La vieja ciudad de Santo Domingo, hasta la conformación de la nueva provincia del mismo nombre (Santo Domingo) en el año 2002, estaba claramente conformada por cuatros zonas obedeciendo a los puntos cardinales:  la Zona Sur,  conformada por todo el litoral costero del Mar Caribe; la Zona Norte, que recorría todos los bordes de los ríos Ozama e Isabela hasta la avenida Abraham Lincoln; la Zona Este desde la parte oriental del río Ozama, hasta Boca Chica y Guerra; la Zona Oeste, desde la avenida Luperón Hasta Pedro Brand, y el río Haina.

Las principales luchas contra la dictadura de Trujillo y sus remanentes se escenificaron fundamentalmente en la Zona Sur de la capital en los barrios de la clase media, ciudad Nueva, Gazcue, San Antón, San Miguel, San Lázaro, San Carlos y Villa Francisca, fundamentalmente.

También el Gobierno en Armas, del coronel Francisco Alberto Caamaño Deño se mantuvo todo el tiempo en la llamada zona de intramuros.

Las características sociales, económicas y políticas de la Zona Norte la convirtieron en el principal escenario de la lucha de los sectores populares.

Para la muerte del tirano, la Zona Norte albergaba los principales centros de producción industrial de la vieja ciudad, que llevaba el nombre de Perínclito de San Cristóbal; fabrica aceite, de saco y cordelería, mármol, sal y yeso, cemento, clavos, chocolate, zapatos, la pasteurizadora de leche, entre otras operaban en la referida zona.

A eso hay que agregar la existencia de Liceo presidente Trujillo (hoy Juan Pablo Duarte), en la populosa barriada de Villa Consuelo, cuya población estudiantil en sus tres tandas fue símbolo de resistencia a raíz del ajusticiamiento del tirano.

La existencia de una gran masa de obreros en esos centros de producción produjo que esa parte de la ciudad se convirtiera en un escenario de lucha de los trabajadores por las conquistas negadas de parte de quien era el dueño del país y todas esas industrias, del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina y sus testaferros a lo largo de los 31 años de férrea dictadura.

Tras el derrocamiento del gobierno constitucional del Profesor Juan Bosch en 1963, esos barrios se convirtieron en bastiones de lucha contra los golpistas y por el retorno a la constitucionalidad.

Cuando se produjo el estallido del 24 de abril del 1965, fueron de los primeros en lanzarse a las calles a apoyar la revuelta, a tomar la televisora oficial Radio Televisión Dominicana, enclavada también en Villa Consuelo, a exigir armas para el pueblo. Fueron los primeros en tomar algunos destacamentos policiales.

Fueron los hombres y mujeres de los barrios de la Zona Norte que aportaron el mayor número de combatientes que acudieron con machetes, cuchillos, piedras, palos, bomba molotov y algunos viejos fusiles Mauser y carabinas Cristóbal, a la cabeza del puente Duarte los días 26 y 27 de abril a detener las tropas del llamado Centro de Entrenamiento de las Fuerzas Armadas (CEFA) que bajo la dirección del entonces coronel Elías Wessin y Wessin, pretendían tomar la ciudad para instalar un régimen militar.

Fue en los Barrios de la Zona Norte, donde luego de instalado el mal llamado cordón de seguridad que dividió la ciudad en dos partes, impuesto por las tropas yanquis después de su desembarco el 28 de ese histórico abril;  donde se libraron los más feroces combates entre las tropas de todos los cuerpos militares y policiales, agrupados y rearmados por las tropas interventoras, contra cientos de combatientes civiles mal armados y casi sin ningún entrenamiento militar, en la llamada Operación Limpieza.

Fueron los barrios de la Zona Norte, en especial, Gualey, Los Guandules, La Cañita, Ensanche Espaillat, 24 de abril, El Simón Bolívar, 27 febrero, Ensanche Luperón, Capotillo, Villas Agrícolas, Villa Consuelo, Villa Juana, María Auxiliadora, Ensanche La Fe y Cristo Rey, donde más se combatió el régimen balaguerista de los 12 años fueron los que  mayor cuota de sacrificio, sangre y muerte aportaron, para la consecución de los espacios democráticos que hoy vivimos los dominicanos.

