Ya en la víspera del año nuevo que marca el 2024, a modo de tregua prudente de los temas políticos y electorales que abordo por este medio habitualmente los domingos, he querido razonar, ya no un hecho, sino un fenómeno por lo masivo que se ha tornado, de una modalidad de ¨trabajo informal¨-si porque como hay trabajadores y trabajadoras sexual, también estos serían trabajadores, pero sin dar ni un golpe o servicio demandado, como es, la práctica de limpiar vidrios de vehículos en las esquinas, poner cartones en estos, plañideros que merodean los puntos comerciales, los Piperos qué con su clásico, ¡¨papá, patrón, jefe!, etc, hastían los transeúntes y ciudadanos, han desbordado lo que dice el salmo 58:10 de Isaías que reza lo siguiente: ¨Si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido, entonces brillará tu luz en las tinieblas y como mediodía será tu noche¨.
Sin embargo, las modalidades que se dan con las prácticas cotidianas de los ¨peajes sociales¨, los cuales, podríamos decir, a mi juicio, no están dentro del enfoque cristiano de ayudar al próximo. El asunto más bien, pone de relieve una realidad social y posiblemente una indiferencia y un desamparo de política de asistencia social y efectivamente de garantía y protección a una nueva ¨capa social¨ que ha hecho como oficio el ¨pedir y manguear en las esquinas, en los colmados, en los supermercados, en donde quiera para hacer más corta, pero extensa hasta el infinito la lista¨.
Pero la situación se torna grave respecto al derecho que se abrogan los plañideros que hacemos referencia en esta entrega, al momento de forzar y mandar al diablo a quienes no les den, o no les quieran dar, o no tener menudo para honrar el gesto de ¨humanismo forzado a que se ven compelidos los ciudadanos¨ Y mayormente amenazados porque ya existen altas estadísticas de confrontaciones entre personas que se levantan de madrugada a vender sus fuerzas de trabajos, truene, llueva o ventee. Con grandes riesgos y ruptura del confort de su hogar para buscar el pan de cada día por medio al intercambio de sus servicios o de sus trabajo, con los plañideros que caen en grandes imprudencias y desafíos a las personas, sabiéndose, a las postres que no son lo clásicos mendigos que habla la biblia, sino, se trata de un ejército de no voluntarios al trabajo, sino, a vivir de las dadivas-muchas veces con características de extorsión.
Y lo malo de todo esto es la indiferencia del Estado que tiene que buscarle unas respuestas a estos asedios al ciudadano y tomar medidas o buscar soluciones, el cual hasta con la creación de fondo patrimonial-por ley-, que procure recoger todos los pedigüeños y conminarlos a prestar un servicio utilitario a la nación a cambio de una compensación.- cualquiera lo ve quimérico-, pero es posible. Así como dice el salmo 85.10, que la persona que ayudan a los hambrientos, consiguen, diríamos el reino del cielo, pues a los gobiernos que socorran estos personajes que hacen ritos y honor a la vagancia, pues, al tiempo de cumplir con una obligación de amparar a los ¨necesitados¨, de paso también ganan adeptos, incluso, sin necesidad de gastar millones de dinero en publicidad que son buenos gobiernos, sabiéndose que son indiferentes a situaciones sensitivas de la sociedad, y esta, aunque no la peor, la que más afrenta le genera al Estado, lo que además, produce una jodienda social inaguantable.
Es más, estamos seguro que si se hace un censo de las empresas, incluso privadas, publicas por demás, y de otras índoles que necesitan hasta parqueadores públicos o mensajeros, o pasa papeles, etc, haría faltas millones de colaboradores, que muy bien con arreglo a una ley, se podría utilizar como banco de colaboradores de la productividad a esos pedigüeños que merodean los puntos comerciales asumiendo incluso, que las calles y los parqueos son de ellos. Y quiero plantear, el fondo no puede salir de los bolsillos de los ciudadanos. ¡Jamás!
Esta salida-ley- soñada por quien escribe, podría disponer de un capítulo de ¨amparo al pedigüeño habilitado¨-, o sea, que las empresas o instituciones dispongan de un bono solidario, y a cambio, se les asignarían-bajo procedimientos de depuración de aptitudes, en proporción a los bonos, y en consecuencia, recibirían la cantidad que representen los mismos. Eso sí, el gobierno deberá garantizarle a los ciudadanos que para conseguir el cielo no tiene que aguantar esa anárquica situación. E iría más lejos, también se podrían crear un bono solidario de ciudadanía propietarios de vehículos y asignarle una partida determinada, teniendo dicho ciudadano la reducción de un porciento en su posible liquidación de impuestos, placas, licencias, revistas, etc, a fin de que se convierta en un contrato social de ganar-ganar. Porque sinceramente, se hace necesario buscarle a una solución a tanta perturbación social y emocional que se vuelca sobre los ciudadanos que no tienen por qué convertirse en financiadores o de cubrir un problema social que mayormente es al Estado que le corresponde buscarle una salida.
A nuestro juicio, tendríamos el rescate de ese contingente de personas que todavía pueden ser útiles y sacarlos de ese submundo indigno de tener que buscársela en una esquina o en cualquier establecimiento creando desasosiego a los ciudadanos. ¡Y les digo, no es fácil, que en cada sitio-millares de puntos-, uno tenga que; o dar compensación extra o sufrir el espectáculo o el riesgo de no darle a esos plañideros. Que en verdad, podrían tener necesidad no cubiertas-muchas veces por opción de comodidad en la vida-, pero sí que están en óptimas condiciones físicas y de salud, o cuando no, son un grupos de personas mayores que los hijos los abandonan. Para mí, esto constituye una de la falencia más grosera e inhumana de la democracia, tener que convivir con ese espectáculo, teniendo el Estado la responsabilidad de dar respuesta y solución a este mal social. ¡Hagamos con esto, un contrato social!