Cuando hablo de Santiago, no me refiero al primer Santiago de América el que es bañado por las aguas de un Yaque dormilón. Tampoco al de Cuba, ni al de Compostela. Me refiero al Santiago de Chile.
Una de las cosas que más extraño de Santiago, de ese Santiago, son los quioscos.
Cada mañana, cuando llegaba al centro, me detenía en un quiosco en la calle Morandé con Compañía a comprar los periódicos. Aunque me interesaban las noticias, lo que más me llamaba la atención eran las colecciones que cada semana y que por un mínimo pago adicional se podían adquirir.
Recuerdo que pude comprar una colección completa sobre arte, otra sobre los principales museos del mundo, también otra sobre la gastronomía de diferentes países y muchas más.
Es muy común en este Santiago encontrar quioscos en las intercesiones de las principales calles. Uno que mucho me gustaba se encontraba en la emblemática esquina formada por los paseos Ahumada y Huérfanos. Allí compraba revistas de labores, decoración, cocina e historietas.
En los quioscos, que nos podíamos encontrar en cualquier calle, también habían bebidas (allí se les llama así a los refrescos), dulces, galleticas, es más, de todo tipo de golosinas.
En Santiago Centro se encuentra “El Palacio de los Tribunales de Justicia”, en la calle Compañía, entre Morandé y Bandera, por lo que no es raro encontrarse con infinidad de abogados; ellos, periódico en mano, se detienen a limpiar sus zapatos. Acostumbran a entrar al Bar Nacional, que es un tradicional restaurant en donde se pueden comer ricos caldos, carnes y mariscos de primera o ir a degustar un rico café en los famosos “Café con piernas”, creo que estos deben ser “marca nacional”, porque esa modalidad solo se veía en Chile, aunque ya han sido adoptados por otros países de Sudamérica. Son unos lugares en que solo se sirve café, no se expenden bebidas alcohólicas, ni comida y quienes atienden son jóvenes muy hermosas que llevan poquísima ropa. Cualquier hora es propicia para degustar un café y leer un periódico.
Siempre me pregunté, cuando habían más periódicos físicos en nuestro país, el porqué no se podía imitar esa modalidad de vender semanalmente colecciones, brindando así facilidad para adquirir por un precio justo y sin tener que hacer un gran sacrificio. Que yo recuerde, solo el desaparecido periódico “El Siglo” en una oportunidad facilitó la compra de unos CDs.
Es una lástima el que no encontremos ningún quiosco en nuestra ciudad que nos proporcione periódicos, revistas, dulces, incluso material de papelería.
No sé si es porque no tenemos hábito de lectura y por eso los periódicos físicos han ido desapareciendo paulatinamente. No sé si luego de los periódicos gratuitos se lee algo más, pero lo que sí sé es que el poco hábito que tenemos en el país ha traído como consecuencia que estemos en sitios punteros en “la no comprensión de la lectura” en nuestros niños en edad escolar.
Pero ¡qué va! Conozco personas que no son capaces de interpretar un texto o leer entre líneas y que ocupan posiciones de importancia. También que no saben leer dando la entonación necesaria y las pausas de acuerdo a los signos de puntuación, pero que trabajan en empresas de prestigio.
Partiendo de ahí es una utopía el que los periódicos, los pocos físicos que tenemos, puedan ofertar colecciones para que sean adquiridas por sus clientes.