En una ocasión, le comentaba a un colega sociólogo que, no hay cosa más difícil y problemática para los intelectuales, es decir para los que vivimos del conocimiento y las ideas, que superar los dualismos que nos plantean las ideologías.

Las ideologías operan con un código binario muy fuerte: nosotros­-ellos, gobierno-oposición, derecha-izquierda, neoliberalismo-neopopulismo, estos códigos en principios son importantes, pues nos advierten y nos permiten entender que otras formas de representar lo político y social es siempre posible. Pero también, funciona como sistemas de ideas, conocimientos, creencias, valores e intereses que le dan sentido a nuestra forma de pensar y actuar y nos diferencian de los otros.

Las ideologías, por un lado, están formadas por los valores, preferencias y creencias significativas que motivan nuestras acciones grupales e individuales, pero por el otro, se constituyen en los obstáculos para el diálogo, para el reconocimiento de los derechos de los demás y, la construcción de una representación más complejas de los problemas políticos, sociales y culturales que enfrenta la sociedad dominicana.

Las representaciones ideológicas nos enseñan a pensar en términos dualistas, unidimensional, sin reconocer al otro como un interlocutor válido. Un claro ejemplo de este dualismo en el campo de las ciencias sociales, son las disputas que se plantean entre las representaciones críticas o analíticas, entre marxismo y funcionalismo, entre teorías de la acción o de sistemas sociales.

En el ámbito político, el debate en la opinión pública, casi siempre se mueve en una lógica binaria de gobierno y oposición, democracia o autoritarismo, mercado o estado. Los intelectuales del gobierno atacan a la oposición y los de la oposición responsabilizan al gobierno, los empresarios reclaman más libertad de mercado, mientras la sociedad civil demanda más solidaridad, control y responsabilidad en las políticas sociales del Estado. Los conservadores critican las consecuencias del proceso de modernización y, los liberales se niegan a reconocer el papel de la tradición.

En la sociedad dominicana, la apelación a la noción de ideología, en términos de falsa conciencia y representación de intereses específicos de grupos sociales, ha sido también, en el debate público-nacional, el gran argumento para la negación de los derechos sociales y culturales de las minorías. Cuando los trabajadores y grupos populares se movilizan para demandar justas reivindicaciones sociales se procura des-legitimar apelando a la crítica del neopopulismo.

Las históricas demandas socioculturales por la igualdad de derechos de las mujeres, se pretenden descalificar haciendo alusión a la ideología de género del movimiento feminista. Las preferencias homosexuales son negadas, apelando a una naturalización, un mandato divino, de la sexualidad heterosexual. Los derechos adquiridos de una minoría étnica, son sistemáticamente negados en nombre de una ideología nacionalista excluyente, de una pureza racial y un supuesto complot internacional.

Por lo tanto, la pregunta obvia es ¿Cómo escapar de los dualismos de las ideologías, como edificar puentes para una mayor comunicación de las diversas posiciones políticas e ideológicas y, construir una sociedad democrática de derechos? Y para esto, lo primero es reconocer que no hay respuestas fáciles, ni únicas, para los grandes problemas políticos, sociales y culturales que enfrenta la sociedad dominicana.

Los intelectuales, como productores de las representaciones de la sociedad y portadores de la racionalidad científica, son también, formados, educados, socializados e, individualizados, a partir de determinados valores, creencias, tradiciones, teorías y, preferencias políticas y culturales. Su personalidad, intereses, identidad, lenguaje y, forma de pensar y actuar se configuran a partir de los cambios y conflictos que se expresan en la sociedad. Ellos, no están por encimas de la sociedad donde se formaron, sino que son producto y productores de los conflictos ideológicos que caracterizan nuestra sociedad en un tiempo determinado.

Los intelectuales, ya sea que cumplan la función de consejero del príncipe, de crítico del poder o, de celosos guardianes de las tradiciones, de los valores y la moral social hegemónica, deben tener presente que otro mundo, otra representación de la sociedad dominicana también es posible.

De manera que, en el fondo, para disminuir los dualismos que nos plantean las ideologías y, construir una sociedad dominicana democrática de derechos, hay que reconocer los derechos de las minorías culturales, aunque no se participe de sus imaginarios culturales. Como se ha dicho en otras ocasiones, para poder vivir juntos, con cierta igualdad y justicia social, hay que reconocer los derechos de los otros, aunque seamos diferentes.