Si damos una mirada hacia atrás, la educación desde sus orígenes, no importando las épocas y las diferentes culturas que le dieron inicio, siempre vamos a encontrar particularidades comunes que deben constituir la zapata de cualquier sistema educativo.

Para los griegos, la paideia, que significa educación o formación, era la enseñanza del honor y el respeto, cualidades morales y éticas, formación integral del hombre con una educación cívica que fomente la honestidad, la decencia y el respeto de las leyes. Así mismo la educación hebrea estuvo basada en un Dios creador de todo lo existente con un ideal pedagógico de formar al hombre virtuoso, piadoso y honesto. De igual manera, la civilización egipcia valoraba la educación como un medio para la obtención de honores y fortuna y en la antigua China la educación comprendía la formación moral, la intelectual y la guerrera. Es decir que todas en común de una manera u otra plantean el desarrollo de los valores morales del ser humano.

Desde otra óptica, el tema de la educación podría catalogarse como de altísima prioridad para países como el nuestro en vía de desarrollo, que requieren de un sistema de educación como herramienta fundamental e imprescindible para lograr el desarrollo, porque no conocemos de ningún país desarrollado del mundo que lo haya logrado sin contar con una educación de calidad que le dio el soporte requerido para el alcance que han logrado. La inversión en la educación produce frutos en el presente, a mediano plazo y para las futuras generaciones de los pueblos.

El panorama de la República Dominicana no luce nada alentador, viniendo de años en los que no se le dio ninguna importancia a lo que consideramos la espina dorsal de cualquier sistema educativo, que lo constituyen el personal docente, se construían muchas escuelas, pero no habían maestros para atenderlas porque no se le daba el valor que le correspondía. Esto juntamente con la bajísima asignación en el presupuesto del país a la educación, que  estuvo por debajo del 1% del PIB y en ocasiones apenas alcanzaba un poco mas del1%.

Estamos hablando de un período que comprende mas de 50 años, en el que el sistema educativo del país se hunde en un abismo profundo que requeriría entonces muchos años para poder por lo menos situarse en niveles mínimos aceptables, lo cual puede verse en nuestros años presentes en el que las evaluaciones de los organismos internacionales nos colocan en la cola. De hecho, el último informe(2018) del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA (por sus siglas en inglés: Programme for International Student Assessment) que es el estudio llevado a cabo por la OCDE(Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) a nivel mundial y que mide el rendimiento académico de los alumnos en matemáticas, lectura y Ciencias, coloca a la República Dominicana en las siguientes posiciones:

Matemáticas: Posición 78 de 78 países evaluados

Lectura: Posición 76 de 78 países evaluados

Ciencias: Posición 76 de 78 países evaluados.

Anteriormente la República Dominicana había participado solo una vez en el año 2015, donde obtuvo la siguiente evaluación:

Matemáticas: Posición 70 de 70 países evaluados

Lectura: Posición 66 de 69 países evaluados

Ciencias: Posición 70 de 70 países evaluados.

Estamos hablando que después que se comenzó a aplicar la ley 66-97, que establecía la asignación a la educación del país de un 4% del PIB, en el año 2013, el país no ha experimentado ninguna mejoría, si se toman en cuenta los resultados de las pruebas PISA indicados arriba correspondientes al año 2018.

Aunque la realidad indica que en ningún año se ha ejecutado el 4% del PIB en el sistema educativo del país, porcentaje que todavía resulta por debajo de lo que requiere en este caso un sistema que lleva un lastre de tantos años, entendemos que se requerirán muchos años para empezar a ver los avances.

Habría que indicar que tomando en cuenta la forma en que se están asignando los recursos consignados a la educación, las graves situaciones que a diario se ven en cuanto a la pulcritud y transparencia de los procedimientos de asignación de estos y muy especialmente analizando la calidad del gasto, habría necesariamente que concluir que no creemos que podamos ir venciendo el gran atraso y mucho menos colocarnos a la par con lo que demandan estos tiempos de globalización.

Por otro lado, habría que analizar los programas de educación y diseños curriculares que se están aplicando en el sistema nacional, los cuales parecerían que carecen de los principios de formación moral e integral que estaban presentes en la mayoría de los sistemas que dieron origen a la propia educación, o por lo menos eso es lo que se refleja en las actuaciones de los niños, adolescentes y jóvenes estudiantes de nuestras aulas. “¿Quizás debemos darle el tiempo prudente para empezar a ver los frutos de los recursos que se invierten en el sector?”