En su opúsculo de 1795 “Paz Perpetua” el filósofo Immanuel Kant expresa “La paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza -status naturalis-  el estado de naturaleza es más bien la guerra” …”Por tanto la paz es algo que debe ser instaurado…” Hace referencia al concepto griego de que “La guerra es mala porque hace más hombres malos que los que mata”. Por su parte, Barthélemy estableció que “Toda guerra concluye por donde debió empezar…” … “…por la paz”. Para San Agustín la paz es la “tranquilidad en el orden” siendo el orden la disposición en su lugar de las cosas semejantes o dispares. Kant dictó su receta para mantener paz perpetua entre los estados, no aplicable a la “guerra eterna” de Colombia porque su violencia no surge por confrontar otros países, sino que pelean entre sí hijos de la misma patria. Algunos pesimistas consideran que a nivel mundial sería “más adecuado hablar de una guerra permanente solo interrumpida por treguas de corta duración a las que se denominan paz”.

Con innumerables guerras civiles Colombia ha logrado períodos de paz, aunque precaria, mediante la negociación, con la victoria de un bando o hasta con la impotencia, como ocurrió con la llamada Guerra de los mil días en que las operaciones bélicas terminaron porque ambos contendientes se sintieron impotentes material y anímicamente para seguir peleando.

La violencia se agudizó con el magnicidio de Gaitán y amainó con el “golpe de opinión” sin derramamiento de sangre que derrocó al impopular presidente conservador Laureano Gómez que llevó a la Presidencia al general Gustavo Rojas Pinilla. Se cumplieron formalidades constitucionales, apoyadas por el ex presidente de la República Ospina, que ocupaba la Presidencia de la Asamblea Nacional. El inestable equilibrio político entró en crisis al querer Rojas Pinilla perpetuarse en el poder presentándose como candidato para el siguiente periodo.

Intentando restablecer la democracia y terminar la violencia el ex presidente liberal Alberto Lleras Camargo, que había consolidado su prestigio internacional como primer secretario general de la OEA, se reunió con el derrocado ex presidente conservador Laureano Gómez quien se encontraba exiliado en Benidorm, España, y el 24 de julio de 1956 firmaron el histórico “Pacto de Benidorm”, que fue seguido por otro acuerdo complementario en marzo de 1957 conocido como el “Pacto de Marzo”. Las élites paralizaron la economía y Rojas Pinilla renunció el 10 de mayo de 1957. Las conversaciones unitarias culminaron el 20 de julio de 1957 con el “Pacto de Sitges” o “Pacto Nacional” firmado en ese balneario catalán.

Superando interminables guerras de exterminio mutuo los liberales y conservadores se unieron para retornar a la constitucionalidad y reconquistar las libertades públicas como forma de superar la violencia. Se consagró que ambos partidos se turnarían en el poder durante 4 períodos gubernamentales de 4 años, y que el primer presidente sería del Partido Liberal. El bipartidismo también implicaba que en el Congreso y en los puestos ministeriales cada partido tendría el mismo número de representantes.

Entre 1958 y 1974 se entronizó un régimen constitucional de “democracia vedada” que excluía a otros partidos distintos al liberal y conservador. Críticos severos de lo que pasó a llamarse “Frente Nacional” expresan, siguiendo lo prescrito por Maquiavelo, que ambos partidos se aliaron no por amor sino por miedo a perder el poder político para siempre. Sectores excluidos respondieron con la lucha armada.

Como reajuste, en 1985 surgió la Unión Patriótica fruto del proceso de paz entre Belisario Betancourt (1982-1986) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En 1989 se creó Alianza Democrática M-19 gracias a los acuerdos de paz entre Virgilio Barco (1986-1990) y el grupo guerrillero M-19 en el que militó el presidente Petro.

La Constitución Política de 1991 incluyó grandes avances democráticos y sepultó la de 1886. Colombia ha tenido el mérito de mantener, a viento y marea, la vigencia de sus instituciones, con procesos electorales que legitiman sus gobernantes en medio de guerras, terrorismo, narcotráfico y otras ocurrencias fuera de ley. Lo más trágico es que la violencia armada continúa aún después de firmarse los pactos de paz. Confiemos en que el proceso formulado por Petro culmine entronizando una verdadera Paz Perpetua.