La tiranía de los Seis Años. Primer modelo de dictadura
Cuando en la historiografía dominicana se hace referencia al concepto de dictadura por lo regular se piensa en la de Ulises Heureaux (1886-1899) y en la de Rafael L. Trujillo (1930-1961), sin embargo, la primera dictadura la encabezó Buenaventura Báez entre 1868 y 1874, cuyos pilares fundamentales fueron el endeudamiento externo, el anexionismo y un fuerte aparato coercitivo que operaba en todo el país, conducido por los antiguos generales restauradores, a quienes Báez logró neutralizar mediante prácticas clientelistas.
Junto a ellos operaban bandas paramilitares y un amplio sistema de espionaje. De hecho, la denominada Convención le confirió el título de dictador, y aunque lo rechazó, en la práctica desarrolló un régimen de corte autoritario, como veremos más adelante.
La llamada Revolución Regeneradora
El régimen de los Seis Años se inició con la denominada Revolución Regeneradora en octubre de 1867, emprendida en la Región Noroeste contra el gobierno del general José María Cabral por una amplia cohorte de antiguos generales restauradores, (1) para lo cual Báez aprovechó la caída del presidente haitiano Fabre Geffrard, luego de lo cual envió a sus agentes para recabar el respaldo material del nuevo presidente Silvain Salnave, (2) quien facilitó la salida de la expedición hacia el territorio nacional de los caudillos baecistas, proporcionándoles algunos vapores y un contingente de soldados haitianos.
Los baecistas se apoderaron progresivamente de las principales provincias fronterizas del país y ofrecieron incentivos económicos para la toma de Santiago. De esta manera, y al margen de la legalidad constitucional instituida, en mayo de 1868 Báez ascendió por cuarta vez al poder estatal. Mediante decreto del 30 de abril de 1968 el gobierno reconoció como cuenta del Estado la deuda contraída con la Casa J. A. Jesurum de Curazao por $37,145.80 para financiar dicha revolución.
El historiador J. G. García asevera que los baecistas, y hay que agregar, una gran parte de la población, cifraban sus expectativas en el general Báez a quien presentaban “como el único hombre de estado capaz de salvar a la patria de la difícil situación que atravesaba, porque, a su entender reunía la suma de prestigio, de crédito y de habilidad política necesaria para acometer tan colosal empresa. Esta vez su partido estaba dispuesto a “sostenerlo a todo trance y a seguirlo en todas sus inspiraciones”. (3)
Miseria generalizada en el país
Como secuela de la Guerra Restauradora en los primeros meses de 1868 la sociedad dominicana se hallaba sumida en una profunda crisis económica. Un funcionario del régimen identificó los tres grandes males de predominantes en ese entonces: la peste (el cólera morbus), la guerra civil y la mala administración. La peste constreñía los ánimos y junto con la guerra civil generaba miseria. (4)
De la crisis del país dieron cuenta los agentes del baecismo distribuidos en todo el territorio nacional. Se reportaba, por ejemplo, que el comercio de Puerto Plata se hallaba exánime a consecuencia de las sumas de dinero prestadas al gobierno de Luperón y por el bajo volumen de ventas. (5)
En su numerosa comunicación con Báez, Valentín Ramírez le informaba de la “miseria espantosa” que prevalecía de San Juan para abajo. Pero también resaltaba que en el sur profundo como Neiba, Barahona, Petit Trou (Enriquillo) tenían “una miseria que aprieta el corazón; todos, hombres, mujeres, niños y ancianos, todos, piden y piden de todo”. (6)
Pero también el comandante de armas de Higüey destacaba la indigencia allí predominante: “La miseria ha llegado a su colmo y convendría poner remedio pronto y eficaz a ese grave mal. No puede figurarse lo apretado de nuestra situación; aquí no se ve, literalmente, un peso”. (7) Cesáreo Guillermo corrobora la denuncia anterior cuando sostiene que las autoridades higüeñanas se hallaban “en el mayor embarazo; todo está desorganizado, ni siquiera un guardia […] porque pasan la semana entera manoteando”. (8)
En marzo de 1870 todavía se quejaba Ramírez de la miseria prevaleciente en Azua:
“Aquí hay una miseria espantosa: cinco meses hace que no cae una gota de agua y como los conucos de la loma son los que dan plátano no se encuentra ninguno ni para remedio; la carne es lo mismo; tres días hace que solo se mata una res que no alcanza para la cuarta parte de la población y los soldados sufren atrozmente pues están sujetos a comerse el pan y el mismo lo emplean muchas veces hasta en aguardiente.
