La presencia del padre dentro de la familia es de vital importancia para fortalecer el vínculo afectivo entre madre e hijos siendo una figura clave para el desarrollo de la personalidad de los mismos. Se asocia además a la internalización de las normas, la socialización, la orientación sexual y el deber ser para una sana convivencia en sociedad.

La literatura universal no se escapa de la influencia de la figura paterna en la creación de grandes obras donde se aborda la realidad y la ficción desde la admiración, el temor, el rechazo, el amor, la omnipresencia o la ausencia del padre.

Muchas obras literarias muestran un especial interés en la figura paterna. Así es como José Arcadio Buendía personaje de la novela “Cien años de soledad” del escritor Gabriel García Márquez, es caracterizado como un padre de carácter fuerte, de gran fortaleza física y voluntad indoblegable. Al mismo tiempo es un soñador, con ilusiones extravagantes, un hombre interesado en las ciencias y la alquimia: “En el mundo están ocurriendo cosas increíbles. Ahí mismo, al otro lado del río hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros”.

En el relato “El Hijo” de Horacio Quiroga narra como el padre un hombre de gran carácter, viudo y que sufre de alucinaciones regala a su hijo de trece años una escopeta para ir de cacería. El padre le ha enseñado la prudencia, la cautela y la obediencia educándolo “ desde su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro, puede manejar un fusil y cazar, no importa”.

A través de la siguiente escena se manifiesta el gran sentimiento fraternal entre padre e hijo:

—Vuelve a la hora de almorzar —observa aún el padre.

—Sí, papá —repite el chico.

Equilibra la escopeta en la mano, sonríe a su padre, lo besa en la cabeza y parte”.

Teniendo en cuenta el contexto histórico – cultural y año de publicación de este cuento (1928) el padre manifiesta su amor en el hijo brindándole seguridad, libertad e independencia a temprana edad permitiéndole ir solo de cacería siendo un adolescente. Al final la muerte del hijo es narrada desde la alucinación del padre afrontando el fallecimiento de su “chiquito”, utilizando el recurso de la negación psicológica.

El escritor Mario Vargas Llosa en su libro de memorias “El pez en el agua” recuerda que su padre fue un hombre autoritario y golpeador a quien creía muerto, conociéndole a los diez años de edad y con el que mantuvo una relación conflictiva; una época de su vida marcada por el miedo y la rebeldía.

En “Retrato de un hombre invisible” Paul Auster, conmocionado por la muerte de su padre Samuel Auster se apresura a escribir sobre su vida ya que “Si no hago algo deprisa, su vida entera se desvanecerá con él…”. Manifestó que fue la única vez que lloró cuando comprendió que su padre estaba muerto. Empieza a escribir sobre su padre que en vida estuvo ausente, tres semanas después de su muerte: “No había podido o no había querido mostrarse a sí mismo…Era un hombre invisible…Invisible para los demás, y muy probablemente, para sí mismo”.

Es en “Cartas al padre” de Frank Kafka, donde se expresa el miedo que éste le tiene a su progenitor, la sensación de nulidad e inferioridad que siente frente a él y la cual influirá en su obra literaria: “Sólo tengo recuerdo directo de un incidente de los primeros años. Quizás lo recuerdes tú también. Una noche no paraba de lloriquear pidiendo agua, seguro que no por sed, sino probablemente para fastidiar, en parte, y en parte para entretenerme. Después que no sirvieron de nada varias recias amenazas, me sacaste de la cama, me llevaste al balcón y me dejaste allí un rato solo, en camisa y con la puerta cerrada. No quiero decir que estuviese mal hecho, tal vez no hubo entonces realmente otra manera de lograr el descanso nocturno, pero con ello quiero caracterizar tus métodos de educación y su efecto en mí. En aquella ocasión, seguro que fui obediente después, pero quedé dañado por dentro. Lo para mí natural de aquel absurdo pedir-agua y lo inusitado y horrible del ser llevado-fuera, yo, dado mi carácter, nunca pude combinarlo bien. Todavía años después sufría pensando angustiado que aquel hombre gigantesco, mi padre, la última instancia, pudiese venir casi sin motivo y llevarme de la cama al balcón, y que yo, por tanto, no era absolutamente nada para él.”

Uno de los personajes de la novela “Matar a un ruiseñor” de la escritora Harper Lee es Atticus Finch, arquetipo de padre responsable, que cuida de su familia brindando un ejemplo a sus hijos y a la sociedad acerca de la importancia de la empatía, la solidaridad y la justicia. La novela nos traslada a un pueblo ficticio de los Estados Unidos, llamado Maycomb, en donde sucede un acontecimiento que cambia la vida de sus pobladores ya que acusan a un hombre negro de haber violado a una mujer. Atticus toma la defensa de este hombre con valentía ante un pueblo cegado por los prejuicios raciales, la obnubilación y la ignorancia.

En su tercera novela, “Algo en lo que creer” Nickolas Butler construye sus personajes y la recreación del espacio geográfico en el medio oeste americano. En la trama se destaca Lyle como protagonista, un hombre lleno de sentido del humor, amor, y lealtad; valores con los cuales conquista a sus amigos, sus vecinos, su mujer y su nieto. En la novela Lyle ofrece algunas lecciones de lo que se supone es ser un buen padre: “parte de ser padre consiste en querer a tus hijos mucho más de lo que ellos te querrán nunca”. En cuanto a ser abuelo: “algún día me entenderás. Si de mí dependiera, le dejaría comer helado tres veces al día, con cada comida. Es lo que hacemos los abuelos. Es nuestro trabajo. Si quisiera que el chico me odiase, lo atiborraría a coles y berza”. “ Algo en lo que creer” explora las relaciones entre padres e hijos, abuelos y nietos: una historia sobre la comunidad y la familia, y sobre lo que estamos dispuestos a hacer para cuidar y proteger a quienes amamos”.