Me llama la atención la carencia en nuestro liderazgo político de una visión consistente acerca de la sociedad que queremos construir, los caminos por los que deberíamos transitar y hacia dónde queremos llegar. Aunque admito que ese es un mal que afecta a toda Latinoamérica.
No ha habido en la República Dominicana un dirigente político relevante que mantenga sistemáticamente un discurso tan modernizante como el Dr. Leonel Fernández. Recuerdo haberlo escuchado decir, en los tiempos iniciales de su gobierno, que el modelo de crecimiento basado en el turismo y las zonas francas correspondía a cosas del pasado, que el país debía pasar de la manufactura a la mentefactura, y que el futuro estaba en la biotecnología y la nanotecnología, así como en las tecnologías de la información y la comunicación.
Después de Trujillo y Balaguer, tampoco hay un dirigente que haya tenido más oportunidades de estampar su sello distintivo en lo que es hoy la sociedad dominicana que el Dr. Leonel Fernández. Fue presidente a lo largo de doce años y pudo manejar todos los hilos del poder, gobernando con su círculo más íntimo, incluyendo su propia esposa con funciones ejecutivas como primera dama o vicepresidenta.
Y cuando dejó de ser presidente, pudo mantener su estela por mucho tiempo más, al dejar una Constitución diseñada a su imagen y semejanza, leyes e instituciones según su preferencia, manteniéndose ad vitan su gobernador de Banco Central, permaneciendo como presidente del partido en el poder y eterno aspirante al regreso, conservando una gran influencia congresual incluyendo, a la postre, a su propio hijo como diputado, y manteniendo las altas cortes que iban a perfilar las grandes decisiones públicas por mucho tiempo.
Es decir, de lo que hoy es la República Dominicana, de lo bueno y de lo malo, el Dr. Fernández no puede sentirse ajeno. Por eso me sorprendió ahora que critique que los jóvenes dominicanos se dediquen a trabajar en bancas de apuestas o en motoconchos.
Reporta la prensa que Dr. Fernández lo expresó así “El destino de los jóvenes dominicanos no puede ser el de trabajar en el motoconcho o en una banca de apuestas, el destino debe ser el de una profesión digna”.
Entre el 1996, cuando fue presidente por primera vez, y el 2023 en que estamos, han transcurrido 27 años. En ese tiempo el PIB dominicano creció un envidiable 234 %. El PIB de Vietnam también creció en proporciones parecidas. En realidad, creció un poco más, pero partiendo desde un estadio de mucho mayor atraso, y todavía hoy su producto per cápita es bastante inferior.
En esos 27 años Vietnam construyó uno de los mejores sistemas educativos del mundo, y hoy cuenta con una industria capaz de producir y competir en el mercado mundial de productos electrónicos, informáticos y ópticos, computadoras, teléfonos inteligentes, etc. incluso exportando automóviles de sus propios diseño y marcas a Norteamérica y Francia, sus anteriores verdugos.
¿Y qué ocurrió en la República Dominicana? Para ver cuáles actividades impulsaron dicho crecimiento, habría que ver aquellas que aumentaron más de 234 %, es decir, a un ritmo mayor al promedio.
En ese largo período, el turismo y las zonas francas siguieron creciendo. El primero aumentó en 144 por ciento y el segundo en 148 %. Dado que ambos crecieron a un ritmo muy inferior al promedio, se deduce que no fueron los impulsores del crecimiento, sino que solo lo acompañaron, coincidiendo con los postulados del Dr. Fernández.
Tampoco la educación empujó la economía, dado que la enseñanza creció en 179 por ciento; y su expansión no fue gracias a él, sino a pesar de él, y tuvo lugar por los dos gobiernos que le sucedieron después que dejó de ser presidente.
Entonces otras ramas de la economía estuvieron empujando hacia arriba el crecimiento, es decir, aumentando más que el promedio. Los datos de las cuentas nacionales no permiten ver mucho detalle, pero estoy seguro de que no fueron la nanotecnología ni la biotecnología, ni tampoco el sistema educativo que podría haberlo viabilizado.
Entre los sectores de rápido crecimiento destacan las comunicaciones, la construcción y la intermediación financiera. También creció a un ritmo superior el sector transporte, la mayor parte del cual se realiza en motocicleta; y similarmente un sector denominado “otros servicios”, entre los cuales destacan las bancas.
En definitiva, en lugar de la mentefactura, la República Dominicana logró que una lotería que solía realizar un sorteo los domingos pasara a hacer sorteos diarios, desarrollar una industria de más de cien mil bancas de apuestas y lotería y centenares de miles de estafetas de ventas de billetes, lotos y hasta fracatanes. Los “banqueros” pasaron a constituir la nueva burguesía, dominar las elecciones, copar el Congreso Nacional y aprobar o rechazar las leyes.
También desarrolló una industria de más de un millón de motoconchistas y otros tantos vendedores ambulantes de todo tipo de alimentos y chucherías.
La intención de este artículo no es participar en el debate político, sino colocar un espejo frente al cual nuestro país pueda mirarse, para ver qué hemos estado haciendo bien o mal.