La gratitud es una cualidad cardinal en los hombres de bien. En esta entrega queremos hacer énfasis en la importancia de esta virtud. Para eso, nos valdremos de algunos pasajes bíblicos que nos permitirán abordar la complejidad humana, desde una perspectiva histórico-cristiana. Veremos que, aunque siglos han pasado, seguimos siendo aquella especie débil que sucumbe a sus pulsiones frente a la tentación.
Concepto de ingratitud
“Pero aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse yendo tras los baales, y escogieron por dios a Baal-berit. Y no se acordaron los hijos de Israel de Jehová su Dios, que los había librado de todos sus enemigos en derredor; ni se mostraron agradecidos con la casa de Jerobaal, el cual es Gedeón, conforme a todo el bien que él había hecho a Israel (Jueces 8: 33-35)”.
Para quienes no lo sepan, Jerobaal o Gedeón, fue un hombre elegido por Dios para liberar al pueblo de Israel de los ataques madianitas. Lo hizo conforme al mandato que Dios le había dado, acarreando bendición para el pueblo de Israel.
En estos versos del libro de Jueces vemos cómo el pueblo de Israel no reparó en todo el bien que el Señor les había hecho al librarlos de los madianitas, ni tampoco en Gedeón que fue el instrumento utilizado por Dios para librarles.
Estos hechos representan a la perfección la ingratitud del ser humano, que conceptualmente podríamos definirla, como: No recordar los beneficios dados por Dios o por una persona en favor nuestro. Pagando con mal, el bien que nos han prodigado.
Recordar para poder actuar
“Y le dijo José: Esta es su interpretación: los tres sarmientos son tres días. Al cabo de tres días levantará Faraón tu cabeza, y te restituirá a tu puesto, y darás la copa a Faraón en su mano, como solías hacerlo cuando eras su copero. Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa”; (…) Y el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó” (Genesis 40: 12-14;23).
José, hijo de Jacob, estando encarcelado por lo sucedido con la esposa de Potifar, fue abordado por un copero para que este le interpretara un sueño que había tenido (el de los tres sarmientos). Como se lee en el párrafo anterior, la interpretación fue favorable al copero, sin embargo, el copero se olvidó del bien que José le había hecho, a pesar de que le solicito expresamente que por favor intercediera por él ante Faraón.
Por inaudito que parezca, esa es la naturaleza humana. Con mucha dificultad una persona olvida un agravio. Lamentablemente, no pasa igual con los favores recibidos.
Como reflexión: Procuremos recordar las bendiciones de Dios y las personas que Él ha utilizado para beneficiarnos.
Actuar, luego de recordar el bien recibido
“Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? (Lucas 17: 15-18).”
En la parábola de los diez leprosos, solo uno de diez agradeció el bien recibido, lo que pone de relieve la idea que hemos venido desarrollando, sobre que la gratitud no es connatural al ser humano, sino, más bien, todo lo contrario. Por ello, la importancia de meditar en esta debilidad humana, pues nadie esta exento de proceder de esta manera.
Sobre el leproso que fue agradecido destacamos que lo importante es demostrar nuestro agradecimiento de manera genuina, con hechos, más que con palabras.
La ingratitud como causa de otros antivalores
“Y envió Moisés a llamar a Datán y Abiram, hijos de Eliab; más ellos respondieron: No iremos allá. ¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, sino que también te enseñorees de nosotros imperiosamente? Ni tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni nos has dado heredades de tierras y viñas. ¿Sacarás los ojos de estos hombres? No subiremos (Números 16: 12-14; 8-10).”
Moisés estaba sorprendido de la rebelión de los levitas. No podía creer que después de haber vivido todas las experiencias que tuvieron con el Señor para librarlos de yugo de esclavitud, tuvieran una actitud semejante. Por eso Moisés les citó, para hacerles entrar en razón. Sin embargo, en su rebeldía, ellos fueron capaces de decir que Moisés los sacó de la tierra que destila leche y miel para hacerles morir en el desierto.
Moisés les dijo que se dieran cuenta de las bendiciones que Dios les dio de ser sacerdotes (porque los levitas lo eran). Esto era un llamado a la gratitud; y a qué se apartarán de la inconformidad, como hoy en día deberíamos hacer nosotros.
En el caso de ellos, gozaban del privilegio de ser sacerdotes delante del Señor, pero en el nuestro, quizás gozamos de otros beneficios, como una buena salud, comida, techo, algún ser querido con el cual contar, en fin. Siempre hay razones para estar agradecidos con Dios y los demás.
Esta es la enseñanza: a) La ingratitud trae consigo otros yerros, como la rebeldía, el egoísmo, el orgullo, la envidia, etc.; b) Sufrir por lo que queremos y aun no ha llegado a nuestras vidas, es un sinsentido, porque no aporta a la causa, más bien seamos agradecidos por lo poco o mucho que tenemos en el momento. En su tiempo, si nos conviene, todo llegara.
La envidia y el egoísmo como causa de la ingratitud
“Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, ¿llamado el Cristo? Porque sabía que por envidia le habían entregado (Mateo 27 17-18).”
En ocasiones la gente es ingrata por envidia. Fijémonos que los saduceos, fariseos y los escribas en vez de ver todos los beneficios que el Señor Jesús hizo en medio del pueblo y admirar su enseñanza, los milagros y las bondades concedidas, al estar cegados por la envidia, no podían ser agradecidos. Por el contrario, procuraban su caída.
Otra característica de las personas ingratas es su egoísmo. Olvidan todo lo que los demás les conceden, porque piensan que el bien obtenido es por derecho propio.
Considera esto: Una hermosa manera de apartarnos de estos sentimientos destructivos es enfocarnos en las virtudes de los demás, para admirarlas.
Reflexión final
Recapitulando, nos damos cuenta de que el vicio de la ingratitud es lo común en la especie humana. Así somos desde la antigüedad. Y, como nada humano nos es ajeno, debemos luchar contra esta tendencia.
Una manera de hacerlo es concientizarnos sobre el concepto de ingratitud, para comprender que lo natural en el hombre es eso, y que, como toda virtud, el agradecimiento requiere de cierto ejercicio racional.
La persona agradecida recuerda lo que los demás hicieron por ella, y al recordarlo actúa en consecuencia. Honra el bien recibido con su manera de pensar y proceder. No tiene un alto concepto de sí misma, por tanto, valora encarecidamente el beneficio concedido por otros. Busca y encuentra las virtudes que engalanan a los demás, para admirarlas e integrarlas en su propia manera de ser como loas al virtuosismo ajeno. En fin, como importantiza a los demás con su agradecimiento, hace de su entorno, un lugar mejor.