Mi mente, ese gran taller y habitáculo de nuestras altas y bajas pasiones, no puede evitar pensar en carteras y sombreros, cuando leo, pienso o se menciona a doña Margarita María Cedeño Lizardo, ex de Fernández.
La mente humana, y la de doña Margot más, se ocupa y preocupa por los tocados, sombreros, pamelas y velos, ya en notable decadencia, que puedan añadir luces, brillo y elegancia a su demostrada y escandalosa oquedad intelectiva.
La cabeza es corona no tan solo del cuerpo, sino también del Ser: almacena mayormente, conocimiento, recuerdos o memoria, fundamentos morales, afectos y sentimientos, por ello, ante la ausencia de sentido común, de sentido de lo correcto, de la prudencia, puede ser que ciertas cabezas escojan, voluntaria o inconscientemente, suplir con velos, edredones, perlas, canutillos, brillantes de bisutería barata, lentejuelas y mostacillas, aquellas insuficiencias vitales que tanto analizara don Erasmo de Roterdam, en su Elogio de la Locura.
Los despistes de la doña son de antología y pudieran verse como una versión mucho más refinada de las famosas hipolitadas del expresidente Hipólito Mejía. Dos ejemplos: declaró ante la prensa que los ladrones y criminales de este país parecen sentir como que el actual gobierno no es de ellos, o no es su hábitat histórico. Segundo, se aparece con toda su comitiva y con cara de confusión, con toda pompa y circunstancia, en un acto político del alcalde de Santiago, Abel Martínez, a menos de una semana de la convención para elegir el posible candidato del PLD, vendida no como convención sino como consulta cívica.
Algunas feministas, que a veces son lo menos femeninas posible, podrían escandalizarse por este triste artículo y pensar que apostamos o tenemos la tesis de que la República Dominicana no está preparada todavía para tener una mujer como presidente o presidenta, como les guste, o como gustéis. Lo cierto es que es muy poco probable que las mujeres, que son la mayoría de la población y salen a votar temprano, son las primeras opuestas a que una mujer encabece el poder ejecutivo. Es muy probable que los hombres, en cambio, sí estaríamos encantados con ese escenario, acostumbrados como estamos a que la mujer nos mande y gobierne.
La doña debería explicar, en caso de que tuviese sentido de la historia, además de que respetase a sus potenciales votantes, y al pueblo en general, los maravillosos emprendimientos suyos, tan rentables y más milagrosos, acaso, que la multiplicación de los panes y los peces, hecha por el Señor. Debería explicar también, en caso de que Danilo fuese, cosa imposible, tocado alguna vez por los pétalos de la Justicia, cuál ha sido su participación y beneficios en la gestión a su propio capricho y voluntad, de los miles y miles de millones de pesos, dólares y euros que ha manejado durante más de doce años succionando la teta nacional, como primera dama y luego como vice.
Esa acumulación de capitales tan espantosa ha favorecido la compra de carteras, sombreros, alpargatas, correas, abrigos de piel de visón, lentes caros, perfumes de marca y colecciones de zapatos, de los que la propia Imelda Marcos se sentiría llena de envidia. La doña es una muestra señera de la liviandad, de lo banal, de la vacuidad, las bajezas, caprichos y veleidades de la política vernácula dominicana.