Los pactos traen siempre el sacrificio de algo querido. Traen de igual modo ganancias que parecían imposibles de lograr. Pero los líderes de los partidos políticos, cuando hacen alianzas, prefieren poner sus egos primero; los intereses del partido quedan olvidados.
Enfocar los intereses personales en vez de los institucionales ha llevado al fracaso a la mayoría de los frentes unitarios en el país. Enrumbar las alianzas por ese derrotero a la larga daña la unidad del partido. Porque no hay alianza —por grande que sea— que pueda satisfacer el afán de exhibición de todo el que se cree líder y guía.
Único propósito
Las coaliciones políticas conocidas de 1974 hasta hoy se han concentrado siempre en impulsar la marcha hacia el poder. Nunca, por ejemplo, se ha firmado un acuerdo entre la mayoría de los partidos para empujar un proyecto de nación. Un proyecto que afronte los problemas nodales del país. Que defina el país que queremos de aquí a los próximos treinta años.
Algunos dirán que lo dicho en el párrafo anterior es falso. El Pacto por la Democracia para dar salida al tranque electoral de 1994 es la mejor prueba de la falsedad, dirían. No obstante, dejando a un lado la narrativa oficial se verá que los partidos pactantes tenían sus cartas debajo de la manga.
El PRD, por ejemplo, quería: a) impedir que el Dr. Joaquín Balaguer fuera candidato a la presidencia; b) evitar los acostumbrados fraudes electorales perpetrados por Balaguer para quedarse subido en el palo; y c) lograr que el Dr. José Francisco Peña Gómez fuera presidente de la República.
Joaquín Balaguer, líder del PRSC pujaba por impedir que Peña Gómez llegara a ser presidente de la República. Quería cerrar, según él, el camino malo. El PLD coincidió con el líder reformista para favorecer a los conservadores. Con esa alianza mostrenca rifaron a Peña Gómez.
Pero nos hicieron creer que todo fue por el bien del país.
Alianzas pasadas, cuatro ejemplos
El Acuerdo de Santiago. Consistió en la unión encabezada por el PRD con la mayoría de los partidos opositores en 1974. El propósito principal consistió en desplazar al Dr. Joaquín Balaguer del Poder.
Esta alianza terminó retirándose de las elecciones. La huida se basó en la falta de garantías y transparencia por parte del gobierno. Veinte años después el PRD repitió el pacto, lo llamo: El Acuerdo de Santo Domingo. Los objetivos eran similares al anterior. En 1996 hizo lo propio.
Un fenómeno inusual se dio en 1996, se firmaron dos uniones de partidos para enfrentar el acuerdo perredeísta. Los dos pactos estaban llamados a gravitar en el escenario electoral por tiempo aun indefinido.
El primero de ellos fue El Frente Progresista encabezado por el PLD seguido por un arenal de partiditos de todas las calañas. Como ningún partido superó el 50% de los votos, para la segunda ronda se conformó El Frente Patriótico. Una alianza entre los reformistas y los pledeistas para cerrarle el paso a Peña Gómez.
Con El Frente Patriótico nació el nuevo PLD.
Los llamados Progresistas comenzaron a desmoronarse después de perder las elecciones del 2020.
¿Son obligatorias las alianzas?
En un sistema electoral de doble vuelta los partidos, si quieren ganar, están obligados a unirse con otros. Pero las negociaciones —ya se dijo— sacrifican siempre a una parte de los lideres de las agrupaciones aliadas.
La ventaja principal de las coaliciones electorales no está en los votos que suma sino en la confianza que produce en el electorado. Pero los partidos que están en el gobierno suelen restar importancia a los acuerdos confiados en la fuerza del aparato estatal.
Pero el oficialista PRM hace todo lo contrario. En la coyuntura actual el Presidente Luis Abinader está abierto de par en par a todos los acuerdos posibles. Contar de ampliar su universo de votos y dar seguridad a sus seguidores busca aliarse hasta con las juntas de vecinos.
El partido morado y la Fuerza del Pueblo —extrañamente— se derriten en un dime y dírete. Parece que se creen el cuento de los números maquillados por ellos mismos. Cada uno por su lado dice no necesitar al otro para ganar. No andamos buscando acuerdos, dicen.
Pero si quieren seguir vivos después de las elecciones venidera están obligados a juntarse.
El pacto necesario
Pero dejemos a un lado el sin sentido morado y verde. Porque el país solo necesita una gran alianza nacional. Un acuerdo a corto, mediano y largo plazo que ponga el país en primer plano.
Los dominicanos urgen de una unión que vaya de lo electoral al desarrollo humano. Que pase del desarrollo a la construcción de una cultura capaz de mirar al otro con ojos solidarios.
Hace falta un acuerdo entre los sectores productivos, religiosos, culturales y políticos. Un acuerdo que enrumbe el país por mejores senderos para que deje de ser el último en todo. El país quiere un pacto de nación.
Pero parece que los partidos políticos no sienten los tropezones. Nunca levantan los pies.