Saber elegir el discurso idóneo para alcanzar nuestros objetivos de política exterior como nación es crucial para la buena salud de nuestras relaciones internacionales. En un contexto político internacional mucho más polarizado desde el punto de vista ideológico que el nuestro, tenemos que saber plantear correctamente nuestra postura con respecto a la situación haitiana para que no se nos vaya a mal interpretar, aislar o perjudicar de manera innecesarias por razones político-ideológicas.
El discurso soberanista rinde importantes réditos en el plano local amparándose en las particularidades de nuestras condiciones insulares, sociales y económicas. Sin embargo, frente a otros Estados llegar con planteamientos iniciales soberanistas puede implicar que la postura dominicana siquiera supere el smell test o prueba de olfato de los distintos bloques políticos que componen los congresos nacionales y comunitarios y las alianzas que sostienen muchos gobiernos extranjeros, así como las ONGs internacionales.
Asistimos a una época importante de realineación geopolítica con significativos ajustes en la cadena de suministros por lo que Republica Dominicana precisa de establecer objetivos muy claros en su política exterior y mucha precisión para saber jugar sus cartas en un tablero muy heterogéneo y donde emplear un discurso inadecuado nos puede dejar muy mal parados. Asimismo, hay que tomar en cuenta que los propios organismos de integración económica enfrentan sus retos domésticos frente a discursos de índole nacionalista y soberanista, esto no nos ayuda.
Si no escogemos bien las palabras del discurso exterior, República Dominicana corre el riesgo de ser tildada de excéntrica o a ser solamente entendida por grupos sectarios, lo cual es muy distinto al fin que se quiere lograr y a las intenciones reales.
Para llegar y lograr el apoyo de los países que queremos debemos usar un lenguaje adecuado con base en los derechos humanos, en los derechos de los trabajadores, en el compromiso de no explotación de la mano de obra, en mejores prácticas laborales, en reducción de la vulnerabilidad de las personas migrantes, en apertura al comercio y en la buena disposición de elevar los estándares de vida de todas las personas que vivan y trabajen en República Dominicana.
Me preocupa que nos dejemos llevar de sentimentalismos patrioteros que nos aíslen de manera incorrecta por fallos discursivos que bien pueden ser subsanados al interno de nuestro Estado.