Hombres y mujeres de pueblo

Pero fueron mártires anónimos, humildes hombres y mujeres sin nombres rimbombantes y sin apellidos sonoros, todos de los estratos bajos de nuestra sociedad. Son los olvidados, a los que el tiempo va borrando sus imágenes y el recuerdo de su entrega y sacrificios.

Porque me crié en la barriada de Villa Juana, y finalizada la guerra patria, me integré en una célula de simpatizantes del otrora Movimiento Popular Dominicano (MPD), de las manos del estudiante de medicina de la UASD, Fernando Luna Calderón (El Galeno), y me mantuve por seis años en la organización barrial de la  Zona Norte, hasta mi salida en julio del 1971 hacia la Región Norte del país evadiendo la persecución que contra todo el partido y especial su estructura dirigencial habían desatado el gobierno balaguerista y los aparatos de inteligencia estadounidense a raíz del secuestro al agregado aéreo de la embajada de ese país, coronel Donald J. Crowley el 24 de marzo del 1970.

Porque me  relacioné con la inmensa mayoría de esa generación olvidada, de los militantes y dirigentes de las organizaciones de izquierda, en especial los del MPD, al que con orgullo y honra pertenecí; puedo dar testimonio de las cualidades humanas, de honradez, de espíritu de sacrificio y valentía de ese casi un centenar de buenos camaradas caídos en lucha por una sociedad más justa e incluyente; y que hoy nadie los recuerda, excepto al camarada Flavio Suero, caído en las luchas estudiantiles por un mayor presupuesto para la UASD, y que fue honrado por el inolvidable Amín Abel Hasbún, designando  con su nombre  a la organización estudiantil del partido, el  Frente Estudiantil Flavio Suero (FEFLAS).

Hombres y mujeres que por su condición de clase han permanecido en el anonimato

¿Quién recuerda a Luís Manuel Naut, Juan Castro Arias, Cristino María Liriano Genao, Dotel Taveras, Santiago Félix Carrasco, Rubén Santana y Santana, Juan B. Polanco (Memelo), Héctor Heredia (Cirineo), Félix Martín Espinosa (Cunene), Héctor de la Rosa, Rafael Montilla (Jualimoni), Ángel Rincón, Mario Rosa (Chachín), Cecilio Payano (Blanco), Orlando Martínez Corporán, José Ramón Sánchez, Catalina Ortiz, Mirtha de los Santos, Carlos M. Castillo, Andrés E. Gómez Castillo, Julián Parahoy, Clemente Frías, Germán de la Cruz Mateo, Cándido de Jesús Heredia, Marcial Emilio Valdez (Milito), y muchos otros cuyos nombres no me llegan a la memoria después de más de medio siglo.

Son hombres y mujeres que por su condición de clase han permanecido en anonimato, y peor, en el olvido.

Por esas y otras razones, apoyo y celebro la decisión y el compromiso de la Fundación Maximiliano Gómez (El Moreno) de rescatar la memoria histórica del pueblo dominicano, celebrando el próximo 28 de abril, un homenaje a esa generación de jóvenes caídos.

Y exhorto los viejos y nuevos luchadores por la libertad y la independencia de nuestro país, a participar y apoyar esta buena iniciativa, asistiendo al acto que en honor a esos héroes y mártires, caídos en los sangrientos doce (12) años del gobierno de Joaquín Balaguer, se realizará el próximo domingo 28 de abril en el parque de la Duarte con Pedro Livio Cedeño, a las 10 de la mañana.

“Los hombres sólo mueren, cuando nadie los recuerda, ustedes nunca morirán porque siempre estarán en nuestros recuerdos y sus memorias seguirán viva en nuestras mentes y corazones”.