ciudad sitiada por los asesinos.

20 de octubre: no eres una fecha, eres un pueblo, nuestro pueblo y país guardado por la joven hermosura combatiente.

No te detienes nunca 20 de octubre, día sin pausa, incansable clamor que lucha acercándose a la noche, bajo el cielo, en medio de la sangre de los héroes jóvenes. Nunca te detienes, joven día de días, hecho de carne dulcísima, de libre aliento llameante ocupando la calle, las ventanas, el aire mismo, de pie frente a los asesinos sudorosos.

20 de octubre: eres un país de niños férreos, una pradera inacabable bajo la luz dichosa. Eres un muro de pétalos ante la bota enlodada, ante la marcha criminal. Joven día de días, rostro del pueblo, te escucha con amor el tiempo que te miró sufrir, arder, luchar contra los asesinos, defendiendo cada pulgada de la libertad, cada milímetro de luz enrojecida“.