El Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología (MESCYT) invirtió 2284 millones de pesos, en el período 2005-2019, en el financiamiento de 431 proyectos de investigación (El Nuevo Diario, 15.03.19). Eso representa una inversión de 175 millones anuales. El costo de cada investigación fue de 5, 300 000 (cinco millones trescientos mil) pesos.  Está muy bien que se patrocine la investigación científica. Pero cuando se examina el impacto de los resultados de esas investigaciones en el estado del conocimiento (objetivo intrínseco o inmanente) o el desarrollo del país (objetivo extrínseco o trascendente) se crea la duda sobre qué se debe priorizar: la investigación desvinculada de la docencia, o la formación de investigadores e investigadoras para formar una cultura de investigación y de amor a la ciencia.

En el país hay varios programas doctorales, la mayoría con una plantilla de docentes dominicanos y extranjeros de alta calidad.  Pero el nivel de calidad de las y de los egresados dista mucho de ser el deseado, dado que la mayoría apenas tiene tiempo para para leer apresuradamente un libro por asignatura y realizar prácticas investigativas parciales. Es difícil de entender que alguien pueda cursar un programa doctoral en tres años, mientras trabaja en promedio ocho horas diarias. Si queremos doctoras y doctores de calidad que impacten en la investigación científica, el MESCYT y las universidades deben asegurarles a los y a las docentes que quieran cursar un programa doctoral una inmersión total en el mismo, por lo menos durante tres años.

Con los 5.3 millones de pesos que en promedio se invierte en una investigación, el MESCYT podría cubrirle el 50% de una licencia de tres años a un doctorando o doctoranda, tomando como referencia el sueldo promedio de un docente de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, dado que esta es la que mejor paga a sus servidores y servidoras (la institución a la pertenezca el docente cubriría el otro 50%). Además, se le cubriría el costo completo del programa y los gastos en libros y asistencia a eventos internacionales.  La idea es que los y las docentes se dediquen por un mínimo de tres años o un máximo de cinco a estudiar a tiempo completo.

Con esta propuesta, el MESCYT en alianza con las universidades podría patrocinar la formación de cuatro cohortes de doctores, cada tres años, con un nivel óptimo de calidad.

Se podría pensar que estoy en contra de la investigación científica. Pero nada más alejado de la realidad. Esos 431 (cuatrocientos treinta y un) doctores tendrían un impacto impresionante tanto en la cantidad como en la calidad de las investigaciones en RD, comenzando con sus propias tesis doctorales que cumplirían cabalmente con las exigencias del método y del discurso científicos. Además, estos doctores y doctoras serían asesores y asesoras de investigaciones científicas en sus respectivas universidades.

También se podría alegar que lo adecuado sería patrocinar la formación de doctores de calidad y los proyectos de investigación que cumplan con los requisitos del MESCYT o de la institución de educación superior a la que le interese. Sin duda eso sería lo deseable. Pero donde los recursos son limitados, hay que priorizar. En dos o en tres décadas, se podría desacelerar la formación de doctores; y distribuir los recursos tanto para patrocinar la formación de doctores y de doctoras como para financiar proyectos de investigación