Últimamente he tenido que asistir a algunos “quince”. Ha sido una gran experiencia. Lo más difícil es la elección del regalo.

Para comenzar les diré que los y las adolescentes van llegando de a “chin”. Cada vez que llega alguien, salen corriendo todos a recibirle. La algarabía es única, la brincadera y la abrazadera es de rigor.

Cuando ya todos los invitados están, comienza la música estridente, una letra que no se entiende y un ritmo que llama al meneo. Eso sí, en el último que fui volteé mi silla para disfrutar el espectáculo, porque en realidad eso era lo que se podía hacer, ya que resultaba imposible conversar.

Yo recuerdo cuando uno de mis hijos estaba en segundo de bachillerato, que es el curso en que generalmente cumplen quince, lo llevaba a las fiestas de las niñas que eran a quienes se les celebraba.

En una oportunidad, en una fiesta, había una orquesta, llegó el momento en que la quinceañera dijo que no tocaran. Como era de militares, tuvieron que quedarse instrumento en mano toda la noche. Ella y todos querían el disc jockey. Hasta ahí todo iba bien. Las hembras por un lado y los varones por el otro. Nadie bailaba. Josefina la profesora de Sociales se acercó a las hembras y les preguntó que por qué no bailaban, ellas contestaron que los muchachos no las sacaban a bailar. Fue donde los varones, le hizo la misma pregunta y éstos le contestaron que las hembras no querían bailar. Descubrimos que ellas estando en segundo de bachillerato esperaban que los del cuarto quienes estaban invitados las sacaran a bailar. Cuando pasó un largo rato a las hembras no les quedó más remedio que bailar con los de su curso, so pena de quedarse con la cara larga toda la noche.

Los regalos no suponían un problema, un fino accesorio bastaba.

Hace unos cuantos meses fueron los quince de una sobrina-nieta, no pude asistir porque mi mamá estaba en cama, pero se juntaron sus amigas en una pizzería de la Zona, a la que también asistieron mis hijos y mis nietos. A la hora de comprar un regalo quería que fuera algo especial, porque la niña es la ahijada de mi hijo mayor. Entre su mamá y él existe una gran conexión. Recuerdo cuando tenían meses y yo no tenía con quien dejarlo, lo llevábamos donde mi hermana de corazón Marcia (mi cuñada); ella se pasaba todo el día con él hasta que yo llegaba del trabajo.

La mejor imagen que tengo de esa época es ver a esos dos primos compartiendo el corral. También recuerdo en la medida que iban creciendo cuando nos encontrábamos en El Conde, los dos corrían a abrazarse y dar brincos, actitud que aún tienen.

Procuré escoger una pulsera de unas que se usan y que se van agregando dijes, ahora le llaman “charm”, pero averigüé y quiere decir “encanto” y es que cada uno tiene un significado para el que los tiene. Además de la pulsera le compramos unos cuantos charms.

Otro de esos quince, pensé que el mejor regalo sería un dije, sé que era regalar un problema, porque la niña no tenía la pulsera, le pregunté a su abuela y me dijo que su tía se la iba a regalar, suerte que una amiga invitada se la regaló.

A la última quinceañera, prima de la anterior, no sabía qué regalarle, porque vi que un dije era un problema para los padres, por lo que comencé a pensar en qué era lo más adecuado. Después de romperme la cabeza pensé que sería una buena opción un sombrero de playa y un pareo, ya que otro regalo de quince además de la fiesta era ir a un crucero, suerte que no lo compré, porque conversando con mi amiga Idalia le planteé mi preocupación, cuando le dije mi decisión solo dijo “¿Y tú has visto jóvenes tapándose? Si mientras más enseñan, mejor. ¿Tú no te has fijado que las viejas son las que se tapan?” Además de que mi nuera me convenció de que tenía que regalarle lo mismo que a su prima. Me decidí entonces por el dije.

En mis tiempos los quince eran tan diferentes… Generalmente se hacían en la casa de la festejada, se ponía un tocadiscos con la música del momento y aprovechábamos para acercarnos a los muchachos, poder bailar y aunque se estaba siendo observado por la mamá de la invitada, era una gran oportunidad.

Los regalos tampoco eran un problema. Un lindo libro para autógrafos, un LP del artista de moda, una caja de hojas y sobres de cartas. En fin, algo romántico y de época. ¡Que tiempos esos!