He pedido al comandante de armas de Baní que me mande, si puede, una mancorna de reses para que la tropa coma reses. Aquí todo el mundo quiere vivir de la ración, y como hay tanta hambre hay veces que debemos dar pan a algunos infelices que no saben para dónde coger”. (9)
La histórica comunidad de Guayubín, de acuerdo al testimonio de Curiel, ministro de Hacienda, también se hallaba en estado de abandono. Mientras se encontraba allí Curiel recibió tres mil galletas “mal confeccionadas, de mala calidad, de mala harina y viejas” que rehusó recibir como ración para la tropa oficial allí emplazada. (10)
Con la finalidad de atenuar la carencia de recursos económicos, en los primeros años de la dictadura varios generales baecistas fueron comisionados para colectar dinero entre los comerciantes, agricultores y personas acaudaladas del Cibao para sufragar los cuantiosos gastos que conllevaba sofocar las continuas rebeliones. Desde allí, Curiel le informó a Báez la imposibilidad de reunir la suma que se le había asignado colectar entre los productores de tabaco del Cibao “a menos que los tabacos exportados den un resultado brillante para cubrirse las pérdidas del año pasado y los créditos de este”. (11)
El general Ramón Altagracia Cáceres, delegado del gobierno en el Cibao, dedicado a la misma faena que Curiel, le informaba a Báez:
“Curiel saldrá en esta semana para esa y lleva un envío de fondos de $4,000 a $5,000 pesos para la contaduría, que a fuerza de sacrificios hemos podido conseguir, haciendo hasta descuentos en pagos de derechos por avances recibidos; me propongo seguir esa remisión mensual así sea con la misma transacción de 12ö por ciento como la actual conseguida para que la carencia de recursos en el gobierno no se le sea a usted tan difícil”. (12)
A fines de 1868 Curiel persistía en recabar recursos entre los comerciantes cibaeños a cambio de la entrega de vales que había autorizado el Senado Consultor, aunque con resultados pocos satisfactorios, sobre todo en Santiago donde apenas pudo reunir en el mes de diciembre la suma de dos mil pesos fuertes, cifra reducida para una plaza como esa cuya principal fuente de ingreso, la producción de tabaco, se hallaba afectado por las “azarosas eventualidades del mercado europeo en que se realiza y por los monopolios que allí acostumbran”. (13)
Todavía en los primeros meses de 1869 todavía persistía la crisis económica. Más del 80 por ciento del presupuesto era absorbido por el ministerio de Guerra y Marina:
“Resulta pues que a partir de 1 de febrero de 1868 que principió el Gobierno de la Regeneración el país se hallaba con una deuda interior colosal en relación con sus recursos, y esto, sin haber hecho cuenta de los sueldos devengados, conforme al presupuesto que estaba en vigor, que no se habían liquidado ni los gastos hechos por la Revolución Regeneradora. Si a una perspectiva tan alarmante se agrega el estado de ruina en que se hallaba el comercio y el desaliento general así de este como el de los agricultores, se comprenderá bajo que auspicios se inició la administración de V.E”. (14)
El arrendamiento de la península y bahía de Samaná
Hasta 1865 las simpatías de Buenaventura Báez para negociar tratados de anexión se inclinaban hacia Europa y era visto con ojeriza por los funcionarios norteamericanos, pero este sentimiento comenzó modificarse luego de que pasara a residir a los Estados Unidos cuando resultó derrotado en 1858 y que el canciller de esta última gran nación, William Seward, lo visitara en 1866.
La crisis política había impedido al general José María Cabral el arrendamiento de la bahía de Samaná a los Estados Unidos, pero el pertinaz Buenaventura Báez, antes de juramentarse como presidente de la República, el 2 de mayo de 1868, por medio de su hermanastro Valentín Ramírez Báez, le informó a J. Somers Smith, agente comercial de los Estados Unidos, que Báez había modificado su forma de pensar y que ahora buscaba cultivar relaciones con ese país, y que una vez juramentado como presidente negociaría la venta de la bahía de Samaná.
El historiador Moya Pons aporta el dato de que la oposición al gobierno de Báez se intensificó cuando los dominicanos descubrieron que este había derrocado el gobierno del general Cabral para dirigir personalmente las negociaciones y obtener ventajas del arrendamiento o venta de la península o bahía de Samaná. (15)
El 9 de junio de 1868, Báez continuó su cometido de enajenar la península y bahía de Samaná y le propuso a los Estados Unidos la venta de la misma por $1,000,000 en oro, $100,000 en armamentos y municiones y el envío de buques de guerra de ese país a los puertos de Santo Domingo, Puerto Plata y Samaná para la protección de su gobierno hasta que se cristalizara la venta.
Por las aprensiones de Báez a ser derrocado por Cabral y Luperón, que contaba con el apoyo del presidente haitiano Nissage Saget, “en todas estas gestiones se insistía en la urgencia, en la perentoriedad angustiosamente invocada frente a las incursiones de Luperón y Cabral ya levantadas contra Báez…”. (16)
Primer intento de anexión a los Estados Unidos
No obstante los esfuerzos del gobierno de Báez por mantener en secreto las negociaciones para venta de la bahía de Samaná y la anexión a los Estados Unidos, las cartas y manifiestos de protestas inundaron el Departamento de Estado. El general Luperón le escribió a Seward pidiéndole que rechazara “desdeñosamente la descabellada proposición” que fue ampliamente debatida en la prensa de los Estados Unidos.
Estas protestas no arredraron al presidente Báez y en octubre de 1868 decidió formalizar la anexión de la República Dominicana a los Estados Unidos: “Se invita a los Estados Unidos a que tome la República Dominicana bajo su protección y prepare el camino para una Anexión y esta invitación la hace el Sr. Báez, quien, aunque Presidente de nombre, virtualmente es un dictador”. (17)
Tan entusiasmado estaba Báez por la anexión que hasta se disponía a suplantar la bandera dominicana por la de los Estados Unidos cuando un funcionario de este último país le sugirió “que esperara un poco”. El 9 de diciembre de 1868, el presidente Andrew Johnson aprobó la anexión y propuso al Senado la anexión tanto de República Dominicana como de Haití que acogió exultante Báez:
“Las condiciones políticas de las repúblicas de Haití y Santo Domingo son muy insatisfactorias y dolorosas… Pero poco hemos hecho hoy para agregar a las comunidades que rodean nuestro país, o por lo menos hasta proveer apoyo moral a los esfuerzos que constantemente y con resolución realizan para lograr para sí instituciones republicanas seguras”. (18)
Las desavenencias entre el mandatario y el Senado impidieron su aprobación de anexión de ambas repúblicas, pero haberse logrado se hubiera dado “el libre movimiento de personas y mercancías”. (19)
Referencias
(1) Báez logró la adhesión de la casi totalidad de los generales restauradores.
(2) “[…] volvió Báez al poder en 1868, dice el historiador García, rodeado de un puñado de hombres improvisados, de ideas extravagantes, y apoyándose en todos los elementos malos que han escupido sobre el país las diferentes vicisitudes por que desgraciadamente ha tenido que atravesar”. José G. García, Antología, p. 49,
(3) J. G. García, Compendio de la historia de Santo Domingo, 4a edición, Santo Domingo, 1968, p. 149.
(4) Memoria del secretario de Estado de Interior, Policía y Agricultura de 1870, publicada en el Boletín Oficial, No. 6, 20 de agosto de 1870, (AGN). Salvo que se indique lo contrario, todos los demás documentos citados se localizan en los fondos del ministerio de Interior y Policía del AGN.
(5) Carta de Dionisio Troncoso, jefe de operaciones de Puerto Plata, al presidente Báez, 3 de enero de 1868.
(6) Valentín Ramírez a Báez (Ventura), del 16 y 25 de mayo de 1868.
(7) Bernardo Montás al ministro de Guerra y Marina, 28 de junio de 1868.
(8) Cesáreo Guillermo a Báez, 15 de agosto de 1868, ministerio Interior y Policía, AGN.
(9) V. Ramírez a Báez, 15 de marzo de 1870.
(10) Ricardo Curiel al Gran ciudadano Báez, 5 de agosto de 1868.
(11) Ricardo Curiel a Báez, 8 de diciembre de 1868.
(12) Manuel Altagracia Cáceres a Báez, 22 de mayo de 1869.
(13) Ricardo Curiel al Gran Ciudadano, 8 de diciembre de 1868.
(14) Memoria de Hacienda y Comercio, 29 de marzo de 1869.
(15) F. Moya Pons, Manual de historia dominicana, 15a edición, Santo Domingo, 2013, p. 360.
(16) Prefacio de E. Rodríguez Demorizi al Informe de la Comisión de Investigación de los E. U. A en Santo Domingo en 1871, Ciudad Trujillo, 1960, p. 11.
(17) (17) Ibidem, p. 12.
(18) Bernardo Vega, La cuestión racial y el proyecto dominicano de anexión a los Estados Unidos en 1870, Santo Domingo, 2019, pp. 91. (Las fotos que ilustran este escrito fueron tomadas de este libro).
(19) Ibidem, pp. 92-93.